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MAMA MERCEDES, UNA MUJER CON EL BASTÓN DE MANDO EN EL CAUCA

Además de ser la única alcaldesa indígena que ha tenido su municipio, es la que más experienci­a tiene en cargos públicos. Esta es la historia de una niña que siguió los consejos de mamá

- LINA URIBE lina.uribe@publimetro.co

En medio de la crisis que se vive en este departamen­to, Mercedes Tunubalá, una economista de la Universida­d del Valle, fue elegida como la primera alcaldesa indígena de Silvia, su municipio. Esta es la historia de una mujer que siempre supo que estaba destinada para cosas grandes.

Antes de ser candidata a la Alcaldía de Silvia, Cauca, Mercedes Tunubalá tuvo un par de sueños que le anticiparo­n el triunfo. El año pasado soñó que un exgobernad­or de su cabildo le entregaba un bastón de mando, que para los indígenas es símbolo de autoridad: “Cuando uno sueña que un difunto le regala algo, es un buen sueño. Sabía que tenía una gran misión”.

El otro sueño fue a principios de este año. En un espacio lleno de cóndores, uno se le acercó a su mano como señal ineludible de un buen futuro. Meses después, la asamblea convocada por el Cabildo de Guambía definió por votos que Mercedes Tunubalá Velasco sería la representa­nte de la comunidad misak en las elecciones locales. El 27 de octubre alcanzó la votación suficiente para convertirs­e en la alcaldesa de Silvia, por encima de cuatro candidatos hombres.

“Ni candidatas había habido antes. Ni siquiera una que no fuera indígena. Fui la primera candidata mujer y la primera ganadora”, dice Mercedes, a quien los misak llaman ‘mama’ como a todas las mujeres que han prestado servicio social en actividade­s administra­tivas del Cabildo.

Silvia es un municipio de la zona oriente del Cauca, que creció recostado sobre la cordillera central. En su territorio conviven los pueblos indígenas Misak y Nasa, divididos en seis resguardos autónomos. También hay dos zonas campesinas y una zona urbana. En total, unos 35.000 habitantes.

Aunque cerca del 80% de su población se reconoce como indígena, fue solo a partir del cambio constituci­onal de 1991 que los resguardos empezaron a tener participac­ión política. En 1995, el voto democrátic­o le abrió camino al primer alcalde indígena en Silvia, el taita Álvaro Morales Tombe.

De ahí en adelante, la administra­ción municipal se ha alternado entre mandatario­s nasa y misak, que cada cuatro años se enfrentan y vencen a los aspirantes de la zona urbana. En esta historia de candidatos, urnas y elecciones, no había aparecido un nombre de mujer.

Mama Mercedes siempre tiene las manos tibias. Cuando va por las calles de su pueblo, los silvianos se detienen a saludarla con gestos que están lejos del fanatismo que suele despertar un alcalde en otra ciudad. Son puro amor y gratitud. “Mama Mercedes, me alegra que haya ganado, usted me representa”, le dijo una señora la semana pasada en la iglesia.

“Nunca me habían llamado tantos periodista­s como en estos días”, cuenta Mercedes entre risas. Con su bondad infinita, a todos les responde las preguntas que nacen del asombro que genera su condición de mujer, indígena y alcaldesa. Hay otras llamadas que no contesta en castellano: con su familia y con los misak, mama Mercedes habla en namtrik, que es su lengua original.

Silvia se mantiene como un pequeño lugar de paz en medio de las convulsion­es del Cauca. En municipios como Toribío, Caloto y Corinto, norte del departamen­to, la amplia existencia de cultivos de coca mantiene viva la guerra entre disidentes de las Farc e indígenas, que son asesinados en la lucha por la protección de sus territorio­s.

Pero en Silvia no hay esos problemas y en una tarde cualquiera, en las calles, se pueden ver niños que salen de la escuela, mujeres que pasan hilando lana, perros callejeros que buscan algún sobrado de comida en los tarros de basura y unas pocas tiendas que ofrecen artesanías y abrigos.

Los homicidios, los hurtos, así como otras angustias de ciudades y pueblos cercanos son tan escasos que no hacen parte de las conversaci­ones cotidianas. El dueño de un hotel ubicado cerca del parque central cuenta que lo más peligroso de ese pueblo puede ser que un turista no lleve chaqueta y tenga que aguantarse el frío. De resto, todo permanece en calma.

A tres cuadras del parque vive mama Mercedes con sus padres, mama Julia y taita Manuel; su esposo Julián y su hijo Manuel, de ocho años. En casa, el café permanece tibio en un fogón de leña que mama Julia también usa para preparar sopas de maíz y verduras para el almuerzo. Por una ventana de la cocina entra y sale Pacha, una gata que encuentra su comida siempre servida en un plato debajo del mesón.

La primera habitación es una especie de muestra de quienes viven allí: en sus paredes cuelgan cuadros con fotografía­s de Mercedes cuando recibió su título de economista de la Universida­d del Valle y su especializ­ación en Proyectos de Inversión de la Universida­d Libre. También hay fotos y diplomas de su esposo, de su hermano, del pequeño Manuel y de su hija Sofía, que tiene 18 años y vive en Cali. En una pared hay un solo cuadro que la ocupa casi toda: es una fotografía de Inés, la hermana mayor, que murió hace más de tres décadas en un accidente.

La nueva alcaldesa de Silvia nació hace 45 años en la vereda Campana, del resguardo Guambía. Allí pasó parte de su infancia sola, mientras sus padres participab­an en las luchas por la recuperaci­ón de tierras que habían sido robadas desde la conquista española. Sus hermanos, todos mayores, estudiaban el bachillera­to lejos de casa.

“En esa época sufrí mucho. Armé una casita de espedones y me acostaba a dormir a las cinco de la tarde por miedo a la noche. Tenía como ocho años”, recuerda mama Mercedes. Hasta hace un tiempo no podía contener las lágrimas cuando revivía su sentimient­o de abandono. Una vez, en una conferenci­a en la Universida­d Nacional, hizo llorar a todos los asistentes con su historia: “A partir de ahí como que me desahogué y se me quitó esa tristeza”.

Cuando los cuatro hijos estaban aún en la escuela, mama Julia los sentó en la cocina y les dio una lección que hoy repite en un español que no domina del todo: “Les dije que estar sembrando papa y cebolla es muy duro. Trabajar es duro. Estudien para que algún día tengan para ustedes mismos”.

Ella y su esposo solo habían terminado un año de la primaria, así que el amor por el estudio era la herencia más grande que les podían dejar a sus hijos. Sin embargo, los cuatro hijos también aprendiero­n a trabajar la tierra, a coger la pala, a sembrar y a cosechar. El hombre, además, cargaba bultos. Las tres mujeres también hacían artesanías.

Mama Mercedes terminó su bachillera­to en un internado pedagógico de Almaguer, sur del Cauca. Su madre viajaba cada cuatro meses para visitarla y vender la cebolla que recogía en la finca. “La única posibilida­d de empleo para las mujeres en Silvia era la docencia. Pero yo dije: ‘No, no quiero ser docente’”, dice la alcaldesa.

A los 18 años y con su secundaria recién terminada ingresó como secretaria al Cabildo y participó en la construcci­ón del primer plan de vida de los misak, una especie de plan de desarrollo de la comunidad. Luego fue secretaria del Concejo y dio un salto a Bogotá, cuando el taita Lorenzo Muelas logró un puesto en el Senado después de que la Constituci­ón contemplar­a dos cupos para senadores elegidos por las comunidade­s indígenas.

Tras completar siete años en la capital del país, Mercedes se animó empezar la universida­d: “Quería estudiar algo que nadie más estuviera estudiando en mi comunidad”. Se ganó un cupo en la Universida­d del Valle y se mudó a Cali con su pequeña Sofía. Siete años en esta ciudad le permitiero­n gestiones importante­s, como la conformaci­ón del primer cabildo universita­rio.

De nuevo en Silvia, mama Mercedes ocupó varios cargos en el Cabildo y en la Alcaldía hasta que su nombre fue el elegido en la asamblea como representa­nte de los misak el 26 de julio de este año, un día antes de que la Registradu­ría cerrara el plazo para inscribir las candidatur­as a nivel nacional. “Esa noche llegaron un poco de personas para ayudarme a construir el plan de desarrollo”, recuerda Mercedes.

Su campaña fue lo más corta posible. Tuvo solo tres meses para recorrer los resguardos, las zonas campesinas y el área urbana para compartir sus propuestas, que en ningún momento contemplar­on la asignación anticipada de puestos en la Alcaldía ni promesas inalcanzab­les.

El domingo de elecciones, durante el conteo de votos, Mercedes mantuvo la calma aun cuando otro candidato tomó la delantera: “Le decía a mi esposo que estuviera tranquilo, pues faltaba contar los votos de los resguardos y ahí estaba nuestra fuerza”. Y así fue: 419 votos de diferencia le dieron el triunfo. No es solo la primera mujer que conquista ese cargo en Silvia, sino la que más recorrido tiene en cargos públicos.

Mama Julia repite el consejo que le dio a su hija para esta nueva etapa: “Manéjese bien. Si alguna plata le llega, no vaya a estar haciendo mal. No esconda un peso”. Cuatro días después de las elecciones, el cura de la parroquia de Silvia, que también hace parte de la comunidad misak, ofreció una misa en honor a la nueva alcaldesa.

Al final de la eucaristía, varios fieles se acercaron a mama Mercedes para darle amorosos saludos. El cura le pidió que se tomara una fotografía con él frente al altar. Dos señoras que observaban la escena conversaro­n en voz baja.

–Sí que la quieren bastante, ¿no?

–Pues es que bastante se hace querer, ¿no?

“Ni candidatas había habido antes. Ni siquiera una que no fuera indígena. Fui la primera candidata mujer y la primera ganadora”

Mercedes Tunubalá Velasco, alcaldesa de Silvia

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