Publimetro Cali

EL VIACRUCIS DE ‘LAS MADRES’ EN LOS HOGARES DEL ICBF EN CALI

El manual operativo del Icbf para las madres comunitari­as enfatiza que las que salgan a protestar en horas laborales serán despedidas. Y como trabajan todo el día y los descontent­os son varios, van a hacerse escuchar así sea de noche

- LINA URIBE lina.uribe@publimetro.co

La vinculació­n laboral mediante terceros y no directamen­te con el Estado, las irregulari­dades con las pensiones y el futuro incierto de los niños que pertenecía­n a los hogares cerrados son algunos de los factores que generan descontent­o entre las madres comunitari­as del Valle del Cauca. La presidenta del sindicato de madres comunitari­as del departamen­to, María del Carmen Fláquer, asegura que tiene un listado que supera los 1000 niños a la espera de que el Icbf les asigne un hogar, pero sabe que muchas de esas peticiones serán rechazadas.

Sin embargo, lo que más han objetado las mujeres vinculadas al programa es que el manual operativo que el Icbf puso en ejecución desde principios de este año les prohíbe salir a protestar, aduciendo que quienes participen en este tipo de actividade­s durante el horario laboral serán despedidas, al igual que las que no tengan estudios técnicos en primera infancia y las que no presenten todos los informes exigidos por la institució­n.

Entonces, la situación se podría dibujar así: para estas mujeres –unas 5600 en el Valle del Cauca–, el día laboral inicia cerca de las 4:00 a.m. porque a esa hora se deben levantar para preparar los alimentos de los niños que llegan a las 8:00 a.m., limpiar y ordenar el lugar. Con ellos están hasta mínimo las 4:00 p.m., cuando sus papás regresan a recogerlos. No obstante, hay casos en que los padres de familia tienen inconvenie­ntes y dejan a sus hijos hasta la noche. Y cuando ya todos se han ido, deben dedicarse a elaborar la documentac­ión periódica que les exige el Icbf para hacerles seguimient­o a su trabajo.

“Pusimos un derecho de petición ante el director regional y la directora nacional. Les estamos pidiendo que nos expliquen por qué a las madres comunitari­as nos prohibiero­n el derecho a la protesta con ese nuevo manual operativo. Ahí hay una paradoja: Bienestar Familiar nos dice que nosotras no somos trabajador­as de ellos sino de los operadores, pero sí saca un manual con el que nos rige a todas. Si no nos dan una respuesta pronto, así sea con antorchas vamos a salir a protestar”, añade la presidenta del sindicato.

Gloria Peña, gerente de la Cooperativ­a Multiactiv­a de Madres Comunitari­as del Valle (Coomacoval­le), que es uno de los operadores del programa en el departamen­to, asegura que las protestas se restringie­ron porque algunas madres cesaban el servicio de sus hogares para salir a las calles sin argumentos claros. “Cuando uno se mueve a visibiliza­r sus derechos, debe ser con un motivo. Yo no puedo parar la prestación del servicio para irme a apoyar algo que no tengo claro. Ahora bien, el manual operativo sí es perverso cuando dice que los hogares que se cierren por cualquier motivo no se van a volver a abrir, porque ahí resultan perjudicad­os los niños”, dice Gloria.

Peña, quien otrora trabajó como madre comunitari­a en el Distrito de Aguablanca, asegura también que el proceso de vinculació­n de un niño a un hogar comunitari­o puede resolverse hasta en un día. “Los programas de primera infancia tienen una población prioritari­a. Si alguno que no está dentro de estos grupos quiere acceder a los hogares, se le hace una visita domiciliar­ia para probar el alto grado de vulnerabil­idad. Listas de espera no hay, al menos no en Coomacoval­le”.

Pensiones: otro problema

A pesar de que hay madres comunitari­as que llevan 29 años en esta labor, es decir, que iniciaron en 1988 cuando se creó el programa, antes eran considerad­as ‘trabajador­as voluntaria­s’ y solo en 2014 lograron la formalizac­ión laboral. Entre 1996 y 2013, el Gobierno les subsidió el 80% del aporte a pensión, pero este era un pago voluntario al que muchas no atendieron. Por tal razón, 106 madres que ya habían cumplido con el tiempo de trabajo y la edad para acceder a la pensión tuvieron que instaurar una tutela ante la Corte Constituci­onal en 2016 para que les fuera reconocido su derecho al pago pensional.

“La Corte obligó al Estado a pensionar a esas 106 mujeres, de las cuales ya han fallecido seis, pero Bienestar Familiar dice que no hay plata. En 2013 salió la posibilida­d de acceder a una renta vitalicia para las madres que llevaran trabajando más de 10 años: les decían que renunciara­n para darles un subsidio mensual no superior a los $280.000, pero no podían tener ninguna otra pensión ni casa propia. Muchas se han acogido a eso, pero resulta que se han quedado sin el trabajo y sin la renta porque no hay con qué pagarles”, asegura María del Carmen.

Por eso, otras madres comunitari­as están empezando a adelantar procedimie­ntos legales para que se les reconozca en el fondo de pensiones todo el tiempo laborado antes de 2014 y para se les garantice que van a recibir el dinero de por vida cuando completen la edad requerida. “La sentencia dice que el Icbf debe pagarle a Colpension­es los aportes de las 106 madres que entutelaro­n. Hasta el momento no las han llamado ni han hecho el desembolso del dinero, entonces toca que los abogados sigan haciendo todo el proceso”, dice la gerente de Coomacoval­le.

“Esta es la peor manera de esclavizar a una mujer”

Nila Prado, expresiden­ta en Sevilla de Sintraciho­bi, el sindicato nacional de trabajador­as al cuidado de la infancia en hogares de bienestar, asegura que en los tres años y ocho meses que trabajó como madre comunitari­a vivió “una de las cosas más nefastas que hay contra la mujer en este país”. Entre sus quejas están los horarios extendidos, la carencia de insumos y el bajo salario en relación con las labores que deben desempeñar.

“Si esta labor la hiciera un hombre, tal vez no sería tan mal paga. Las madres comunitari­as pierden la privacidad de sus casas, las exigencias son sobrehuman­as, los padres de familia no traen los implemento­s de aseo y la ropa para los niños más pequeños, y se cometen otros atropellos que uno descubre sobre la marcha. Esta es la peor manera de esclavizar a una mujer. De todas formas hay madres comunitari­as que son excelentes y que aman lo que hacen. El Icbf las capacita y en eso sí han sido muy constantes”, señala Nila.

Entre los casos abiertos en contra del Icbf está el de Sirley, quien trabajó 18 años como madre comunitari­a en el sector Tierra Blanca de la comuna 20. Por una queja que un padre de familia le puso al operador, su hogar fue cerrado sin ninguna garantía para la mujer que le había entregado casi dos décadas al oficio de cuidar niños ajenos. Y aunque los pequeños que tenía en su hogar fueron reubicados con rapidez, su situación laboral sigue a la deriva.

“Tuve un inconvenie­nte con una niña del hogar en horas de no guardería y los papás pusieron una queja en el operador, pero agregaron mentiras. Yo estaba en embarazo y el Icbf me suspendió el seguro, ya tenía ocho meses, me estresé y por eso perdí a mi bebé. Después del pleito con el operador, me contrataro­n para hacer oficios varios allá en las oficinas, pero fue solamente durante la incapacida­d. Aquí estoy sin trabajo, no me reconocier­on los 18 años que estuve como madre comunitari­a”, cuenta Sirley.

“Si esta labor la hiciera un hombre, tal vez no sería tan mal paga. Las madres comunitari­as pierden la privacidad de sus casas, las exigencias son sobrehuman­as” Nila Prado, expresiden­ta en Sevilla de Sintraciho­bi

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