Arte y política ante el estigma
tercambian historias. Esto ha creado fraternidad y ha hecho que la pandemia sea menos violenta”, explica. En estas actividades también ha participado Carolina Calle, trabajadora sexual desde hace 16 años y directora de la organización Calle 7 Colombia, que lleva tres años legalizada. “Hemos marchado para que se hiciera algo mínimo, para que a algunas les dieran ayudas. Si bien hay políticas públicas para nosotras, en la Secretaría de la Mujer no han hecho nada y no les importa lo que nos pase. Por eso seguimos en la lucha, que está en las calles y en los sitios donde se ejerce el trabajo sexual”, expresa.
La moda y el arte son vehículos de expresión, entre muchos otros, de las trabajadoras sexuales trans, que comienzan a tener conciencia de sí mismas y a empoderarse desde esta posición. Esto también lo han podido encontrar en el espacio cultural El Olimpo, cuyo director creativo, Juan Sebastián Reyes, fue quien lideró el calendario de moda protagonizado por las mujeres de la Red Comunitaria Trans. “Llevo cuatro años en la zona y creamos un espacio seguro donde las personas que ejercen la prostitución aprenden patronaje, confección y dirección de arte, entre otros. Tenemos un grupo de trabajo donde varias personas las guían en procesos creativos”, comento. Las integrantes de la Red idearon los conceptos del calendario y se fue creando para cada foto un fashion film. “Queríamos sacarlas de la zona de confort y queremos también poner una posición política, no solo pararnos desde el discurso de la calle, sino desde el arte y la moda y decir estamos acá, este es un trabajo como cualquier otro y está siendo afectado por la pandemia”, añade.
“Queremos mostrar que somos guerreras y que tenemos una vida, sueños y metas. Que somos dueñas de la calle y que tienen que respetar nuestro trabajo. Que guerreamos día y noche y nos exponemos a muchas violencias. Para mí el trabajo sexual es una herramienta, pero acá en la calle vivimos de manera empoderadora, porque compartimos entre las mismas hermanas, nos ayudamos y sabemos lo que nos puede llegar a pasar. El trabajo sexual es eso, un trabajo, estamos en contra de la explotación, pero a muchas nos ha permitido ser independientes. Y con la red nos hemos sentido protegidas y también hemos
podido seguir con nuestros sueños”, cuenta Alexa TuFantasía, trabajadora sexual de 23 años y que lleva cinco en esta actividad.
Alexa, como muchas, sabe también el estigma que enfrenta desde algunos sectores del feminismo. Y si bien no se desconoce el problema mundial de una industria criminal como la trata de personas y la explotación sexual, incluso en contextos de conflicto armado, varias mujeres pertenecientes a estas redes ven en esta postura otra forma de violencia: “El enemigo número uno de la puta es la policía y el Estado, que no cuida a nadie,
menos a nosotras. Pero ha sido muy duro tener que reconocer que adicional tenemos un nuevo enemigo que son las otras mujeres, que nos han querido tachar de incorrectas y servidoras del patriarcado, cuando hacemos todo lo posible para hacer lo contrario. El prejuicio ha vuelto. A mí me parece que esto es un momento histórico porque ahora la trabajadora sexual se levanta, habla, resiste, se reconoce y esto es nuevo, no pasaba antes, y nos hemos levantado contra el sistema, el patriarcado, iglesia, todo, pero nos toca volver a callarnos porque algunas mujeres nos quieren silenciar”, cuenta Marciana. “A la prostitución la empaquetan en la misma maleta con la trata de personas. Y a nosotras no nos interesa decir que la trata no existe, hay compañeras víctimas, al contrario buscamos espacios seguros para nuestras compañeras, pero nos enoja que cuando buscamos, hablamos, denunciamos o somos víctimas de feminicidio los minimizan porque son ‘riesgos laborales’, es a lo que nos tenemos que atener por ser lo que somos, es el nuevo ‘te violan por usar falda’. La abolición es utópica, porque el Estado no da garantías de nada. Muchas acá en el barrio estamos a la espera de restituciones de tierras por guerras y desplazamiento. Si el Estado no ha respondido por ello, menos nos va a cuidar. El trabajo sexual no se va a acabar y ellas piensan en esto como algo denigrante, pero hay que dejar los moralismos sobre los cuerpos y decisiones. Muchas acá somos conscientes de que nos gusta el trabajo, de que tenemos mejores sueldos que con nuestras profesiones, ¿Por qué ahora tenemos que ser juzgadas, acalladas y minimizadas y por qué otra persona tiene que hablar por mí por lo que puedo y tengo derecho a decir?”, expresa.
“Ha sido muy duro tener que reconocer que tenemos un nuevo enemigo que son las otras mujeres, que nos han querido tachar de incorrectas y servidoras del patriarcado, cuando hacemos todo lo posible para hacer lo contrario” MARCIANA Modelo webcam
“Hay muchas formas de ser, de representarse y existir. Una de esas es este espacio”, añade Yoko Ruiz. Llevo años acá, no he sido víctima de explotación y ya hay incluso modalidades virtuales de trabajo sexual. Acá acompañamos a las mujeres que están en este espacio y velamos para que haya justicia”, expresa. Y eso es lo que importa en un año en el que se ha demostrado que los más vulnerables han sido los silenciados y olvidados. Y ellas luchan para que esto no siga pasando, porque luego de un año de pandemia, aprendieron que no dejarían que las violentaran otra vez, pero sobre todo, que no dejarían silenciar una voz que tiene una agencia y una contundencia cada vez más fuertes.