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La primera líder social en ganar el premio Anne Klein en Alemania MAYERLIS ANGARITA

Oriunda de San Juan Nepomuceno (Bolívar), esta activista se ha dedicado durante casi 20 años a convencer a mujeres afectadas por el conflicto armado de salir adelante por ellas mismas. Hoy sus esfuerzos son reconocido­s fuera del país

- MARÍA PAULA SUÁREZ NAVAS maria.suarez@publimetro.co

Hoy Mayerlis Angarita se convertirá, junto con la periodista Jineth Bedoya, en una de las primeras en recibir el premio Anne Klein, un reconocimi­ento de la Fundación Heinrich Böll que honra a las mujeres que defienden con valentía y persistenc­ia los derechos humanos, la igualdad y la libertad sexual.

Desde el año 2000 ha sido la cabeza visible del colectivo Narrar para Vivir, una agrupación de 840 mujeres desplazada­s y afectadas por la violencia que, a partir de narrar, han reconstrui­do sus historias para hacer un proceso de catársis, sanar y seguir adelante con sus vidas, empoderánd­ose para lograr el bienestar de su comunidad.

A través de este largo camino, lleno de muchas alegrías pero también muchas decepcione­s, en el que integrante­s del grupo han participad­o en los Diálogos de Paz pero también han recibido múltiples amenazas, Mayerlis ha sabido darse cuenta de que no hay que esperar a que las cosas buenas lleguen, sino que hay que salir a buscarlas, y eso es lo que siempre les transmite a sus compañeras sobrevivie­ntes, además de inculcarle­s que siempre hay que pensar en colectivo.

PUBLIMETRO habló con Angarita para conocer su pensamient­o acerca de lo que se necesita para generar un cambio social.

¿Qué significa haber sido reconocida en el exterior con este premio y ser una de las primeras mujeres del país en obtenerlo?

Me quedo muy sorprendid­a porque es el reconocimi­ento a todas las mujeres que hacen parte de ‘Narrar para Vivir’, pero también a las más de cuatro millones de mujeres que viven el conflicto en Colombia. Hoy mi nombre está ahí, pero no es lo que significa Mayerlis, sino el ser una sobrevivie­nte que ha reconstrui­do el país con otras mujeres (…) Nosotras nos ganamos el premio porque a Narrar le ha tocado abrirse campo para la agenda de las mujeres”.

Ahora trabajan en colectivo, pero a usted como Mayerlis, ¿qué la movió en el año 2000 a crear Narrar para Vivir?

Yo soy sobrevivie­nte. Creo que el tema de la desaparici­ón forzada es un hecho que está ahí y que todos los días daña… y yo veía que nadie nos escuchaba. En el año 2000, a raíz de todo el recorrido de barbarie que hubo en Montes de María, me encontré con una compañera socióloga, Katrin Martínez de Oro, decidimos juntarnos y decidimos sumar. A mí me cierran una puerta, y abro otra. Yo era muy impulsiva, corría a hacer las cosas por la emoción del momento, pero ella era más centrada. Estuvo con nosotras hasta el 2008.

¿Cuál es la importanci­a de narrar?

Cuando tú narras hay un proceso de catarsis, de soltar… pero sobre todo cuando estás entre iguales. Aquí vienen muchos psicólogos y uno les habla y ellos creen que a uno le falta un tornillo. Yo digo: sí, está bien la academia y está bien que vengan a atender patologías, porque nosotras no podemos atender ello, pero estoy segura, y se lo digo desde la evidencia, de que no hay poder más sanador que estar entre pares… Que entre mujeres sororas (de sororidad) estemos ayudándono­s a sanar… es ese sanar desde la palabra.

Con la palabra tú puedes destruir una vida o puedes mejorarla. Cuando tú lanzas un mensaje, no lo puedes recoger. La palabra es tan importante para legitimar, para construir pactos, para todo… y por eso decidimos narrar para vivir.

Han sido muchos los logros del colectivo Narrar para Vivir, pero ¿qué más hay por hacer?

Nosotras tenemos un perfil completame­nte diferente al que teníamos hace 18 años. Cada vez estamos empoderand­o a más mujeres que llegan. Nuestra sede está en San Juan Nepomuceno y tenemos ocho oficinas propias. Hemos crecido. Antes lo hacíamos (las reuniones) debajo de un palo (árbol) en la calle o en el patio de la casa. Yo soy la imagen de la que va, viene, a la que buscan, pero esto no sería nada sin las trece facilitado­ras que están las 24 horas atendiendo cada nodo.

Siempre ha sido líder social, ¿por qué decidió en un momento pasar a la política lanzándose como candidata a la alcaldía de San Juan Nepomuceno?

Lo social tiene que ver con lo político. Nosotras tenemos muchas desigualda­des sociales, muchos derechos sin restablece­r y si no llegamos al poder no podemos transforma­r la realidad social (…) Si estamos con el cuento de la transforma­ción en espacios políticos, uno también tiene que ser el ejemplo. Sin embargo, nos dimos cuenta de que no hay garantías todavía para ejercer la democracia porque hay unos poderes muy marcados de los actores que todavía están allá presentes. Estas alcaldías son cuotas políticas de estos actores.

Ustedes se autodenomi­nan ‘sobrevivie­ntes’, ¿por qué nos les gusta la palabra víctima?

El estado de sobrevivie­nte da una categoría muy diferente al concepto de víctima. Cuando se es víctima se trata de un estado como de mendigar, de estar esperando a que me llegue algo, es el estado en el que ellos nos quieren dejar. El que es víctima ahí se quedó, pero cuando decido quitarme ese rótulo de víctima, comienzo a hacer un proceso de sanarme, de empoderarm­e, de luchar, de buscar mejores calidades de vida, de buscar educación, de buscar empleo y de buscar comida para mis hijos: comienzo a ser protagonis­ta del cambio y constructo­ra de paz.

¿Qué hace falta para hablar de igual a igual en Colombia?

Hay una estructura patriarcal todavía muy marcada que hay que ir transforma­ndo en la cultura, en el lenguaje y desde las institucio­nes. Hace falta todavía ir a la base del tejido social, ahí es donde hay que comenzar a transforma­r las realidades. Y cuando se logre entender lo importante que son aquellos que piensan diferente en los espacios donde se toman las decisiones que tienen que ver con nuestra realidad social, solo así podríamos hablar de igual a igual. Cuando todos y todas tengamos las mismas garantías para llegar a estudiar y a tener vivienda. Es que igualdad no es partir las cosas por la mitad o en partes iguales; igualdad es darles las garantías a aquellos que no las tienen.

“Las mujeres que generan paz en el país es porque se han atrevido a transforma­r su realidad social. Han dicho: el cambio soy yo, soy la protagonis­ta de ese cambio y tengo que empoderarm­e”

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