Publimetro Colombia

La depresión (no) existe: las frases de ayuda pueden ser peores que la enfermedad

Si hasta ahora se entiende qué es la depresión, en su abordaje con los cercanos es un tema tabú que generalmen­te se manifiesta de manera nociva para el paciente. Este libro aclara de manera amable todos esos mitos

- LUZ LANCHEROS

‘No estés triste’, ‘la vida es hermosa’, ‘mira todo lo que tienes, cómo puedes estar triste’, ‘la depresión es de débiles’. Todos los pacientes con depresión han oído estas frases que bien o malintenci­onadas se las han dicho sus cercanos, pero lo único que hacen es agravar el problema.

Por eso, el periodista y abogado

Juan Carlos Rincón Escalante, quien trabaja en La Pulla, en El Espectador, las reunió casi todas y explica, de manera didáctica y accesible cómo se puede reaccionar ante un ser querido que padece la enfermedad. PUBLIMETRO habló con él sobre el libro y el abordaje de la enfermedad mental en Colombia y Latinoamér­ica.

Para muchas personas es muy doloroso hablar de su depresión, muy difícil. ¿Cómo fue hablar de esta experienci­a y mostrarla en un formato tan claro, tan directo y tan conciso? Fue un proceso complejo. Aunque este libro lo empezamos a trabajar en forma en noviembre del año pasado, la idea la teníamos hace un par de años y mi trabajo de pensar la depresión arrancó hace 10 años, cuando me diagnostic­aron.

En ese camino he perdido muchas relaciones, he estado sumido en la confusión, he creído que todo lo que siento es inventado, así que el primer paso fue obtener toda la informació­n necesaria para poder entender qué me ocurría. Por ahí pasaron muchos libros, varias psiquiatra­s y psicólogas, y bastantes cómics, pues en internet hay una sana y enorme presencia de ilustrador­es que retratan muy bien la depresión. Todo eso, más el trabajo con fuentes (personas que sufren depresión y personas que están cerca de ellos), permitió que llegáramos a hacer un libro concreto.

La depresión y las enfermedad­es mentales ya no están tan estigmatiz­adas como antes: quien revelaba tener una era un paria. ¿Cree que esta violencia ha bajado un poco, que la gente está más abierta al tema?

Depende. Sí, hoy se habla más de depresión, también hay figuras prominente­s que lo abordan públicamen­te. Eso sin duda es mejor que hace una o varias décadas. Sin embargo, el tabú persiste. Basta con ver cómo reaccionan las personas al libro, a cuando se trata el tema. Persiste la idea de que la depresión es una moda y que ahora todos los jóvenes están deprimidos. Eso, por supuesto, está errado: lo que pasa es que, por primera vez en mucho tiempo, tenemos un ambiente donde estas historias se cuentan. Eso sin hablar de las políticas públicas. No hay acceso a tratamient­os, la psiquiatrí­a es muy cara y excluyente, los mismos profesiona­les a veces tienen prejuicios. Nos falta mucho trecho para dejar de sufrir en silencio.

¿Cómo logró sintetizar todos los comentario­s estigmatiz­antes y contraargu­mentarlos?

Eso fue muy divertido, porque se trató de un ejercicio de catarsis. Los había escuchado tantas veces que casi que los tenía tatuados en el inconscien­te. Empecé con ‘no estés triste’ y de ahí surgió rápidament­e una lista. Luego la depuramos, la organizamo­s por temas y decidimos cuáles nos permitían dar un mapa lo más completo posible de la forma más sencilla. De ahí sale el libro.

La espiritual­idad es un problema. No en el sentido de práctica individual: hay una serie de individuos que podrían también ocupar buena parte en el libro, que dicen que Dios y una actitud positiva lo son todo y que si no se cree o no se tiene esa actitud, está mal. ¿Cómo hacerles entender que la depresión va más allá de esa dictadura de la felicidad? Creo que lo que funcione, mientras funcione, es más que suficiente. Todas las mentes son distintas y los tratamient­os también lo son. El riesgo está cuando alguien cree que solo con, por ejemplo, tener mucha fe ya es suficiente para curarte. No. Las pruebas científica­s están. Busquen en internet cómo se ve un cerebro con depresión y las imágenes son claras. Tal vez lo que hay que decir es: sí, la espiritual­idad te puede servir, pero acompáñala de un psicólogo, incluso acompáñala de medicament­os si son necesarios. Conozco muchos casos de personas que prefieren sufrir en silencio para no traicionar esa actitud positiva de la que hablas. Y eso es injusto.

¿Cómo hacerles entender a los familiares y conocidos, que aparte de que todos esos comentario­s son un desastre, no pueden ni deberían hacer sentir al enfermo como una carga?

Lo bueno es que podemos empezar a hablar desde el amor. Estas personas no quieren hacerle daño a la persona deprimida y genuinamen­te creen que al presionarl­a, al mostrarle todo lo que hacen por ella, están ayudando. Ante eso, hay que conversar. Decirles: mira, la depresión es un reto a la empatía, nos exige entender cosas que las mentes que no la padecen consideran incomprens­ibles. Mostrarles con cariño y firmeza los errores que se cometen. Decirles que sabemos que no se equivocaro­n de mala fe, sino que la depresión es una enfermedad compleja y no estamos educados para enfrentarl­a. Este libro pretende hacer eso: ahorrar conversaci­ones. Y ha funcionado. Varias personas me han escrito a decirme que lo leyeron en familia. Ese era nuestro sueño. Cuando todos están en la misma página, dejamos de cometer los errores de siempre.

¿Por qué nos falta tanta empatía ante la enfermedad mental, en general?

Mi intuición es que es difícil sentir empatía sobre lo que no se puede ver. Un brazo roto lo puedes ver, puedes firmar el yeso. En cambio, una mente deprimida es invisible en muchos casos. Entonces ahí entra a operar otro factor y son los prejuicios. Nuestra sociedad está construida en torno al culto a la felicidad, a ser optimistas, a ser siempre echados para adelante. Es una actitud que no nos deja complejiza­r nuestra relación con la tristeza, con la ansiedad, con todo el espectro de emociones que significa ser humanos y estar vivos. Entonces cuando alguien dice que está deprimido, nuestra reacción inicial es decirle que todo es cuestión de actitud, que se sacuda. Pero hacer eso es muy violento.

¿Qué tan perniciosa­s han sido las premisas culturales y religiosas, sobre todo en las sociedades latinoamer­icanas, para anular e invalidar la enfermedad mental?

“Nos falta mucho trecho para dejar de sufrir en silencio”

JUAN CARLOS RINCÓN

Autor de La depresión (no) existe

Muy perniciosa­s. La culpa es usada para silenciarn­os. ‘No te quejes que hay alguien peor’. ‘No te sientas mal porque siempre podrías estar peor’. ‘¡Piensa que hay personas que se están muriendo de hambre!’. Pero eso es un cortocircu­ito lógico.

Puedo sentir profunda empatía por los horrores del mundo y, al mismo tiempo, tener problemas para lidiar con mis sentimient­os. Una cosa no borra la otra. No se trata de comparar tristezas ni de ver quién está peor. Eso es una relación muy maniquea con nuestras mentes. Además empeora cuando hay una enfermedad mental de por medio, porque causa angustia en la persona deprimida. Deberíamos abandonar esa manera de pensar y entender que cada vida es una experienci­a única, y cada persona tiene derecho a sentir lo que siente de las formas en que lo siente.

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