Festival Internacional de Cine de Cartagena: el voltaje justo de cine
Este año, el evento quiere conectarse con la realidad y apostar por el cine documental
Cientos de periodistas se dan cita cada año para el festival de cine más importante de Colombia. La rutina anual pasa en las maquilladas calles de la ciudad amurallada de Cartagena y no dista mucho de lo que se hace en casa: poco tiempo para escribir, ruedas de prensa obligadas, agenda que aparenta una vida importante y fiestas que dejan ver que no hay ningún canal en crisis. La magia de la ciudad se hace presente porque, acallando las voces de lo falso, la brisa empieza a funcionar como bálsamo para el oficio, y los periodistas logran equilibrar la dosis justa de industria que tiene el cine, con la dosis necesaria de arte para así inspirar a otros con los trabajos que publican.
El lema es #PuroVoltaje y los medios utilizan las cifras más llamativas para generar impacto: 140 películas, 200 invitados, 300 proyecciones. Además, Tilda Swinton y Owen Wilson son los nombres para justificar las filas de los acreditados y para que el resto del país asuma que el festival sigue siendo un éxito. Y lo sigue siendo, no tanto por la farándula, los cocteles o las fotos para sociales, sino por una programación rigurosa, por las discusiones que se proponen en los conversatorios y por mantenerse como un espacio donde confluyen algunas buenas intenciones de los sectores de la producción, exhibición y distribución de cine.
Ahora, sin hablar de éxito, se podría tratar el tema del lujo de la programación del Ficci 58. La retrospectiva a Glauber Rocha obliga a poner el ojo no muy lejos, en Brasil, para ver lo mejor del cineasta, un referente para estudiantes y amantes del cine que reconocen su rol en lo que fue O Cinema Novo, una corriente que pudo incluso superar la barrera que hay entre la cultura brasileña y el resto de sus vecinos. Deus e o diabo na terra do sol y A idade da Terra son cintas imperdibles para quienes quieran conocer más de este director do maior país da América do Sul.
También de la región, la presencia de Lucrecia Martel es una oportunidad para los asistentes al festival, que pueden escuchar y ver a quizá la mejor directora de Iberoamérica. E l cine de Martel acude a los sentidos como recurso para historias como la de La mujer sin cabeza y La ciénaga. Con Zama, su última película, pone la vara muy en alto para los cineastas de la región, por lograr adaptar al cine una novela donde la quietud y la inacción son protagonistas. Pese a que internacionalmente el reconocimiento este año se lo lleva La Mujer Fantástica, de Chile, Zama quedará para que la crítica especializada y la historia le den su lugar como referente del séptimo arte.
Cartagena respira cine y, como dice el cineasta boliviano Jorge Sanjinés, es en este arte que recae la responsabilidad de representar de forma auténtica y fiel a la sociedad como un instrumento de memoria colectiva. En esa medida, resulta fundamental que las últimas dos piezas audiovisuales que inauguraron el festival sean del cine documental. En 2017, El Silencio de los fusiles reflejó el momento por el que pasaba el país, luego de un exitoso proceso de paz. Ahora, con una realidad marcada por las elecciones que se aproximan, mantener el cine documental como protagonista de la inauguración, con The Smilling Lombana, muestra una apuesta desde los organizadores del Ficci por seguir una línea de conexión con la realidad (más allá desde la orilla de donde nazca).