Ventajas y desventajas de usar leche materna cultivada en el laboratorio
Los defensores dicen que la ‘leche materna cultivada en laboratorio’ ofrece una alternativa ‘verde’ a la fórmula convencional hecha con leche de vaca, que se sabe que es perjudicial para el medio ambiente, pero no se ofrecen pruebas que lo apoyen, por ejemplo, si el proceso de producción en laboratorio tiene menos emisiones de gases de efecto invernadero que la fabricación de los productos de fórmula actuales.
La lactancia materna es importante para la salud de
las madres, entre otras cosas porque las hormonas de la lactancia influyen en el ciclo menstrual y la fertilidad de la mujer y reducen el riesgo de cánceres del aparato reproductor, como el cáncer de mama, por lo que si este nuevo producto redujera la lactancia materna -como es muy posible en los casos en que no se facilita la lactancia materna y se promueven libremente los sustitutos- perjudicaría la salud de la mujer en general.
La leche cultivada en laboratorio sería muy buena para las vacas y los terneros, ya que la reducción de la demanda de leche de vaca por parte de la industria de las fórmulas significa que menos de ellos sufrirían explotación en la industria láctea, especialmente los terneros
machos que son arrebatados a la madre poco después del nacimiento para ser sacrificados y así poder utilizar la leche para los humanos.
Actualmente está bien documentado que la alimentación de los lactantes humanos con leche de fórmula aumenta las tasas de diversos problemas de salud infantil, como las infecciones diarreicas o respiratorias y la obesidad infantil, pero experimentar más con los bebés alimentándolos con estos nuevos tipos de sustitutos de la leche materna es arriesgado, incluso peligroso, y especialmente porque la leche es la dieta principal o única de los recién nacidos.
La preocupación por la carne y los productos lácteos cultivados en laboratorio,
por ejemplo, se centra en el hecho de que se trata de alimentos ultraprocesados creados en laboratorios científicos mediante procesos no revelados o patentados o ingredientes artificiales e industriales, que pueden no ser saludables.
Tenemos una fórmula infantil “suficientemente buena”, por lo que la “prueba del pudín” no está en si comer un nuevo producto evita que los bebés mueran de hambre, sino en cómo afecta a las decisiones de amamantar y en cómo afecta a la salud y el desarrollo de los bebés, en comparación con la lactancia materna y en comparación con la fórmula infantil convencional. ¿Cómo evaluaremos eso sin arriesgarnos a dañar a algunos niños?