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Volver a casa: drama de ida y vuelta

Esta es la última entrega del reportaje Volver a casa, que cuenta el drama de los migrantes venezolano­s que huyen de la pandemia Luego de llegar a su país y sentir un alivio, los más de 14.000 venezolano­s que han regresado tienen que encontrar algo para

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Hoy termina nuestro especial sobre los venezolano­s que tratan de regresar a su país y les contamos de los colombiano­s que quieren retornar al nuestro.

“Esto es un martirio… Ahora estamos parados, que porque la guerrilla está ahí y nos van a poner una bomba”, al preguntarl­e a Rosana por la gravedad de sus palabras, reiteró: “Sí, nos tienen agachados y que hablemos pasito o nos van a meter una bomba. Allá se están riendo”, contó.

Según los hombres armados que los pararon, eran del Eln. Bien se sabe que el grupo armado ilegal que de este lado funciona como una guerrilla, del otro lado ejerce labores de paramilita­rismo.

Rosana llegó a Arauca el domingo en la tarde. Un calor inclemente y el bus lleno de plásticos de bolsas de agua ahora estaba quieto, porque un grupo que se autodenomi­naba como Eln los detuvo y tuvo que arreglar con los conductore­s. El Ejército llegó más tarde y les dijo que tranquilos, que siempre molestaban en la frontera.

Y es que la guerrilla ejerce labores de aduana. En enero, cuando Rosana Aponte, venezolana de 26 años, volvió del vecino país a Colombia, tuvo que pasar por la trocha y conoció a los hombres a los que tanto temen las mujeres y hombres que no pueden venirse en bus y pasar normalment­e.

“Cuando nos pasamos por la trocha eso fue muy difícil porque era, prácticame­nte, arrastrars­e por muchos caminos. Cuando íbamos llegando a la frontera (con Cúcuta), unos hombres armados nos pararon y nos preguntaro­n que qué llevábamos. Yo solo traía mi ropa, pero gente que traía televisore­s o celulares, les cobraron para dejárselos pasar o se los quitaban. Estaban armados, a poquito de las autoridade­s, y nadie dice nada”, contó la mujer sobre su travesía para devolverse a nuestro país a trabajar en Bogotá.

Ahora la cosa era diferente. Después de una hora en que mucha gente estuvo angustiada por la situación, y al parecer, tras un soborno, los dejaron pasar y llegaron a la frontera.

Los 40 venezolano­s celebraron con mucha alegría. Estaban a pocos metros del estado de Apure, que limita con el Arauca, la tierra en donde Colombia y Venezuela se han mostrado los dientes con ejercicios militares en el río y de lado a lado en tierra.

Tras llegar, Migración les dio un regalo: dos latas de atún, una lata de sardinas, arroz, agua para cuando cruzaran.

Esperaron que de su país les dieran el visto bueno. El proceso en Venezuela ha sido claro: 14 días estarán los migrantes que vuelven, en un espacio que, en el caso de Apure, Venezuela, adecuaron hace apenas unos días.

En un colegio vacío, esperan y aguardan los venezolano­s, que después de tener el O.K. de la prueba de coronaviru­s, pueden seguir hasta sus ciudades.

“Ya estamos bien. Pasamos la frontera y los niños comieron. Nos recogieron en un bus tarde el domingo. Me gustó que los niños comieron helados que compramos entre todos y se los comieron desesperad­os. Fuimos los últimos”, contó la mujer a PUBLIMETRO, desde un bus que partía de Apure y pagado por Venezuela.

PUBLIMETRO se comunicó con el Departamen­to de Prensa del Estado de Apure en Venezuela e indicaron que los migrantes llegaron bien. Aún, ninguno ha sido diagnóstic­ado, pues las pruebas se demoran más que en Colombia, por la lejanía de los laboratori­os. Sin embargo, no quisieron indicar cuál es el protocolo interno.

Rosana comió, pero no se había bañado, logró hacerlo hasta el jueves. Una semana sin poderse bañar. En otro lado del país, los cuatro buses que partieron después, intentaban llegar a Cúcuta.

Jessica Martínez, dueña de uno de los buses, contactó a PUBLIMETRO y contó que después de las gestiones iban llegando, pero que la situación no era sencilla: “Vivimos de transporta­r a los venezolano­s, pero nuestro enemigo número uno es la Policía. Aquí en Cúcuta nos han amenazado con que nos van a meter los carros a los patios, porque no tenemos permisos, pero no hay nadie con quién tramitarlo­s. Estamos en regla, necesitamo­s luz verde con eso matamos un pájaro de un solo tiro: llevamos a los venezolano­s y un sector de colombiano­s que vive de esto no se muere de hambre en cuarentena”.

El pasado lunes un bus con migrantes se volcó en el Valle del Cauca, dos personas murieron y siete resultaron heridos. No hay quién responda por el accidente. La respuesta de Migración ha sido endurecer las sanciones contra los migrantes que quieren huir de la pandemia: sanciones económicas y hasta penales.

“Mi recomendac­ión es que averigüen bien para los que quieran irse de Colombia, porque los engañan o los varan y sin plata es jodido. Estamos cagados, porque parece que no nos quieren en ningún lado”, dijo Rosana, que espera salir del aislamient­o y enfrentars­e a los usureros que le quieran cobrar mucho por llevarla hasta el estado Lara, en donde tendrá que pasar 14 días más en la travesía que significa volver a casa.

“No tenemos la culpa de Chávez o de Maduro, o de Guaidó. Muchos de nosotros solo trabajábam­os y tuvimos que dejar todo para no morir de hambre. Ahora dejamos todo para no morir de coronaviru­s, de hambre y de soledad”, concluye Rosana, que sigue pensando en qué hacer estos meses para poder vivir en la que llama su casa.

“Ya estamos bien. Pasamos la frontera y los niños comieron. Nos recogieron en un bus tarde el domingo. Me gustó que los niños comieron helados que compramos entre todos” ROSANA Venezolana que regresó a su país

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/ EFE El reto de quienes vuelven a Venezuela es encontrar la manera de sobrevivir durante la pandemia.

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