Maradona y el ejemplo
Da risa escuchar las voces desentonadas y desafinadas que piden condenas hacia un tipo tan humano como los que escupen sus argumentos veintejulieros y que están buscando llevar a la hoguera a Diego Armando Maradona, un sujeto que, sin proponérselo directamente, cometió el pecado de llevar dicha por montones a tantos que ni si
quiera conoció.
Porque, y volvemos con el asunto de la imagen, aquellos que posan de biempensantes pero que no son más que una partida de camanduleros/as hablan, critican su vida, sus adicciones, sus excesos, sus apariciones públicas como grandes jueces que se permiten impartir justicia post mortem ya que -y eso es en lo único en que tendrían alguna similitud con Maradona- les gusta muchísimo jugar para la tribuna. Pero es ese juego de aprovechamiento de la imagen del otro; es ese juego en el que algunos viven del aplauso virtual, de la oda tuitera y de la venia.com diciendo estolideces disfrazadas de conciencia. Y hay un corifeo, un comité de aplausos que siempre aparece allí justamente para eso, para aplaudir al dueño de la moral, de la
moralina en realidad, al sheriff que gracias a Dios (nunca a D10S) ha impartido justicia con sus 140 caracteres.
Maradona, en su vida, fue un tipo como usted o como yo: un tipo capaz de equivocarse muchísimas veces. En la cancha la historia fue distinta porque pocos como él para jugar a la pelota. Y de ahí que parta, digo yo, esa mística pero también esa polarización frente a la imagen de un ser soberbio en todas las acepciones de la palabra: porque a veces nos identificamos con aquello a lo que nos parecemos pero también somos capaces de huir y de señalar con el dedo a eso que tanto odiamos porque en algún momento dado se nos asemeja mucho a nosotros mismos.
Porque buscamos ejemplos y buscamos apuntar a esos que no lo dan, como si fuera
una labor de un tipo que sale en TV eso de dar ejemplo. La excusa es que lo están viendo niños que en el futuro querrán ser como él y seguramente repetirán sus erráticos pasos. Y qué asco cuando los demás empiezan a dar esas luchas postizas apalancándose en la niñez que no les pertenece. Cuando el argumento deja de servir, adiós niñez que me estorbas, moda muy colombiana también entre políticos que les encanta escudarse con cobardía en los niños para mostrar que ellos son ejemplo.
Pero y volviendo al asunto Maradona, el que pretenda sostener que un deportista TIENE que ser ejemplo, está equivocado. Lo único que uno tiene que hacer es morirse, como cualquier ser humano. Y Maradona ya lo hizo. Y ahí se abre otra compuerta tan difícil de cerrar frente a los personajes públicos: pedirles más de lo que pueden dar. Bueno, no solo ejemplo se les pide a los deportistas: también alumbrado público y carreteras, entre tantos otros asuntos más que no son su responsabilidad original.
Una de las primeras columnas de opinión que pude escribir fue en el 2004. Fue para Futbolred y se titulaba “qué difícil ser Maradona” y pasados 16 años de aquel escrito, el pensamiento sigue igual porque el planteamiento era similar al de este texto: a lo jodido que puede llevar ese karma de ser amado por el mundo porque eso tendrá un costo: esa exigencia de reciprocidad y ese derecho de decir que no nos gusta aquello que nos da el que nos ama, así no tenga que darnos nada.