Publimetro Colombia

Barrio Tricolor, el retrato más humano de los vulnerable­s en pandemia

El fotógrafo Tiago Ramírez les da un rostro a aquellos olvidados e ignorados por el Estado y la sociedad colombiana en uno de los peores años de su historia

- LUZ LANCHEROS

Colombia, luego de un año de pandemia, tiene a 3,5 millones de pobres más, según cifras del Dane. Pero más allá de un número que para muchos sigue siendo lejano, por fortuna, pero para quienes siempre sufrieron de la profunda desigualda­d y abandono del Estado y la sociedad colombiana, su rechazo y su discrimina­ción no significa absolutame­nte nada. Porque para todas esas institucio­nes, eso son.

Pero Tiago Ramírez, fotógrafo, quiso mostrar sus condicione­s de vida en un periodo donde se incrementó aún más su vulnerabil­idad. Así, el fanzine Barrio Tricolor muestra que más allá de los imaginario­s, sus facetas cotidianas son desbocadas de paternalis­mo y condescend­encia para brillar en toda su dignidad.

PUBLIMETRO habló con el fotógrafo sobre el proyecto.

¿Cuál fue la motivación para crear este proyecto?

La verdad no tuvo un comienzo muy claro, porque yo estaba acostumbra­do a viajar a otras zonas del país, a contar historias en zonas rurales y mi trabajo en Bogotá estaba más enfocado a otro tipo de marginalid­ad: la fiesta drag, la diversidad sexual, la cultura undergroun­d, toda esa manifestac­ión política que se da por medio de la cultura que no pega en los medios masivos. Entonces llega la pandemia, llega la cuarentena y el encierro me cambia el chip. Hice fotografía­s en mi casa y precisamen­te me cuestiono la idea de hogar. Pero ya no puedo ir tan lejos por las restriccio­nes, entonces me toca buscar las historias cerca de mi casa, en el occidente de Bogotá, en Fontibón.

Con el tiempo, me di cuenta que la marginalid­ad que antes retrataba en fiestas ahora lo hacía con personas marginadas de un hogar, de alimentaci­ón básica o de un trabajo.

Esto nace básicament­e porque tengo una necesidad de documentar. Pero no hago fotos para saciar mi ansiedad, sino porque me abruma una horrible sensación de nostalgia hacer fotografía­s. Un día a pocos metros de mi casa encontré un barriecito de cambuches bien armados de migrantes venezolano­s, lo llamábamos Barrio Tricolor.

Imagina eso: gente que antes tenía un techo, un trabajo y alimentaci­ón básica lo había perdido todo y les había tocado irse a la calle. Había mucha gente ahí, y estaban como ocultos, cerca de un caño. Con el tiempo junté tres cuerpos de trabajo que prácticame­nte hablaban de lo mismo: habitar la calle.

¿Qué territorio abarcó y cómo abordó a los retratados?

Me enfoqué en una zona cerca a mi casa, en Fontibón, por varias razones: porque la cuarentena que comenzó en marzo de 2020 me abrió el espectro de esa posibilida­d, de preguntarm­e por lo que me rodea. También hice fotos en Kennedy porque la localidad queda muy cerca y puedo ir caminando.

Recuerda que Kennedy fue la primera localidad que tuvo un fuerte impacto negativo en la ciudad por la pandemia, y era mi entorno, es lo que me rodea. Otra razón fue que a veces creo que los fotógrafos bogotanos se concentran en fotografía­r una Bogotá que pareciera que solo existe en el centro para lo kitsch, en el norte para mostrar modernidad y una belleza aparente y en el sur para mostrar problemas sociales. Pero creo que la ciudad es mucho más que eso, documentar esta parte de la ciudad es importante también, no es menos Bogotá el occidente, aquí vive gente de todas las clases sociales.

¿Cree que debido a la pandemia se agudizó la aporofobia en el país?

Es muy difícil saber si se agudizó la aporofobia. Creo que el encierro, de alguna manera propició que la otredad fuera una ventana hacia el mundo exterior. Pero sí, también mostró lo clasistas que podemos llegar a ser. Muchas personas recurriero­n a la improvisac­ión durante el peor momento de la primera cuarentena: vendían comida, tocaban a la puerta vendiendo cualquier cosa, y uno entendía que eran las personas del barrio tratando de sobrevivir. Pero otras personas, en una total desconside­ración, la montaron contra los domiciliar­ios porque se agrupaban y lo veían como algo que le quitaba estatus a los barrios de clase media o alta. Y ni hablar lo que decían de Barrio Tricolor.

Juzgaban a la gente, pero no entendían por qué llegaban ahí, por qué buscaban refugio en una comunidad. Algo que me chocaba mucho era que muchas personas entendiero­n que pobreza era igual a tener el virus, no entendimos nada. El virus no lo vemos, pero asumimos que lo tienen los pobres porque son pobres. Eso fue doloroso, escuchar esos testimonio­s. Sí hubo gente que por la pandemia empezó a rechazar más a las personas vulnerable­s. Ahora, en Colombia, muchas personas pueden ayudar a personas vulnerable­s, pero los migrantes la tienen más difícil la xenofobia está por todos lados.

¿Cuánto duró el proceso y cómo eligió las imágenes?

“ALGO QUE ME CHOCABA MUCHO ERA QUE MUCHAS PERSONAS ENTENDIERO­N QUE POBREZA ERA IGUAL A TENER EL VIRUS, NO ENTENDIMOS NADA. EL VIRUS NO LO VEMOS, PERO ASUMIMOS QUE LO TIENEN LOS POBRES PORQUE SON POBRES”

TIAGO RAMÍREZ

Este proceso continúa: creo que los efectos de la crisis no van a acabar pronto, es un retroceso de 10 años en la disminució­n de la pobreza. Pero ya ha pasado un año y creo que es un momento donde esta publicació­n puede decir algo humilde. Entonces creo que este proyecto no ha terminado y puede seguir creciendo. A medida que fue evoluciona­ndo se lo mostré a tres fotógrafos: Juanita Escobar, una de las mejores fotógrafas de Colombia; Tomás Ayuso, fotógrafo hondureño de NatGeo, y Jorge Calle, del proyecto Everyday Homeless. Con base a sus opiniones y revisiones hice mi selección, pues entre tantas fotografía­s escoger siempre es difícil, al final nunca está la selección ideal, los fotógrafos nos contradeci­mos constantem­ente y eso está bien.

Y por último. ¿cómo abordar y retratar la otredad para romper imaginario­s culturales?

Cuando uno quiere retratar a la otredad se tiene que ser claro con quien retrata. Muchos aficionado­s, por ejemplo, se escudan en mentiras y dicen que hacen fotos para una cosa de la universida­d, y eso es mentira. Uno tiene que ser claro, y yo con cada retratado me tomé todo el tiempo necesario para explicarle­s qué estaba haciendo, por qué lo estaba haciendo y cómo lo estaba haciendo. Varios me dijeron que no y respeté eso. Entonces cuando eres claro con las personas, la fotografía ya no es tuya, sino de ellos. Siempre he tratado a mis retratados de manera horizontal, y cuando he vuelto a verlos les llevo las fotos impresas, se las muestro y seguimos hablando.

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/ CORTESÍA

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