Publimetro Colombia

Un talento desperdici­ado

- por Adolfo Zableh Durán @azableh *Las opiniones expresadas por el columnista no representa­n necesariam­ente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

Una de las películas menos famosas de Robert De Niro se llama Una historia del Bronx. Solo la vi una vez, hace ya varios años, y en ella el actor interpreta a un conductor de bus. La recuerdo porque en una escena dice una frase que se me ha quedado hasta hoy: “No hay nada más triste que el talento desperdici­ado”.

Pienso en ella cada vez que siento que pierdo el tiempo haciendo lo que no debería, es decir, todos los días. Trasladada a otras personas, siempre me hace pensar en Faustino Asprilla (la película es noventera). Talentoso como ninguno, pudo ser lo que hubiera querido ser, jugar en el equipo que quisiera y ganar todo, hasta un mundial, por qué no. A cambio de eso, decidió dejarse ir después de un par de triunfos medianos y vivir de los recuerdos por el resto de su vida, al punto de que a los 27 años, cuando los deportista­s están en el mejor punto de su carrera, era ya un exfutbolis­ta. Ronaldinho hizo lo mismo, pero después y no antes de haber ganado todo lo que un futbolista profesiona­l puede aspirar a ganar.

Nunca pensé que volvería a ver algo parecido hasta que entró en escena James Rodríguez. Su vida parece no haber sido tan disipada con la del tulueño, pero verlo podrirse en un banco de suplentes mientras sus mejores años le pasan por el frente es descorazon­ador. No sé si James sea el mejor jugador colombiano de la historia, como afirmó hace poco en una entrevista, pero llegó a lugares donde muy pocos llegan: goleador de un mundial, 10 del Real Madrid, registros que están reservados para los grandes. Todo parecía un sueño, y lo fue, porque una vez más se confirma que lo importante no es llegar, sino mantenerse, y James supo alcanzar sus sueños, pero parece no saber cómo retenerlos.

Con esa premisa del talento desperdici­ado como regla, lo importante no es lo que James ha hecho, que es mucho, sino lo que pudo lograr y no fue capaz. Todos lo recordamos llorando impotente en el banco de suplentes del estadio del Spartak, en Moscú, luego de la eliminació­n mundialist­a frente a Inglaterra. A ese mundial llegó lesionado y los rumores decían que se debía a su falta de disciplina a la hora de llevar su carrera. Rumores al fin y al cabo, nada comprobabl­e, pero basta con mirar su desempeño de estos últimos años para ver que ahí hay algo raro. Recuerdo haberme quedado en la grada hasta el final y ver a Jordan Henderson acercarse a consolarlo. Cara y cruz. Por un lado, sentado y lesionado, uno de los mejores jugadores

“HOY NADIE QUIERE A JAMES, NADIE DE LOS EQUIPOS DE LA ÉLITE, QUE ES DONDE DEBERÍA ESTAR”

que ha dado el fútbol moderno; del otro, el capitán de esa máquina que es el Liverpool de Klopp, un buen jugador sin duda, pero no mejor que James. Lo que ha logrado es gracias a ser tremendame­nte disciplina­do.

James jugó esa temporada 2017-2018 en el Bayern Munich, hoy campeón de Europa y posiblemen­te el mejor equipo del mundo. En la entrevista que dio hace poco, dijo cosas como que durante su estadía en Alemania no le interesó aprender el idioma, que le incomodaba el frío y afirmó casi como queja que los alemanes solo pensaban en trabajar. Es cierto que ser un futbolista de élite es muy difícil, un camino lleno de crisis y obstáculos, pero es triste ver cómo alguien con todo en sus manos para triunfar a lo grande prefiere hacerle el quite a la historia. Hoy nadie quiere a James, nadie de los equipos de la élite, que es donde debería estar. Al Madrid le costó 80 millones, toda una fortuna teniendo en cuenta que su compra fue en la época pre-Neymar al PSG, cuando se reventó todo, pero salvo excepcione­s nunca dio la talla. Cuando en España vieron que no era lo que esperaban, pensaron que podrían sacar al menos 50 millones con su venta, pero no llegaron ofertas; hoy harían fiesta si logran zafarse de él por 20 antes de que se le acabe el contrato y pueda irse gratis.

Aunque siga activo, parece que James hubiera dejado de jugar fútbol hace siglos, al punto de que en los resúmenes que nos llegan con el desempeño de los colombiano­s en Europa, él no suena hace rato. Los colombiano­s somos James de alguna forma, ahí sí que nos representa: flojos, nos conformamo­s con poco, somos soberbios y nos creemos más de lo que somos. Talentos desperdici­ados, como dijo De Niro. Y pensar que a Zidane no lo bajábamos de calvo hijueputa por tener razón.

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