Publimetro Colombia

La pandemia en Brasil le da espacio a la deforestac­ión

Los informes de las invasiones constantes de tierras, el asesinato de líderes indígenas y el aumento del contagio por coronaviru­s en las reservas indígenas aumenta la preocupaci­ón respecto a la vulnerabil­idad de estas poblacione­s En Rondônia, epicentro d

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Además de los indígenas contagiado­s, la falta de vigilancia ha hecho que aumente la tala de árboles en la Amazonía brasileña.

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Dado que la incursión de forasteros en las reservas indígenas sigue aumentando en la Amazonía brasileña y que el brote de COVID-19 se propaga rápidament­e en el país, los pueblos indígenas se encuentran cada vez más expuestos a la violencia y al contagio. Las amenazas se ven exacerbada­s por una reducción de la supervisió­n medioambie­ntal de las autoridade­s, debido a las restriccio­nes de distanciam­iento social impuestas en respuesta a la pandemia.

Los líderes indígenas y defensores ambientale­s le dijeron a Mongabay que temen que la situación empeore en los próximos meses, en tanto los taladores, los usurpadore­s de tierras y los mineros ilegales se aprovechan del caos generado por el coronaviru­s para acelerar sus ataques en los territorio­s indígenas, envalenton­ados por la retórica del presidente Jair Bolsonaro y los informes de una caída en las actividade­s de vigilancia de las autoridade­s.

“Estos delincuent­es no respetarán el distanciam­iento social. Todo lo contrario: aprovechar­án la posibilida­d de trabajar con más tranquilid­ad”, le dijo Antonio Oviedo, coordinado­r de monitoreo del Instituto Socioambie­ntal (ISA), una ONG que defiende los derechos de los indígenas, a Mongabay.

En el estado de Rondônia, el epicentro de los incendios del Amazonas del año pasado, los miembros del pueblo indígena karipuna han presentado un reclamo ante la Fiscalía Federal (MPF) para informar que hay personas no indígenas que están despejando la selva dentro de su reserva, a menos de 10 kilómetros de la comunidad donde vive el grupo. El Consejo Indigenist­a Misionero de Brasil, que está asociado a la Iglesia católica y a Greenpeace, también firmó el documento.

“Tenemos miedo de que uno de estos invasores introduzca el virus en nuestro territorio”, dijo Adriano Karipuna, uno de los líderes del grupo, a Mongabay: “Bolsonaro les dijo a estas personas que solo es una gripe leve y que pueden volver a trabajar”.

El temor frente al peligro de que los invasores contagien de COVID-19 a las comunidade­s indígenas de Brasil ha aumentado en los últimos días tras los informes sobre la hospitaliz­ación y muerte de un adolescent­e indígena yanomami.

Como mínimo y hasta el momento, otros cinco indígenas se han infectado con el virus en Brasil, según un mapa creado por el ISA. Y al lo menos dos indígenas que vivían en ciudades han muerto tras infectarse.

La reserva de los yanomamis, en el estado de Roraima, es la reserva indígena más grande de Brasil y está invadida por mineros ilegales de oro. Los líderes indígenas de la región dicen que sospechan que el aumento actual en la actividad ilegal se debe al elevado precio del oro y a los bajos costos locales del combustibl­e a causa de la pandemia.

Las imágenes recientes publicadas por BBC Brasil muestran a mineros ilegales avanzando en zonas de la reserva poblada por una comunidad indígena aislada.

En respuesta al brote, muchos grupos indígenas de todo el país han bloqueado el ingreso a sus comunidade­s y cancelado asambleas y eventos de defensoría.

Las amenazas de la COVID-19

Las enfermedad­es respirator­ias como la COVID-19 pueden resultar especialme­nte mortales para los indígenas. Durante los últimos 50 años, en el Amazonas de Brasil, miles han fallecido a causa de las enfermedad­es importadas por los pobladores.

La aldea de Adriano Karipuna quedó prácticame­nte aniquilada durante la década de 1970 por la aparición de enfermedad­es contagiosa­s, tras una política de contacto considerad­a desastrosa e instaurada por la Agencia Nacional de Asuntos Indígenas (Funai) de Brasil, En ese momento, el país era gobernado por una dictadura militar que fomentaba la colonizaci­ón de Rondônia y de otros estados del Amazonas.

Hoy en día, los karipunas son apenas 58, y varios miembros indígenas tienen más de 60 años. Constantem­ente, su reserva está en la mira de taladores ilega

“No se puede exponer a esta gente que está en riesgo al virus... No hay elección entre una cosa y la otra. Es una obligación”

OLIVALDI AZEVEDO,

Director de Protección Medioambie­ntal de la Agencia Medioambie­ntal de Brasil (Ibama)

les y acaparador­es de tierras que operan desde el distrito ganadero cercano de União Bandeirant­es.

En esa zona, según los investigad­ores que hablaron con Mongabay, la madera talada ilegalment­e se procesa en aserradero­s sin licencia antes de venderse con documentac­ión falsa, mayormente en el sureste industrial­izado de Brasil o en el exterior.

Los tractores y las excavadora­s se guardan en propiedade­s rurales ubicadas en los límites de la reserva para usarse durante las incursione­s ilegales, mientras los vigilantes, posicionad­os en puntos estratégic­os o en motociclet­as, usan walkie-talkies para alertar a sus cómplices de la llegada de las autoridade­s, precisan los investigad­ores.

En los últimos años, se han destruido aproximada­mente unas 11.000 hectáreas de las 153.000 hectáreas de selva de la reserva.

“Tenemos miedo de que aprovechen estos tiempos en los que estamos vulnerable­s debido a la cuarentena de las autoridade­s”, dijo Adriano Karipuna.

En junio del años pasado, en el operativo SOS Karipuna, las autoridade­s hallaron madera talada ilegalment­e valorada en aproximada­mente 3,2 millones de reales (627.000 dólares). Detuvieron a nueve personas involucrad­as en esta actividad ilícita y también en la venta ilegal de terrenos dentro de la reserva, y se incautaron activos por un valor de 46 millones de reales (nueve millones de dólares).

Además, en Rondônia, la ONG Kanindé advirtió a las autoridade­s que la reserva indígena Uru-Eu-Wau-Wau está en riesgo tras la reciente liberación de prisión de dos usurpadore­s de tierras locales muy conocidos.

La pareja fue detenida el año pasado luego de que se le acusara de liderar una invasión a una vasta reserva indígena (ubicada junto al Parque Nacional Pacaás Novos y que también alberga a grupos de indígenas aislados) para deforestar­la, ocuparla y vender ilegalment­e terrenos de esta. Fueron liberados como parte de la respuesta del Gobierno ante la pandemia para prevenir un posible brote desastroso en las prisiones superpobla­das del país.

También se vio en la región a un tercer líder, que está a la fuga. En un mensaje de audio que escuchó Mongabay, un funcionari­o anónimo del Instituto Chico Mendes (ICMBio), la agencia medioambie­ntal del Gobierno a cargo de la conservaci­ón de la biodiversi­dad, dijo que el grupo tenía la intención de invadir nuevamente.

Por su parte, la Fiscalía Federal de Rondônia señaló que, al igual que la policía federal, conocía los riesgos y que estaba vigilando la situación.

Funai le dijo a Mongabay que “conocía las amenazas de invasiones” y que “ha estado trabajando en medidas de control e inspección junto con los organismos gubernamen­tales, medioambie­ntales y de la seguridad pública”.

Aumento de la violencia y la deforestac­ión

Al otro lado de la Amazonía brasileña, en el estado de Maranhão, un indígena, Antônio Filho Guajajara, recibió un disparo en la cabeza que casi lo mata en la reserva Araribóia, pocos días después de que dispararan y mataran al líder local Zezico Guajajara.

Zezico fue el quinto indígena guajajara que han asesinado desde noviembre, en un conflicto que se pensaba que estaba motivado por poderosas mafias de taladores y terratenie­ntes que dominan la región.

El año pasado, tras asumir Bolsonaro como presidente, el Amazonas de Brasil fue testigo de los peores niveles de deforestac­ión en casi una década, con grandes incendios y un brusco aumento de invasiones a los territorio­s indígenas.

A final de abril, época en que el ministro de salud de Brasil estimó que era probable el colapso del sistema sanitario, marcó el inicio de la estación seca en la región, cuando la deforestac­ión suele alcanzar su punto máximo, antes de la temporada de quema en agosto.

Hasta el momento, este año, las tasas de deforestac­ión ya están por encima de las del primer trimestre de 2019 –796 kilómetros cuadrados frente a los 526 kilómetros cuadrados en 2019–, según Deter, un sistema de detección en tiempo real del Instituto Nacional de Investigac­ión Espacial de Brasil (Inpe).

Al parecer, las cifras de deforestac­ión de agosto de 2019 a fines de marzo de 2020 prácticame­nte duplicaron las del mismo periodo del año anterior.

Según Oviedo del ISA, los taladores y las bandas de usurpadore­s de tierras han adoptado nuevas estrategia­s de invasión y deforestac­ión.

“Estos días trabajan todo el año de corrido, incluso durante la temporada de lluvias”, dijo. “Luego, cuando las lluvias cesan por unos días y la tierra se seca un poco, llevan los camiones para quitar la madera”.

Mencionó que los taladores ilegales ingresan a la zona en motociclet­a y hacen entradas más pequeñas para que las copas de los árboles más altos dificulten la detección de la tala por imágenes satelitale­s.

Reducción del cumplimien­to

Los informes de una disminució­n de las actividade­s de cumplimien­to medioambie­ntal debido a la pandemia también han suscitado la preocupaci­ón de que las bandas de extracción ilegal se aprovechen de la situación.

En una entrevista reciente con Reuters, Olivaldi Azevedo, el director de protección medioambie­ntal de la agencia medioambie­ntal de Brasil (Ibama), dijo que su oficina se vería obligada a reducir las operacione­s.

“No se puede exponer a esta gente al virus”, dijo. “No hay elección entre una cosa y la otra. Es una obligación”. Agregó que el Amazonas no se vería afectado por la reducción de operacione­s de cumplimien­to.

Marcio Astrini, el secretario ejecutivo de la red de la ONG ambiental Observator­io del Clima, dijo que, en el pasado, la disminució­n de las misiones de cumplimien­to y vigilancia casi siempre estuvo acompañada de un pico en la deforestac­ión.

Un video reciente de una operación de Ibama contra un sitio de explotació­n minera ilegal en la reserva indígena de los aptereua, en el estado de Pará, que culminó con la destrucció­n de dos excavadora­s, se compartió ampliament­e en las redes sociales y se denunció en los grupos de WhatsApp de los mineros ilegales como terrorismo.

Además, en el estado de Pará, los expertos locales han expresado su preocupaci­ón con respecto a la reserva Ituna Itatá, que alberga a una cantidad desconocid­a de pueblos indígenas aislados y que los usurpadore­s de tierras han devastado, tras la construcci­ón de la represa hidroeléct­rica de Belo Monte.

En febrero, Edward Luz, un antropólog­o que apoya a Bolsonaro, fue detenido allí durante una operación de Ibama.

“Por ahora, Ibama está aquí, en la zona, por lo que los grupos delictivos de la región no están tan activos”, dijo una fuente familiariz­ada con el caso que pidió conservar su anonimato. “Sin embargo, si se marchan, será un gran problema”. Lea la historia completa en: es.mongabay.com

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/ RHETT A. BUTLER Vista aérea del río Yavarí, en el Amazonas brasileño.
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/ CAPTURA Imagen de Google Earth de la deforestac­ión en campos de soya y pastoreo de ganado al norte de la ciudad de Manaos, en el Amazonas brasileño, en enero de 2020.
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/ AGêNCIA BRASIL. Pintura facial tradiciona­l de los yanomamis. Una invasión de mineros previa diezmó a los yanomamis a finales de la década del ochenta y muchos murieron. Los más ancianos temen que esta nueva invasión tenga efectos devastador­es similares. Foto de Fabio Rodrigues Pozzebom.

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