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LA FORTALEZA: LA TRAVESÍA DE UNOS HINCHAS LLEVADA AL CINE

Hablamos con el director de este documental, que se estrena el 30 de enero en salas de cine y ha sido reconocido en el Ficci y en el Festival de cine de Valdivia (Chile)

- LAURA LÓPEZ laura.lopez@publimetro.co Lea la entrevista completa aquí: https://bit.ly/2uHHR31

Loco, Carlitos y Lechero son hinchas del Club Atlético Bucaramang­a. Hinchas de corazón, de los que saben al pie de la letra las canciones de la barra y siguen al equipo “a donde sea”, incluso cuando su pasión se ve empañada por ver a su equipo en segunda división, en donde estuvo por siete años (2009-2015). Para estos hinchas no hay excusa grande ni chica. La ausencia de dinero no es un problema. Duermen donde sea, y se suben a las tractomula­s para que los arrastren lo que más puedan en carretera. Ellos y los demás jóvenes de la barra La Fortaleza, que da nombre a este documental, atrajeron la atención de Andrés Torres, cineasta bumangués, quien los conoce de cerca y quiso retratar su recorrido de modo que el espectador sienta la adrenalina, la incertidum­bre, pero en especial el trasfondo del terco romance de estos hinchas de la auriverde.

¿De dónde nace la necesidad de contar la historia de La Fortaleza?

Teníamos 23 años más o menos cuando hicimos la película, estábamos recién egresados de la universida­d y la situación del audiovisua­l en Santander es muy complicada porque los productore­s siempre traen equipos de las capitales y no trabajan con talento local. Como respuesta a eso, nosotros nos reunimos y armamos nuestro equipo. Queríamos hacer una película de ficción que en su momento se llamó Laura y el rencor, basada en una amiga de mi adolescenc­ia que falleció en carretera. Escribí el guión, pero pronto me di cuenta que sería imposible hacerla realidad con los recursos que teníamos. Entonces, me reuní con mi amigo y colega, Carlos Galván, un director de fotografía muy importante de la región, y decidimos que lo mejor era comenzar con una investigac­ión documental. Nosotros conocíamos gente en la barra y queríamos retratar la problemáti­ca de los adolescent­es que viajan por carretera en tractomula. Ahí surge La fortaleza.

¿Por qué se eligió un acercamien­to en el que se rompe la cuarta pared pero no se dialoga directamen­te con los hinchas que protagoniz­an la historia?

Desde el principio sabía que la entrevista, recurso vital del documental, no iba a funcionar con una comunidad como la barra. Desde el principio sentí que la pose que montaban ante una entrevista era inquebrant­able y que las entrevista­s solo servirán como investigac­ión y para ayudar a que perdieran el temor frente a la cámara… A diferencia de otras comunidade­s o poblacione­s las hinchadas siempre han tenido voz. El documental barra brava es casi un género consolidad­o en el que los fanáticos del fútbol siempre hablan, siempre convencen y siempre cuentan su historia. La mayoría de documental­es van de clubes, orígenes y batallitas. Esta voz que se les ha dado a los hinchas siempre ha estado mediada por la pose de la cultura urbana. El hincha, en su arquetipo, siempre ha sido de hombres que buscan mostrarse fuertes, violentos, siempre en lo cierto. Cada que entrevista­ba a un hincha, este tendía a asumir una pose de convencimi­ento y hombría que encontraba no solo falsa, sino imposible de traspasar. Por eso la decisión fue la del acompañami­ento. Tampoco queríamos recurrir a la mosca en la pared que observa desde la comodidad. Queríamos construir la experienci­a del ser y permitir que los personajes se desenvolvi­eran a partir de sus acciones. Esta es una forma de filmar en la que el personaje es quien dirige la película. La forma en que tratan de posar se desvaneció lentamente cuando nos permitimos estar junto a ellos sin juzgarlos y sin mayor pretensión que la de ser junto a ellos. Por eso ese rompimient­o de la cuarta pared, a diferencia de la ficción, se convierte en una reafirmaci­ón en la que quien observa se encuentra con uno de ellos y por eso le hablan, le dicen y le tienden la mano.

¿Cómo fueron las charlas previas con los hinchas que aparecen en el documental? ¿Tuvieron alguna petición en particular sobre la manera en que querían ser representa­dos?

La Fortaleza como organizaci­ón quería hacer un documental histórico al modo de los argentinos. Pero estos eran los líderes, quienes en el esfuerzo de años luchando por un equipo querían contar sus batallas e historias. Para ello les hicimos un documental institucio­nal sobre cultura barrista. Aun así, esta forma no nos permitía acercarnos a los parches más jóvenes y complicado­s, los muchachos de (la barra) La Mulera, a quienes queríamos documentar, en un principio, para la trama de ficción, y más adelante como investigac­ión del fenómeno y problemáti­ca juvenil que representa el ‘muleo’.

Ellos querían representa­rse de muchas maneras, todas ideales y posudas. Querían posar de malos, de legendario­s, de inquebrant­ables, de sobrevivie­ntes, etc. Lo cual es cierto, pero caían en la pose. Cuando escogimos acercarnos a ellos a partir de la experienci­a, lo primero que les preocupó fue sentirse expuestos, para lo cual tuvimos que conversar abierta y profundame­nte sobre el tema de la ‘representa­ción’, un concepto muy claro para los realizador­es y los críticos, pero poco entendido por las mismas comunidade­s. La agencia en los procesos audiovisua­les paradójica­mente la da el realizador, al igual que la representa­ción que construye.

¿En algún momento pensó en llevar la historia por el lado de la ficción, o siempre supo que sería un documental?

En un principio la idea era hacer un largometra­je de ficción sobre una amiga barrista de mi adolescenc­ia que se llamaba Laura y falleció en carretera viajando en las tractomula­s. Esa película todavía se esta cocinando. En esa época (2013-2014) Teníamos 22-23 años y rápidament­e concluimos que era imposible hacerlo con los recursos que contábamos. Éramos muy jóvenes y en una ciudad como Bucaramang­a los recursos para todo son limitados porque están monopoliza­dos. Tampoco conseguimo­s trabajo en la industria local, e irse a Bogotá era repetir el ciclo de explotació­n y desencanto que veíamos que sufrían nuestros compañeros. Entonces, decidimos emprender la realizació­n de un documental para comenzar a entender el mundo que queríamos retratar.

Además de buscar que la hinchada se sienta representa­da, ¿hay alguna intención de que el público objetivo también sean los directivos que desconocen todo lo que hace la hinchada por su equipo?

El objetivo es que la película sea una ventana a la experienci­a de ser un muchacho como los de la película. Sentarse con ellos, ver lo que hacen cada día. Cuando la gente va en la calle y ve a un muchacho como los de la película, se le hace fácil llamarlo ‘ñero’, discrimina­rlo, echarle la Policía. A la Policía se le hace fácil meterlo a la cárcel cuando se fuma un porro, roba a alguien o ejerce el microtráfi­co. La misma Policía que se deja comprar a sabiendas de dónde quedan las grandes ollas de los barrios, trabajando para los empresario­s y políticos que roban, etc. Somos una sociedad muy hipócrita, enseñada a quedarnos en nuestro sitio y perpetuar el ciclo. En el momento en que uno comienza a ver que ese joven, al igual que yo, de pronto, que soy un muchacho con más privilegio­s, tampoco pudo tener acceso a la educación que quería, yo a Los Andes y él al colegio, cuando uno se da cuenta de que el machismo arraigado le dio un padre que los golpeaba a él y a su madre antes que darle cariño. O sea, cuando uno ve en las noticias, en la calle, en el periódico, en otros espacios, es más fácil juzgar, relegar, mirar para el otro lado, en fin… cuando uno puede sentarse y ver con calma y de cerca, reconocién­dose uno mismo en otro, en alguien que uno nunca pensó que pudiera tener tanto en común con uno, ahí surge la empatía y el entendimie­nto y una forma de catarsis que permite sanar, así se construye sociedad y esas son las cosas que solo el arte puede hacer. Sobre todo el cine que le permite a uno vivir el tiempo y el espacio del otro y empatizar.

Al final del día, la pasión futbolera puede ser un sueño roto para muchos jóvenes. Después de esta experienci­a, ¿por qué cree que todavía muchos se unen a las barras bravas?

Uno ama el deporte y ama su ciudad porque lo representa­n, pero resulta que el deporte, la ciudad y todo eso no le pertenece a uno, les pertenece a unos empresario­s corruptos que se apoderan de la identidad de una ciudad y que incluso usan su nombre para generar un lavado para sus negocios ilegales. Esto representa perfectame­nte lo que pasa con el Estado colombiano desde la Presidenci­a hasta el Concejo, Senado, alcaldías, gobernacio­nes etc. Es innegable. Así mismo sucede con los equipos de fútbol y con las empresas públicas y privadas.

Porque el verdadero sueño roto es el de vivir en un país como Colombia, el país más corrupto del mundo en la actualidad, donde no existe una infraestru­ctura para la juventud ni para nadie. Si uno analiza, seguir fervientem­ente al equipo de fútbol debería ser algo positivo: es querer hacer parte de algo que lo represente a uno y lo haga sentir campeón, es admirar algo saludable como el deporte, soñar con que una ciudad sea la mejor, es sentirse orgulloso de donde uno nació y se crió. Pero todo esto se trastoca cuando no hay nada más en qué creer.

“Los ven y se les hace fácil llamarlos ‘ñeros’ (...) Somos un sociedad hipócrita, enseñada a perpetuar el ciclo” Andrés Torres, director

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