Kamala o el cambio de estilo en la Casa Blanca
Con la nueva ‘vice’ de EE.UU. llega una revolución
“Irrespetuosa”, “Espantosa”, “Nada glamurosa”. Esos fueron a rasgos generales, los comentarios más suaves que generó la última portada de la revista Vogue que retrataba a Kamala Harris, la vicepresidenta electa de Estados Unidos. Si bien hubo una segunda imagen donde se veía más formal, y para muchos más poderosa, ella es de las pocas mujeres políticas desde Hillary Clinton que ha sido representada en una revista de moda. Ninguna otra mujer a su nivel, en los últimos años, ha tenido esa representación, porque quizás, aún no se define del todo, o porque, como decía Vanessa Friedman, de New York Times, “los políticos a menudo son criticados cuando parecen demasiado retocados o seducidos por el elitismo asociado con la moda”.
A la legisladora demócrata Alexandra Ocasio-Cortez la criticaron enormemente cuando salió en la revista Vanity Fair con ropa de diseñador, cosa que no se menciona en el reportaje hecho a Harris y que si bien tomó relevancia en el día de la elección (vestida de Carolina Herrera), ahora Kamala Harris parece solo concentrarse en la imagen práctica que da la futura funcionaria. Una que funciona para personas que perdieron sus trabajos, casas (para agosto del año pasado, por la pandemia se perdieron 22 millones de empleos en el país, según una encuesta gubernamental, y más de 1,7 millones de estadounidenses estaban en riesgo de ser desalojados, según otra encuesta institucional) y que no ven con muy buenos ojos, y más en política, un enorme despliegue de lujos como parte de la narrativa de sus líderes.
“Lo interesante de ambas portadas es que este es un momento que dejará un legado, donde estamos poniendo a una mujer y política en Vogue. Ahora, veo improcedente comparar a Kamala Harris con Melania Trump o su predecesora, Michelle Obama, porque la primera dama tiene el glamour y la moda como parte de su posición.
Y eso es algo que no se ve, porque no hay una tradición de líderes en revistas de moda, Hillary Clinton fue la última de este talante. Ella estuvo también como Primera Dama. Ahora mismo, estamos viendo cómo se podría diseñar el glamour corporativo.
Lo que me gusta de la portada más criticada son los colores icónicos de su fraternidad y sus Converse y perlas, así como su chaquedo, ta ejecutiva. Pienso ahí que su estilo es una herramienta de comunicación política, al mostrarse como una candidata que usaba este tipo de zapatillas. Ambas portadas, al fin y al cabo, muestran lo que ella es. Muchas personas preguntaron por qué no usó un vestipero eso no es algo auténtico en un político, ya que no es lo que viste todo el tiempo. Por eso me gustó verla así: habla realmente de quién es ella. Esa portada no es glamurosa porque esto es moda práctica, sí, una de las cosas más aburridas de ver, pero que también define lo que ha sido el año pasado y este que comienza: todo se trata de funcionalidad. Y lo que amo es eso: una revista de moda mostrándonos la próxima ola de lo que podrá pasar en la política estadounidense. Esa portada comunica auténticamente eso”, le explica a PUBLIMETRO Lauren A. Rothman, consultora de moda basada en Washington D.C y que ha trabajado con varios políticos. Rothman también hace énfasis en que Harris se diferencia de otras líderes que alguna vez llegaron a puestos de poder en la historia reciente al fotografiarse, en una revista sobre moda, a alguien que no ha tomado aún el cargo y que no ha mostrado su look de una manera tan definitiva como la política alemana Ángela Merkel o figuras como Margaret Thatcher.
“Esa portada no es glamurosa porque esto es moda práctica. Sí, una de las cosas más aburridas de ver, pero que también define lo que ha sido el año pasado y este que comienza: todo se trata de funcionalidad. Y lo que amo es eso: una revista de moda mostrándonos la próxima ola de lo que podrá pasar en la política estadounidense” LAUREN A. ROTHMAN, consultora de moda basada en Washington D.C
Lo que deja Melania atrás
Looks de ensueño para los amantes de la moda, aunque con precios que sobrepasaban las decenas de miles de dólares, pero tam
bién mensajes que, combinados con lo que se ha escrito de ella, la hicieron un blanco de críticas: Melania Trump, ex modelo, portada de Vogue solo por el matrimonio con el ex presidente en 2005 y una primera dama increíblemente polémica, mostraba en 2018 que su chaqueta de Zara que decía “A mí no me importa, ¿y a tí sí?” se refería más a los niños hijos de inmigrantes que detenía su marido que a los medios de izquierda a los que ella plantaba cara. Pero el gesto salió terriblemente mal, así como los tacones usados en la emergencia del Huracán Harvey en 2017, otra polémica a la que no atendió, así como la de su casco colonialista en Kenia, un año después.
Su background, su posición y la de su marido, mostraban a una Primera Dama ambigua (ya no tanto) pero con un gusto “exquisito” para los amantes de la moda en su acepción más elitista y señorial, una que no llegará, probablemente, al nivel de recordación, asimilación y apropiación masiva como la de Nancy Reagan, Jackie Kennedy o Michelle Obama. Más aún, viendo cómo termina su marido la presidencia. “Para Melania, la ropa es su armadura. Y ella es una de las primeras damas con el estilo más auténtico que hemos tenido. Lo que quiero decir con esto es que ella ya tenía ya tenía estilo –y un estilista– antes de ser Primera Dama. Ella viene de un mundo de glamour. Y ha usado la ropa y el estilo como armadura: nada puede moverla. Y para mí, una de las partes más memorables que conoceremos de su estilo es su postura y elegancia. No es como Michelle Obama, que se hizo famosa también por sus brazos tonificados y por usar vestidos de diseñadores estadounidenses. A Melania se le conocerá por cómo sus vestidos fueron su forma de auto preservación en la Casa Blanca”, le explica Rothman a PUBLIMETRO, haciendo énfasis en que al ser su estilo tan cambiante y por su misma conformación, no llegó a tener los niveles de aceptación de sus predecesoras. Pero en el caso de Jill Biden, la esposa del presidente electo, puede que eso vuelva, aunque de manera más sobria: “No se ha establecido cómo cambiará el estilo de la señora Biden como Primera Dama a cómo la veíamos como esposa del vicepresidente. Es una doctora, una mujer trabajadora y creo que seguirá con muchos vestidos unitarios y algunos accesorios, aunque quizás la veamos divertirse un poco más y complementar su estilo con su carismática personalidad y con elementos más accesibles que querremos emular”, añade Rothman.
En un mundo donde las marcas, los colores y hasta los símbolos cuentan (tal y como se vio con el vestido de Kellyanne Conway en la posesión de Trump o los disfraces de sus manifestantes), todo está por verse. Más en una época que muestra, desde una portada de una revista de moda, que el glamour en política, en exceso, es símbolo de otro tiempo y otra posición política.
“Melania Trump no usó la moda como un lenguaje para las masas. Lo usó como el suyo propio, como una forma de autopreservación” LAUREN A. ROTHMAN, consultora de moda basada en Washington D.C