El mundo paró y Quino se bajó
Luto. Ayer, a los 88 años, murió el dibujante, argentino que no solo fue el padre de Mafalda, sino de varias generaciones que aprendieron a mirar el mundo de una manera crítica.
Hijo de inmigrantes andaluces, Joaquín Lavado nació en Mendoza, en 1932. Comenzó a dibujar desde los 18 años, inspirado y alentado por su tío, un ilustrador que también se llamaba Joaquín. Fue por este homónimo, que a este joven dibujante lo empezaron a llamar Quino, para diferenciarlo de su tío.
En su juventud, Quino ingresó a la Escuela de Bellas Artes de su natal Mendoza, donde estudió un tiempo hasta la muerte de su madre en 1945. Allí se retiró con la idea de dedicarse de lleno a las historietas, campo donde daba rienda suelta a su talento para la ilustración. Si bien atrajo la atención de algunos con su primer compilado de historietas, las editoriales no le abrieron las puertas y Quino terminó por enlistarse en el Ejército argentino. Para 1954 terminó su servicio y se fue a vivir a Buenos Aires.
En el semanario Esto es consiguió hacer su primera publicación. Más tarde, se interesarían en él medios como Vea y Lea, Che y Leoplán, entre otros. Sin embargo, Quino también tuvo que vivir del dibujo publicitario en sus inicios.
Justamente, creando un dibujo para una campaña fue como llegó a Mafalda. La pequeña iba a ser parte de un anuncio de lavadoras, pero la campaña nunca se llevó a cabo. Así, Quino tomó la idea del personaje de Mafalda para sus historietas y la primera se publicó en Leoplán. Luego de ello, regularmente aparecía Mafalda en el semanario Primera Plana.
Pronto, Mafalda llegó a publicarse en países como Italia, España y Portugal, y después se tomaría las páginas de los países latinoamericanos. La niña de mente inquieta supo llegarle al corazón a muchos lectores que agradecieron sus cuestionamientos sobre la política, la burocracia y el egoísmo de la sociedad. Si bien hoy en día algunas de sus reflexiones parecen parte de un pensamiento progresista ya compartido por otros humoristas gráficos, lo cierto es que en los años sesenta sus comentarios tomaron por sorpresa a más de un sector tradicional.
Pero Quino no solo habló desde las viñetas de Mafalda y sus amigos, sino que también les llegó a los lectores con personajes anónimos, que podían ser cualquiera de nosotros. De esta manera, expandió la base de seguidores de su trabajo y descansó de las tiras de Mafalda, personaje que comenzaba a pesarle en 1973, año en que decidió que haría una pausa porque se había quedado “sin ideas”.
Desde sus otros personajes sin nombre, este ilustrador logró hablar de temas como la desigualdad, el tedio de la rutina, la incesante necesidad de aparentar y otras ironías cotidianas. Allí se autorretrató también algunas veces. Estas tiras quedaron plasmadas en libros como Mundo Quino
(1963), Qué mala es la gente (1997), Esto no es todo (2001), ¡Qué presente impresentable!
(2005) y Simplemente Quino
(2016), entre otros.