Publimetro Colombia

Mamás que les abren el camino a sus hijos

Madres recolector­as de café, activistas, de la televisión y que cuidan a sus hijos en la primera línea hacen parte de este homenaje a las mamás.

- MARÍA ESPERANZA ARIAS HERRERA

A 14 madres que viven del campo, en una vereda en Caquetá, la vida les cambió cuando decidieron ser las mejores cafeteras de la región y formalizar su empresa. Desde entonces, su día a día ya no transcurrí­a entre los quehaceres del hogar, sino entre cafetales que transforma­ron el paisaje que alguna vez la violencia manchó.

Diariament­e, estas mujeres se reúnen en los cultivos que están en la vereda La Sonora, del municipio de El Paujil, para recoger los granos de café que terminarán debidament­e empacados para luego ser vendidos; todo esto tras un minucioso proceso en el que la calidad prima para ofrecer el mejor café de esta región del país.

Ellas, bajo el nombre de Asociación de Mujeres Cafeteras de El Paujil (Amucapa), se han convertido en una de las iniciativa­s más exitosas en la región, en el marco de la implementa­ción de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territoria­l (Pdet), de la Agencia de Renovación del Territorio (ART).

Madres, amigas y socias

Aída Luz Rojas, una de las socias de Amucapa, explicó cómo llegaron hasta el punto en el que se encuentran: “En este momento somos socias activas, cada socia maneja una hectárea de café más una hectárea que tienen las finquitas de los esposos. Eso es, más o menos, como 28 hectáreas de café”.

El proyecto de estas mujeres hace parte de la producción de un café sostenible y de la comerciali­zación bajo la marca colectiva Viento de Paz, en los municipios de Florencia, El Doncello, El Paujil, La Montañita, Puerto Rico y San Vicente del Caguán. Sin embargo, el de ellas se destaca por tratarse de un trabajo conjunto entre madres de una comunidad.

Y es gracias a ese trabajo que realizan de la mano que logran producir mensualmen­te una carga de 160 libras con café listo para la venta.

“Iniciamos en 2013, gracias a un apoyo que recibimos como mujeres rurales por la

“ANTES DE SER CAFETERAS, ÉRAMOS AMAS DE CASA… NO CONOCÍAMOS NADA DE ESTAR INTEGRADAS, DE SER SOCIAS”

ROSALINA TÉLLEZ De la asociación Amucapa

Embajada de Alemania. Ahora recibimos apoyo gracias a los programas Pdet, con un centro de acopio y capacitaci­ones”, contó.

Este centro de acopio lo entregó el Gobierno nacional a finales de enero de 2020 y fue de gran ayuda para no frenar la producción durante este tiempo tan difícil que ha generado la pandemia.

Mery Chavala Suárez, otra de las socias, dijo que este proceso no ha sido fácil, pues producir café lleva tiempo y se necesita mucha paciencia.

Tras preparar la semilla y sembrarla en la tierra, ellas deben esperar unos seis meses para tener listo el lote. “Ahí esperamos hasta que el árbol dé el fruto”, explicó.

“Nos levantamos desde las 4:00 a.m., porque hay que hacer el desayuno a la familia y a los trabajador­es. Luego nos vamos a recolectar el café con los recolector­es. Después de coger el café, para que sea de buena calidad como el que nosotros sacamos, nos toca de una vez despulparl­o. Al otro día se lava con un agua muy limpia y ese es el que se lleva a la Federación Nacional de Cafeteros”, aseguró.

Tras el lavado, este café se lleva a la marquesina, que es el secadero. “Entonces lo echamos ahí a secar y cuando ya pasaron cuatro días, más o menos, ya hay café seco. Ahí lo llevamos a la tostadora, lo trillamos, lo tostamos y lo molemos. Luego empacamos, pesamos y sellamos. Ese es el trabajo que nosotras hacemos en nuestras fincas”, dijo.

Ellas se reconocen como mujeres del campo. “Somos campesinas, cultivamos el café 100% puro, amazónico”, indicó Rosalina Téllez, otra de las socias.

Rosalina explicó que fue en 2014 cuando se formalizar­on como empresa: “Antes estábamos como grupo, pero no habíamos sido legalmente constituid­as como asociación”.

Y la razón para asociarse bajo un nombre fue saber que podrían recibir más trabajo y así podrían ayudar a sus familias campesinas.

“Antes de ser cafeteras éramos amas de casa, nos dedicábamo­s a las labores domésticas y no conocíamos nada de estar integradas, de ser socias. Ahora estamos más reunidas y compartimo­s más tiempo juntas. La economía nos mejoró porque ya sacamos nuestro producto. Ahora nos falta que el producto salga de Caquetá y que se pueda comerciali­zar más”, concluyó.

Estas mujeres son un ejemplo más de resilienci­a del campo colombiano que durante décadas fue golpeado por la violencia. Ahora ellas tienen otro propósito de vida y es brindarle al país el mejor café del Caquetá.

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JUAN AUGUSTO CARDONA - PUBLIMETRO
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/ CORTESÍA DIEGO ARMANDO BALCARCEL
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