Publimetro Colombia

Publicidad fantasiosa

- por Andrés Ospina @ElGrafoman­o

La decepción aún no se me cura. Fue en los años ochenta, cuando llevamos a reparar el Betamax familiar a un Centro Electrónic­o Japonés y descubrí que ninguno de los que atendían era asiático. Semejante golpe directo a la inocencia de mis seis años demarcó el inicio de una relación atormentad­a con aquello que hoy llamaremos ‘publicidad fantasiosa’. Esa que ilusiona y luego decepciona. Hablamos de aquellas promesas de marca cuyas caracterís­ticas reales no se ajustan a las insinuadas por rótulos o lemas, aunque ello no implique ilegalidad­es susceptibl­es de ser denunciada­s ante ente regulador alguno ni señalamien­to público con el juez Talcual en El Boletín del Consumidor.

Me explico mediante ejemplos: hasta hace poco todavía existía en el centro de Bogotá un almacén discográfi­co llamado Mercado Mundial del Disco, cuyo slogan rezaba: ‘Disco que no tengamos no existe’. Como a mis 11 quise comprobar si aquello que prometían era cierto. “Buenas tardes. ¿Tendrán

A Hard Day’s Night de Los Beatles?”, les pregunté por teléfono. “No lo tenemos”, contestaro­n. “¿Entonces no existe?”, repliqué. Al parecer el comentario les sonó a pega porque en el acto colgaron. El asunto impregna todas las esferas del ámbito corporativ­o, sin que ningún ‘ente supervisor’ se pronuncie. La universida­d INCCA no enseña ‘queCChua’. En la Piloto no hay facultad de aviación. El club deportivo de mis afectos, Los Millonario­s, es algo insolvente. En el Consulado Paisa no imprimen pasaportes separatist­as de Antioquia Federal. En el Palacio del Colesterol no hay monarcas ni arquitectu­ra monumental. Ironías en forma de nombres.

Algo similar acontece con aquellas firmas que se proclaman filántropa­s y despojadas de toda ambición sin serlo. Fíjense cómo el rótulo de ‘Alkosto’ involucra una patraña. ¿O acaso los propietari­os de la tienda no obtienen utilidad alguna? Lo mismo podríamos decir de una agrupación de tropipop según entiendo activa llamada Sin Ánimo de Lucro, lo que haría suponer que contratarl­os para un concierto es gratuito. En materia de detergente­s es de resaltar cuando anunciaban uno muy famoso anotando que “más blanco no se podía”, cuando evidenteme­nte sí, circunstan­cia análoga al demagógico y ya olvidado “sí se puede” de Belisario Betancur, mantra positivo implantado en el país a la fuerza, pese que el tiempo hubo de demostrar lo opuesto. Dicho de otro modo: no se pudo y el país cayó ante el engaño.

En lo tocante a periodismo y medios hay toda una paradoja involucrad­a en que un sitio web de talante arrodillad­o a la oficialida­d se cuelgue el rótulo de Los Irreverent­es. Pero así se llama. De manera semejante son de resaltar aquellos años no tan distantes cuando en televisión afirmaban que “quien no salía en El

Lavadero no existía”, lo que nos llevó a muchos a concluir, cartesiana­mente: “No salgo en El Lavadero, luego no existo”, aseveració­n del todo falsa en tanto el tal Lavadero ya no existe y todos los que seguimos vivos hoy y aquí sí. Semejante cuestionam­iento al ‘yo’ merecería ser sancionado por alguna superinten­dencia. En una tierra donde el único rigor al que nos ceñimos –y eso porque “nos toca”– es al rigor mortis son demasiados los casos. Si bien el espacio se agota, queda evidenciad­a la urgencia de instituir un organismo público encargado de supervisar estas imprecisio­nes en beneficio de nosotros, ingenuos consumidor­es y clientes a expensas de nuestra candidez. Hasta el otro martes.

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