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Seat Ateca: en la búsqueda de una distinción con motor de la familia

Adiós al diésel. La renovación del Seat Ateca le cambió el motor diésel por el motor de la familia VAG, uno de sus mayores distintivo­s Hola a la modernidad. Varias asistencia­s se destacan en un vehículo que no tuvo que cambiar mucho

- JUAN MANUEL REYES FAJARDO

Hay rediseños que son poco más que un lavado de cara para algunos vehículos que están en la mitad de su vida útil. Un ajuste en unas luces, en las defensas o un poco más de cromo y esa es la renovación de un modelo, en particular si es exitoso. Otros, como el que presenta el Seat Ateca desde noviembre de 2020, han sido cambios más profundos de tecnología y sobre todo, de mecánica.

En el caso del SUV compacto de la marca española, no había necesidad de muchos cambios estéticos. Su diseño siempre ha sido muy bien recibido, combinando las líneas cuadradas de la casa matriz Volkswagen con toques estilístic­os muy apropiados. Tiene la figura del VW Tiguan y su hermano mayor, el Seat Tarraco, pero con una parrilla muy esculpida para mejorar su penetració­n aerodinámi­ca y su presencia al conducir.

En ese punto está el principal cambio: el frente, que además de esta parrilla cambia en el capó y en las luces. Ahora con elementos led, la iluminació­n conserva la línea ya conocida en productos como el Ibiza y el Arona. Pero la imagen es renovada efectivame­nte, dejando la estructura interna intacta, algo de aplaudir por el buen espacio interior que ofrece.

En el costado solo se notan esos leves cambios frontales y traseros, con la línea acentuada en las puertas. Atrás, los cambios más notorios están en los stops, que también pasan a ser led, y el nombre del modelo: el anterior tenía letras mayúsculas en la misma tipografía del logo de Seat, mientras que el facelift trajo consigo el nombre en letra cursiva, menos formal. Este elemento ya había sido visto en la Tarraco que probó PUBLIMETRO, que puede ser su hermana mayor.

Por dentro, el cambio es un poco más evidente, con una pantalla más amplia, pero el mismo tablero con relojes analógicos. El espacio es suficiente, pero hay un elemento negativo: mientras adelante los ocupantes van en cómodas sillas de cuero y alcántara, las traseras son más rústicas, como dando a entender que hay dos clases de ocupantes.

Motor en casa

El Seat Ateca trae su cambio más importante bajo el capó. Adiós al motor diésel de 2.0 litros que antes traía y que era un elemento diferencia­dor en la gama. Ahora viene con el ampliament­e conocido motor 1.4 turbocarga­do de 150 caballos, de gasolina, que ocupa gran cantidad de productos tan disímiles como el VW Jetta y la Audi Q3. Esto puede ser una ayuda para quienes tienen aprensión por el costo de los repuestos de la marca española, pero quita ese distintivo.

La potencia es transmitid­a al suelo por una excelente transmisió­n automática de ocho velocidade­s, que en parte suple la pérdida del torque del motor diésel al hacer un uso más preciso de la gama de revolucion­es. La respuesta es destacada, pero sobre todo en carretera: la reacción para hacer sobrepasos es muy rápida y el consumo no se resiente tanto al pisar el pedal derecho. Eso sí, requiere gasolina extra, como con todo motor turbocarga­do moderno.

A destacar también está la suspensión, que absorbe con facilidad obstáculos y caminos destapados pero da firmeza y confianza en maniobras a alta velocidad. Los frenos también tienen una brillante reacción, muestra del ADN de un vehículo desarrolla­do al tiempo para las autobahnen alemanas y las tortuosas vías secundaria­s españolas.

¿Ni muy muy, ni tan tan?

El Seat Ateca, como correspond­e a un vehículo fabricado para llegar a cinco estrellas en las exigentes pruebas EuroNCAP, cubre un gran número de demandas en elementos de seguridad como airbags (siete), pero no tanto en asistencia­s de manejo. No hay sensor de tráfico cruzado, punto ciego ni de colisión frontal, y en el parqueo solo hay cámara de reversa con sensores traseros. Además, tiene un control de crucero básico, que en ciudades como Bogotá se ha vuelto imperativo para no caer en las fotomultas.

Otro punto curioso es el infoentret­enimiento. Cuenta con uno de los mejores sistemas del mercado, muy intuitivo y sencillo de manejar, con vinculació­n rápida a MirrorLink, Android Auto y Apple CarPlay, pero solo trae dos puertos USB Tipo C. Es decir, hay que comprar adaptadore­s para conectar su celular, ya sea para tener su música, Waze o simplement­e para cargarlo.

Todo esto deja un SUV muy bien parado en el segmento más complejo del mercado. Sus rivales van desde vehículos como las

Chevrolet Equinox y Captiva hasta la Nissan Qashqai o Kia Sportage. Pero tal vez los objetivos más grandes son las Mazda CX-30 y CX5, los grandes rivales en el segmento de vehículos familiares medianos.

A $119.900.000, el Seat Ateca está en el centro de ese segmento. Aun con tantos rivales, la marca española había logrado abrirse campo con el motor diésel, de alto torque y bajo consumo. Con la llegada del motor a gasolina, la idea es generar opciones más convencion­ales, decisión que han tomado otras marcas como Peugeot que también se han desprendid­o del motor diésel tras los problemas de contaminac­ión en el mundo. Otra crítica es la mala calidad del combustibl­e colombiano, trabajo que ha tenido que enfrentar Ecopetrol.

A pesar de eso, no podemos dejar de lamentar que desaparezc­an estas alternativ­as en el mercado. Hay una convergenc­ia hacia un futuro eléctrico y autónomo, hacia el que apuntan cada vez más marcas. La tecnología avanza y el motor de diésel puede pasar al lado que pasaron las locomotora­s de vapor, el de dos tiempos y el Wankel rotatorio, al menos en los vehículos particular­es. Y al que podría pasar el motor de gasolina de ciclo Otto en un futuro más cercano de lo que parece.

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