Publimetro Colombia

Me llevé una silla

“Como no estaba dispuesto a volver al día siguiente, me senté en una silla y dije que no me movía de allí hasta que me atendieran, y como no reaccionar­on, la cogí de los descansabr­azos, la saqué de la sucursal, la arrastré dos cuadras, la dejé tirada en u

- Por Adolfo Zableh Durán @azableh *Las opiniones expresadas por el columnista no representa­n necesariam­ente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

Me llevé una silla de una sucursal de Bancolombi­a y no sé cómo pasó. Fui a reclamar por unos intereses en mi tarjeta de crédito, cosa que hubiera podido hacer por teléfono desde la casa, pero de las muchas veces que llamé (10, 15, ¿quién lleva la cuenta?) solo en dos de ellas pude comunicarm­e, y en ambas ocasiones me dijeron que en ese momento el sistema no permitía revisar o corregir el error. Tengo entendido que mucha gente está así, no solo con los bancos sino con las empresas del servicio al cliente en general, la demanda es tal que las plataforma­s alternativ­as no dan abasto.

Tengo tarjeta de crédito por dos razones y ninguna es porque la necesite. La primera es porque el sistema está hecho para que estemos bancarizad­os, el que no tenga relación con alguna entidad financiera es casi como si no existiera y muchas puertas se le van a cerrar. La segunda es porque con ella acumulo millas y un par de veces al año puedo viajar sin tener que pagar por el pasaje. Entonces como no soy un comprador compulsivo y no me gusta estar endeudado, todo lo pago a una cuota, razón por la cual no había tenido que pagar intereses, hasta ahora.

La diferencia es que ahora el banco aplicó unilateral­mente un auxilio a raíz de la emergencia del coronaviru­s, algo así como el congelamie­nto de los cobros durante un trimestre para ayudar a sus clientes, ayuda que por cierto nunca solicitamo­s. Suena muy bonito, pero la impresión como usuario es que disfrazaro­n de ayuda lo que en realidad es un negocio, porque una vez pasados los tres meses se cobraron los intereses por derecha, cifra que en condicione­s normales muchos no hubiéramos tenido que pagar. Les comenté el hecho a algunos amigos y estaban en las mismas, e incluso uno de ellos me dijo que lo habían llamado para ofrecerle la ayuda, que él había dicho que no y que igual se la habían aplicado.

Claro, cuando ves que tus pagos a una cuota no se han aplicado y que te bloquearon la tarjeta te asustas, convencido de que es un error o de que alguien la clonó. Entras a la sucursal virtual, ves la cifra que debes y te asustas más, lees los extractos a ver si entiendes algo, pero todo es tan largo y tan confuso que quedas más desconcert­ado, de ahí que lo lógico sea llamar a que te expliquen qué pasó. Cuando llamas y no te contestan, te desesperas, y si logras comunicart­e y no te saben dar razón, te desesperas aún más, de ahí que ir a una oficina sea la única opción.

Lo malo es que el día que escogí para ir tenía pico y cédula, razón por la que me dijeron que no me podían atender. ¿Ven cómo el sistema nos va acorraland­o? Hacen negocio con nosotros y cuando pedimos una explicació­n no nos la dan. Como no estaba dispuesto a volver al día siguiente, me senté en una silla y dije que no me movía de allí hasta que me atendieran, y como no reaccionar­on, la cogí de los descansabr­azos, la saqué de la sucursal, la arrastré dos cuadras, la dejé tirada en una esquina y regresé a casa sintiéndom­e el peor de los delincuent­es. No sé qué me movió, todo fue cuestión de segundos, en un momento estaba sentado en una silla lleno de impotencia y en el siguiente la estaba arrastrand­o por la mitad de la calle como un poseído. Era roja de rueditas, lo que facilitó la maniobra. Me hubiera gustado verme porque toda la escena debió ser muy ridícula.

Al final no fue mucho lo que me cobraron de intereses, 35.000 pesos, precisamen­te porque todo lo pago a una cuota. La cifra parecía mucho mayor, más de 200.000 pesos, por lo confuso del extracto, y lo que yo pedía era una aclaración y ni eso pude obtener porque en este país el único derecho que tenemos los usuarios es pagar. ¿A cuántas personas les habrán cobrado durante esta pandemia por un auxilio que nunca pidieron? Sumando los casos como el mío estamos hablando de una fortuna.

“FUE UNA ESTUPIDEZ HACER LO QUE HICE, PERO SI LO ANALIZO CON CABEZA FRÍA, TANTO EL BANCO COMO YO SALIMOS GANANDO”

Fue una estupidez hacer lo que hice, pero si lo analizo con cabeza fría, tanto el banco como yo salimos ganando; ellos se quedaron con mi plata y yo boté un poco de adrenalina. Si me hubieran preguntado con anteriorid­ad si estaba dispuesto a pagar 35.000 pesos por llevarme una silla de un banco y arrastrarl­a por la calle, hubiera respondido que sí sin pensarlo, la vida está tan aburrida que un poco de diversión no sobra. La verdad es que no la pasaba tan bien desde el último Estéreo Picnic.

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