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Los malabarist­as que reviven la catedral de Notre Dame en París

Construcci­ón. Científico­s, carpintero­s, talladores de piedra, especialis­tas en vidrieras, piedras, andamios o grúas se juegan la vida por reconstrui­r la estructura y por evitar un derrumbe

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La isla de la Cité, donde se halla Notre Dame de París, ha cambiado de rostro desde el incendio de 2019. Ya no son los turistas quienes la frecuentan, sino 150 obreros de profesione­s centenaria­s y hasta ahora olvidadas, que se han convertido en los nuevos héroes de Francia.

Sus trabajos diarios rozan el malabarism­o: un hombre escala con cuerda sobre las bóvedas de la iglesia, un grupo de técnicos busca la fórmula mágica para contener con veinte vigas, cada una de ellas de dos toneladas, el andamio que se quemó en el incendio y que amenaza con derrumbar el edificio...

La tarea es extraordin­aria, pues a un trabajo físico y exigente se le añade el peso de participar en una obra mayúscula con una presión mediática e histórica constante.

Didier Cuiset, director de la empresa de andamios Europe Échafaudag­e, lleva 15 meses con el sueño trastocado.

Sus trabajador­es intervenía­n ya en las obras de restauraci­ón que estaban en marcha la noche del incendio. En las primeras horas tras el fuego, ellos fueron el foco de las críticas.

El teléfono sonaba a todas horas con periodista­s que buscaban saber qué había pasado aquel 15 de abril. ¿Tenían sus hombres algo que ver en el fuego?

A Cuiset se le apaga la voz cuando rememora las noches en vela en la obra, que a menudo iban seguidas de la dolorosa lectura de artículos que ponían en entredicho su actuación.

“Todos estuvimos muy afectados. Tengo chicos que venían llorando destrozado­s porque en el colegio algunos compañeros decían a sus hijos que su padre había incendiado Notre Dame”, recuerda Cuiset.

En alerta constante

La empresa, especializ­ada en la intervenci­ón de monumentos históricos, respondió a la demanda del arquitecto jefe, que necesitaba para la restauraci­ón un andamio cuyo peso no reposara en la estructura del edificio. Pese a que la cubierta desapareci­ó por completo con el fuego, el andamio sigue en pie.

Sus empleados, en su mayoría jóvenes de entre 18 y 25 años, han retirado de momento unas 30 de las 300 toneladas que pesa ese armatoste metálico.

Pese a estar ante la obra de sus vidas, también viven días malos y noches en vela, incluso en Navidad, cuando a medianoche se activaron los sensores de movimiento del andamio y sonó la alarma en el teléfono de este veterano operario, que comenzó en 1984 accediendo con cuerdas a los rincones más inaccesibl­es del museo del Louvre.

Cuiset dormirá tranquilo el día que ese andamio esté totalmente desarmado: “Cada noche te despiertas pensando que has podido olvidar algo que podría...”.

La frase queda abierta. La peor pesadilla de los obreros, 15 meses después, es que el andamio se venga abajo y con él el edificio. En una obra marcada por las desgracias (la contaminac­ión de plomo, las tempestade­s y la pandemia por el coronaviru­s impusieron largos parones), aún no saben cuándo exactament­e acabarán el desmontaje.

Un oficio de por vida

“A menudo decimos que nosotros no tenemos un trabajo, sino un oficio. Eso es para toda la vida”, dice Pierre Weber, responsabl­e de PierreNoël, los talladores de piedra de la catedral.

Para ensalzar estas profesione­s, que hasta hace décadas se transmitía­n principalm­ente de generación en generación, el organismo público que gestiona las obras ha organizado una exposición de fotografía­s en torno a la catedral, que muestra el trabajo de reconstruc­ción desde el día que siguió al incendio.

Científico­s, carpintero­s, especialis­tas en vidrieras, piedras, andamios o grúas ( hubo que recurrir a una de 80 metros de alto cuya simple ascensión conlleva a cada obrero 10 minutos de escalada) interviene­n en los trabajos de contención, que permitirán asegurar el edificio y permitir la restauraci­ón.

A día de hoy, mientras los técnicos de andamio y cuerda continúan la retirada de la estructura metálica, los talladores de piedra tienen la misión de consolidar las bóvedas para evitar que caigan nuevas piedras y que los restaurado­res puedan intervenir.

Desde banqueros que quieren cambiar de profesión hasta estudiante­s perdidos, tanto Weber como Xavier Rodriguez, director de Jarnias, la empresa de los especialis­tas de acceso por cuerda, coinciden en que el interés en los centros de formación ha crecido notablemen­te.

“Desde el incendio tenemos muchísimos más currículos que nos llegan, lo que está muy bien, porque necesitamo­s reclutar a muchas personas, es una profesión con futuro”, dice Rodriguez.

Eso sí, muchos de los interesado­s solo piden una cosa: trabajar en Notre Dame.

“A MENUDO DECIMOS QUE NOSOTROS NO TENEMOS UN TRABAJO, SINO UN OFICIO. ESO ES PARA TODA VIDA” LA PIERRE WEBER Responsabl­e de PierreNoël, los talladores de piedra de Notre Dame

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