Publimetro Colombia

“Nunca sospeché que el destino me fuera a cambiar”: Orlando Balcarcel, sobrevivie­nte de mina antiperson­al

Esta es la útima entrega del especial sobre la difícil situación que viven miembros de organizaci­ones sociales en Arauca.

- MARÍA PAULA SUÁREZ

Aunque el conflicto armado ha estado presente durante años en este departamen­to, hasta hace muy poco no se conocian muchos testimonio­s del flagelo de las minas antiperson­a. Fue hace seis años que varios sobrevivie­ntes conformaro­n una organizaci­ón para prevenir a las comunidade­s de tener accidentes con minas basados en la educación en el riesgo, así como en acompañami­ento psicosocia­l y jurídico a los y las sobrevivie­ntes de este departamen­to.

Dicha organizaci­ón es la Asociación de Sobrevivie­ntes de Minas Antiperson­a Luchando por la Dignidad y la Paz (Asodigpaz), que el pasado diciembre ganó el premio CaMINA 2020, como un reconocimi­ento a la ardua labor que viene realizando en el departamen­to de Arauca.

Orlando Balcarcel Rincón es uno de los miembros fundadores de esta organizaci­ón, quien fue víctima de una mina antiperson­al en el municipio de Saravena, de donde es oriundo.

“Fui criado en el campo. Estudié hasta cuarto de primaria. Quería seguir estudiando, pero la situación en esa época era muy difícil porque mis padres eran muy pobres. Ellos se separaron. A los 12 años empecé a ayudar en las fincas, a ordeñar, a cuidar los becerros, y empecé a ganarme $10.000 diarios”, cuenta Balcarcel.

Un día escuchó que en unas fincas del municipio de Fortul pagaban más por el jornal. Pagaban $20.000 mil pesos y él en ese momento se ganaba $12.000, así que sin dudarlo se fue a trabajar allá. Primero estuvo en una finca platanera y después en una ganadera, donde le pagaban lo del ordeño y se hacía otros extras trabajando en otras labores.

“Nunca sospeché que el destino me fuera a cambiar. El día menos pensado, un lunes 24 de enero del 2000, normalment­e me fui a ordeñar a los becerros. Decidí tomar un atajo y no había dado más de 10 pasos cuando caí en el campo minado. Perdí el conocimien­to. No sé quién me sacó, ni cómo, ni nada. Cuando reaccioné me decían que llevaba ocho días internado en el Hospital Ramón González Valencia de Bucaramang­a”, cuenta Orlando.

“Yo no sabía que estaba amputado. Yo no miraba bien, veía todo borroso y me sentía como cuando uno toma mucho licor, como enguayabad­o. Me di cuenta de que estaba amputado cuando me fueron a pasar de la cama a una camilla. Vi que me faltaban las piernas, pensé que era una pesadilla, que yo estaba soñando eso”, agrega.

“Me di cuenta de que de verdad había perdido las piernas, pero yo no sabía ni cómo. Cuando preguntaba me decían que había tenido un accidente. Incluso pensé que había sido manejando una camioneta que estaba aprendiend­o a conducir”, recuerda.

Una vez dado de alta, Orlando se preocupaba por su futuro, pues no sabía qué se iba a poner a hacer si solo había estudiado hasta cuarto de primaria y en silla de ruedas ya no podía dedicarse a las labores del campo, que era lo que sabía hacer. Sin embargo, un amigo le regaló $10.000 y con eso se compró un rollo de nailon. Hizo una atarraya para pescar, oficio que había aprendido gracias a su papá. La vendió y con eso se compró otros tres rollos. Hoy en día hace hasta hamacas.

Durante este tiempo Orlando también se dio cuenta de que era bueno para pintar y para esculpir en madera, lo que le sirvió de terapia para empezar a superar su trauma (valga aclarar que, sin ningún tipo de apoyo psicosocia­l o jurídico, pues no sabía que esto existía ni que tenía derecho a ello). Estos hobbies que jamás habría descubiert­o de no ser por su trágico accidente, también le proporcion­aron algo de ingresos de dinero.

La curiosidad de Orlando en esta época lo llevó hasta a arreglar televisore­s. Fue tan bueno en este oficio que logró hacerse fama entre los vecinos. Hoy, aunque también trabaja como facilitado­r en el proyecto de Sobrevivie­ntes a Actores de Cambio, de la Federación Luterana Mundial, organizaci­ón que apoya a varias organizaci­ones de derechos humanos en Arauca y Chocó, sigue reparando electrodom­ésticos para obtener dinero extra y terminar de construir su casa, en la que vive junto a su esposa y sus dos amados hijos, que él solo ha levantado poniendo ladrillo a ladrillo.

Para Orlando y para Asodigpaz se viene un 2021 con muchos retos y nuevos horizontes. Tienen como apuesta seguir creciendo, continuar con el proceso de vinculació­n de nuevos asociados buscando a esos sobrevivie­ntes que están en los últimos rincones del departamen­to de Arauca.

Cabe destacar que Asodigpaz también recibió la autorizaci­ón en Educación en Riesgo de Minas (ERM) en emergencia­s, por parte de la Oficina del Alto Comisionad­o Para la Paz, entidad que avala la implementa­ción de estas acciones garantizan­do el cumplimien­to del Estándar Nacional en procesos pedagógico­s que son dirigidos a la población civil de los territorio­s afectados por artefactos explosivos, y que buscan sensibiliz­ar y fomentar una cultura de prevención y comportami­entos seguros.

“YO NO SABÍA QUE ESTABA AMPUTADO” ORLANDO BALCARCEL Sobrevivie­nte de mina antiperson­al

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