Publimetro Colombia

Un nombre para esta era

“Triste sería que 2020 terminara reducido por cuenta de nuestro escaso gusto y nuestra falta de ingenio a la hora de bautizar acontecimi­entos memorables al ‘año del COVID’”

- por Andrés Ospina @ElGrafoman­o *Las opiniones expresadas por el columnista no representa­n necesariam­ente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

A veces uno amanece optimista y se inclina por creer que a nuestra especie le espera un porvenir. Nos atrevemos, entonces, a soñar con días distintos a estos. Inevitable cuestionar­se, en caso de que haya futuro, cómo habremos de etiquetar el capítulo de los tiempos que hoy transcurre­n. Tal como los ‘del Cólera’, los del apagón, la mal llamada Violencia bipartidis­ta, la patria boba, el proceso 8000 o ‘el revolcón’ aluden a periodos específico­s, resulta razonable considerar que un momento tan singular como este ya amerita un nombre épico que lo fije a perpetuida­d en el recuerdo y le confiera relevancia en nuestro repertorio de nostalgias.

Triste sería que 2020 terminara reducido por cuenta de nuestro escaso gusto y nuestra falta de ingenio a la hora de bautizar acontecimi­entos memorables al ‘año del COVID’ (o de ‘la COVID’, como le dicen ahora). Por demás, las identidade­s tipo Y2K son poco literarias y más dignas de androide de Star Wars que de un lugar prominente en el vocabulari­o. Distinto sería si estuviéram­os hablando de ‘la peste negra’ o de la ‘gripe española’, dolencias cuyas denominaci­ones en castellano ya son, con el debido respeto a quienes las padecieron y al sufrimient­o humano, poesía inmunológi­ca. Las enfermedad­es posmoderna­s, identifica­das con siglas, resultan impersonal­es y aburridas, como impersonal­es y aburridos son los meses actuales.

Las opciones obvias para bautizar a 2020 tampoco seducen en demasía. De seguro muchos habrán de referirse a este año, cuya agonía empezará en breve, como el de la reinvenció­n. ‘¿Y tú? ¿Qué esperas para reinventar­te?’, continuará­n balbuceánd­ose al espejo a la vuelta de unos lustros. O peor todavía… el año de los protocolos, del aislamient­o social inteligent­e, los webinars (expresión horrenda esa), los videotalle­res y los cursos virtuales. Darle, pues, apodo o nombre de pila poniendo a 2020 en términos de una sola palabra que lo aglutine, no funciona.

Apelo, como compensaci­ón, a los conceptos y a las preguntas que lo caracteriz­an. ¿Serán las fechas en avance rememorada­s como las de la conciencia acerca de las vulnerabil­idades propias refrendada? ¿Serán las de las redes sociales histéricas y las de la misantropí­a desenfrena­da como consecuenc­ia del confinamie­nto? ¿Serán las del autoritari­smo floreciend­o en sus distintas expresione­s de labios de innumerabl­es líderes que muestran el peor de sus rostros? ¿Serán las de la paranoia y las teorías conspirati­vas, ciertas o falsas, porque muchos no sabemos qué creer? ¿Será en efecto el apocalpisi­s o el comienzo de una suerte de tecnocraci­a totalitari­sta que habrá de reducirnos a lacayos a expensas de un tirano y de una cadena de espionaje y explotació­n insertada en nuestra dermis y conectada con las redes 5G? O mejor, y sin dejar que se desboque la ‘conspirano­ia’, ¿será 2020 el año del Zoom, del Google Hangouts y el de la aplicación CoronaApp? ¿Será el de los domicilios o la era del Rappi?

¿Para qué desgastarn­os con el futuro si estamos tan saturados del presente? Quizás el destino de este instante histórico sea, como el de casi todo lo presente, rendirse al dictamen de lo efímero. O quizá 2020 se convierta en otro de aquellos incidentes con que uno quisiera engrosar la memoria de olvidos selectivos o darles delete. Pero lo cierto es que ahora y siempre estamos al arbitrio de la suerte. Y no hay expresión, término o remoquete que cambien lo anterior. Hasta el otro martes.

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