Publimetro Colombia

La invitación: una cena de parejas que acaba mal

Marcela Benjumea y Andrés Estrada nos contaron qué esperar de esta obra en la que los personajes sacan los detalles oscuros de las relaciones.

- LIZETH CADENA

En este montaje, el caos empieza con una sencilla invitación…

Marcela Benjumea: Esta es una obra escrita por Katherine Vélez, en la que también actúa Katherine, acompañada de Ernesto Benjumea, Andrés Estrada y esta persona que les habla. Básicament­e, todo comienza con un plan familiar. Dos parejas se encuentran: una de ellas parece tener la vida perfecta, y todo parece ser maravillos­o; la otra es la pareja rara, la que pareciera no tener futuro. Una de esas parejas invita a la otra a celebrar que uno de los personajes va a tener un traslado, y lo cierto es que esa cena termina muy mal y en pocos minutos todo comienza a salirse de control.

Andrés Estrada: Además, en medio de esa cena descontrol­ada, empiezan a salir a flote los sentimient­os y las personalid­ades oscuras de los diferentes personajes.

¿Así que esta obra, de cierto modo, nos habla de las apariencia­s?

Andrés: Dentro de la obra hay una frase muy importante que se repite: ‘Las parejas necesitan tener algo de misterio’. Y ese misterio dentro de las parejas es delicioso hasta que algo realmente explota, como en esa cena.

Y sí, respondien­do a tu pregunta, hay apariencia­s. Y en

“En esta historia, a medida que van pasando diferentes sucesos, también vamos revelando quiénes somos realmente” ANDRÉS ESTRADA Actor

esta historia, a medida que van pasando diferentes sucesos, también vamos revelando quiénes somos realmente y sacamos nuestro lado animal.

Ahora bien, ¿con qué clase de personajes nos encontrare­mos en La invitación?

Marcela: Primero tenemos que hablar de Alicia y Tere, quienes son hermanas. Por un lado está Alicia, quien es extroverti­da y hasta un poco plástica, y por el otro está Tere, quien es completame­nte diferente. Y es que Tere tiene hasta un problema alimentici­o, justamente porque no se siente segura consigo misma.

En cuanto a los hombres, está Nacho, que ya está pisando los 50, pero cree que está en los 25. Y finalmente está Polo, un suicida al que le ha ido muy mal en sus diferentes intentos. Hasta pareciera que lo hiciera por show.

En ese sentido, ¿cómo son estas dos parejas?

Marcela: Alicia y Nacho son esa clase de pareja que es la de mostrar en las familias, la que genera orgullo. Ellos tienen una casa linda, un hijo chévere, son guapos y exitosos. En cambio, a Tere y Polo no les ha ido muy bien en la vida. Tere no trabaja, Polo es un publicista mediocre, y claro, el gran logro es que el tipo se mueva y que se vayan a ir. Pero en realidad, lo que pasa con esa cena es que salen a flote todos esos dolores que estaban supuestame­nte escondidos debajo del tapete, y para rematar, salen de la peor forma.

¿Creen que La invitación termina dejándoles una especie de moraleja a sus espectador­es?

Andrés: No nos metemos en ese campo de dejar una reflexión. Cada uno, en su casa y viendo la obra, va a sacar su propia conclusión. Y es que, de seguro, cada uno se va a sentir identifica­do con alguno de los personajes.

Marcela:

Sí creo que más allá del tema de las apariencia­s, la obra también nos habla de secretos, y es que cada uno, así nos veamos felices y perfectos por encima, guardamos varios dolores que en algún momento tendrán que decirse. Un ejemplo claro de esto es Alicia y Nacho, quienes, como dije, parecen tener el hogar ideal, pero no es así.

¿Cómo ven esta nueva faceta del teatro digital?

Andrés: Creo que eso lo podría responder con un bien y mal. Mal porque no tenemos público presente, y ellos son una parte importante de nuestra labor como actores, pero bien, porque con esta forma virtual podemos llegarle a más personas.

En su momento, esta obra solo tuvo tres temporadas en Bogotá, pero ahora, con lo digital, sabemos que podemos llegar a público tanto nacional, como internacio­nal. Además, siempre va a ser un privilegio poder montarse encima de un escenario, y más ahora que estuvimos tanto tiempo detenidos. Créanme, por lo menos yo, cuando volví al teatro, sentí mucha emoción, tanto así, que se me aguó el ojo y se me puso la piel de gallina.

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/ CORTESÍA

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