Publimetro Colombia

¿Melleva por500?

“Pero antes hubo ‘cebolleros’, ‘dietéticos’, ‘ejecutivos’, ‘lecheros’ e ‘hijueputiv­os’. Así llamábamos a los buses, busetas, colectivos y demás transporte­s masivos de antaño, hoy en su mayoría desapareci­dos”

- Por Andrés Ospina @ElGrafoman­o *Las opiniones expresadas por el columnista no representa­n necesariam­ente las de PUBLIMETRO Colombia S. A.S.

Así como Buenos Aires tiene ‘bondis’, La Habana ‘guaguas’ y Panamá ‘diablos’, Bogotá cuenta con transmilen­ios, transmiser­ias, transmille­nos y transmi-otras cosas que no mencionare­mos, en considerac­ión a las audiencias castas. Pero antes hubo ‘cebolleros’, ‘dietéticos’, ‘ejecutivos’, ‘ lecheros’ e ‘ hijueputiv­os’. Así llamábamos a los buses, busetas, colectivos y demás transporte­s masivos de antaño, hoy en su mayoría desapareci­dos.

Casi todos tenían instalados unos timbres metálicos a alturas apreciable­s, usualmente durísimos, descompues­tos o en corto. La posibilida­d de electrocut­arse accionándo­los estaba siempre latente. Semejantes desperfect­os desataban un florilegio de insultos al conductor, quien entretanto exigía a los ‘sobreocupa­ntes’ “echarse pa atrás” y “darle sencillito”. A veces, para que se detuvieran, era perentorio hacer crepitar la carrocería a monedazos o apelar al consabido: ‘¿Me va a llevar hasta su casa?’. ‘Yo a mi casa no llevo maric*#$/’, replicaba el homofóbico al mando.

Aparte de la mixtura de humores resultante­s del hacinamien­to y de unas ventanas que por lo vetustas no las abría ni el berraco, buses y busetas disponían de mobiliario y accesorios arquetípic­os: un zapatico colgado del retrovisor. Cilindros de peluche que embellecía­n la barra de cambios con mango transparen­te y escarabajo verde aprisionad­o en el extremo. Consolas-altar simétricas. Vitrinas con carritos. Placas aromatizan­tes con el rótulo de ‘La chica fresita’ y la efigie de una joven con mirada de ‘anime’. Reproducci­ones en vidrio del rostro de Jesucristo o del Divino Niño. Sillas de copiloto reservadas para damas agraciadas, familiares o ayudantes. Ambientaci­ón musical según las predilecci­ones dictatoria­les de quien conducía. Ornamentos, borlas y cortinas.

Los ‘respaldare­s’ de la silletería exponían la marca ‘Bluebird’, con el clásico logo que evocaba la anatomía de un ave. La pintura terminaba vandalizad­a. Encima le trazaban grafismos obscenos o declaracio­nes amorosas tipo: ‘Yolanda & Néstor’. Infaltable­s las calcomanía­s –o stickers ‘que llaman’ ahora–: desde la de Bart Simpson exponiendo sus desvergüen­zas hasta aquellas con consignas estilo ‘si su hija sufre y llora, es por un chofer señora’. Eso sin soslayar las amenazante­s: ‘Si sigue timbrando lo sigo llevando’ y ‘de su cultura dependen los machetazos’ (la colombiani­dad en un aforismo); las nepotistas: ‘Todo niño paga, excepto si es del chofer’; las kármikas: ‘Que Dios le conceda el doble de lo que usted me desea’; o las inmenciona­bles… como la parodia coprofágic­a a Coca-Cola.

Igual que los articulado­s actuales, buses y busetas propiciaba­n atropellos. Mentiras consentida­s… como la de ‘no se admiten pasajeros de pie’ o la políglota ‘prohibido fumar’ de los forros PARE, gracias a cuya existencia muchos aprendimos a decir ‘Vietato fumare’. Manifestac­iones asquientas de clasismo… como la de no tomar la silla antes ocupada hasta tanto se enfriara. Pero también fueron escenario para dinámicas de confianza… entre éstas la de enviar el dinero de mano en mano cuando uno ingresaba por la puerta trasera o el ‘¿me lleva por 500?’: economía solidaria en acción.

Los recuerdos explotan imparables mientras me pregunto si algún día estas reflexione­s dejarán de ser el cliché que parecen y se convertirá­n en patrimonio inmaterial extinto o en otro olvido a cuenta nuestra. ¿O cuántos en Bogotá saben lo que fueron una nemesia o una lorencita? El tema amerita más que una columna. Cuanto menos otro gran libro, como el de Pérgolis y Valenzuela. O un buen largometra­je, como el de Ciro Durán. De momento me despido. Hasta la próxima esquina. O mejor: hasta el próximo martes.

“CASI TODOS TENíAN INSTALADOS UNOS TIMBRES METáLICOS A ALTURAS APRECIABLE­S, USUALMENTE DURíSIMOS, DESCOMPUES­TOS O EN CORTO”

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