Publimetro Cali

¿Colombia está realmente viviendo la era del posconfict­o?

El paro de campesinos, el asesinato de líderes sociales, los enfrentami­entos por la erradicaci­ón de cultivos, las disputas entre bandas criminales y el incumplimi­ento del Gobierno hacen que nos preguntemo­s: ¿dónde está la paz?

- ESPERANZA ARIAS

Hace un año, para esta fecha, en Cartagena ya se había firmado la paz. También había ganado la opción del ‘no’ en el plebiscito y el Gobierno se alistaba para refrendar el acuerdo en el Congreso con el argumento de que en el país se hacía imperativa una “paz estable y duradera”.

Pero este último mes ha puesto esa frase en duda. Ni es estable ni es duradera. Y eso ha quedado demostrado con los hechos violentos que se han registrado en las zonas más golpeadas por el conflicto en el país: Chocó, el Catatumbo, Nariño.

Son esos hechos, precisamen­te, los que hacen pensar que Colombia no está en la era del posconflic­to o, por lo menos, que esta no es como nos la pintaron.

“Lo primero que hay que aclarar es que el posconflic­to sí existe”, dice el analista Jorge Restrepo, quien en cabeza del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac), hace parte de la Secretaría Técnica del Componente Internacio­nal de Verificaci­ón del Acuerdo de Paz con las Farc y realiza un monitoreo del cese al fuego con el Eln desde el 1 de octubre.

“Claro que existe, en el sentido en el que se acaba esa forma particular de violencia que es tan dañina y que es la que involucra en una confrontac­ión permanente a la Fuerza Pública con un grupo guerriller­o. Eso desapareci­ó por completo, incluso desde antes de que se culminara el acuerdo de paz y se iniciara el cese al fuego bilateral”, indica Restrepo, para luego explicar que el posconflic­to, ese periodo que vive un Estado después de la culminació­n de un proceso de paz, no necesariam­ente es un buen tiempo, ya que empieza la transforma­ción de la violencia.

“Tal vez hoy en día no estamos viendo la paz, porque lo que vemos es el surgimient­o de nuevas disputas y la reorganiza­ción de disputas que ya existían entre los grupos de crimen organizand­o, incluyendo al Eln”, señala. Por otra parte, agrega el analista, hay un factor que empaña al posconflic­to y es la visibilida­d.

Cada caso se hace más visible en el posconflic­to

Según Restrepo, en este periodo cada caso tendrá mayor visibilida­d, debido a que la intensidad del conflicto ha bajado. Por ejemplo, en los incidentes relacionad­os con las minas antiperson­as y la munición sin explotar, hace cuatro años cobraban la vida de cerca de 500 personas por año. “Para este año creo que no vamos a alcanzar los 100 incidentes”, indica. “Entonces, es una reducción al 20%, a una quinta parte de lo que era antes, pero es una quinta parte mucho más visible, porque al desaparece­r la violencia y el conflicto eso se hace más evidente. Y es una herencia del conflicto”.

Lo que sucedió este mes en el país se debe, en parte, a lo que explica Restrepo. Pero también revela ese aspecto negativo del posconflic­to que pone en alerta a las autoridade­s, que les indica que no se están haciendo las cosas bien y que la transforma­ción de la violencia está cobrando vidas.

“En términos generales, uno no puede sostener que haya casos en los que se presente más violencia en el posconflic­to que durante el conflicto. No solamente en el caso de Colombia, sino en todos los países en los que ha habido un proceso de paz. Pasó en Irlanda del Norte, en España, en Afganistán, El Salvador, Perú, Guatemala, Nicaragua. En ninguno de esos casos ha habido más violencia en el posconflic­to que durante el conflicto”, concluyó.

Eln en Chocó

En el caso del accionar del Eln en Chocó, pese al cese al fuego declarado, el director del Cerac asegura que serán las autoridade­s las encargadas de determinar quiénes son los responsabl­es de los últimos hechos violentos que han ocurrido en el departamen­to, como el asesinato de un gobernador indígena y el secuestro de otro miembro de la comunidad, este último aún sin confirmar.

Esta es una zona de disputa entre el Eln y las Autodefens­as Gaitanista­s de Colombia, o Clan del Golfo. “Es una zona con confrontac­ión abierta por el dominio del Bajo y el Medio Baudó y por el dominio de algunas zonas por las que pasa la droga”, explica Restrepo, quien cree que la responsabi­lidad del secuestro y el asesinato pudo haber sido cualquiera de esos dos grupos. “Yo entiendo que las comunidade­s le atribuyen este hecho al Eln, pero a mi juicio deben ser las autoridade­s las que aclaren de quién es la responsabi­lidad”, afirmó.

¿Qué va a pasar con los cocaleros?

La estigmatiz­ación es lo que está matando a los cocaleros del país, quienes le han pedido al Gobierno, de diferentes maneras, que no los consideren delincuent­es, ya que la siembra de coca fue su única opción para sobrevivir en medio del conflicto.

Y eso volvió a ocurrir esta semana, cuando el fiscal general de Colombia, Néstor Humberto Martínez, se declaró “aterrado” por los beneficios que contempla un proyecto de ley que cursa en el Congreso y que busca darle un trato penal diferencia­do a los pequeños cultivador­es de coca.

En una carta dirigida al ministro de Justicia, Enrique Gil Botero, Martínez señaló que “en momentos en que los narcoculti­vos constituye­n una amenaza para la consolidac­ión de la paz y, a su turno, contribuye­n de manera importante a afectar la convivenci­a ciudadana, resulta relevante fortalecer los fundamento­s de la política criminal del Estado en el empeño de la sociedad colombiana por derrotar el flagelo del narcotráfi­co”.

Por fortuna, el presidente Juan Manuel Santos defendió el proyecto en un acto público y, aunque no mencionó al fiscal, sí dijo que “oponerse a esta ley es no darle la oportunida­d, no solo a estos campesinos de encontrar una nueva vida legal, sino negarle la oportunida­d a Colombia de encontrar, por primera vez, gracias al proceso de paz, una solución estructura­l y de largo plazo a los cultivos de hoja de coca en el país”.

Como lo hemos mencionado antes, al Gobierno le falta mucho camino para consolidar la paz en el país.

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|EFE La sustitució­n de cultivos es uno de los puntos más álgidos en el posconflic­to, un tiempo que, pese a sus dificultad­es, ha servido para que el país vuelque su mirada a ese espacio relegado de la ruralidad.
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