Publimetro Colombia

El drama de las mujeres en Afganistán

Los Talibán recuperaro­n el control del país y todos los extranjero­s, sumados a muchos afganos, escapan como pueden del régimen ultraconse­rvador que vuelve al poder.

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El primer día del Talibán al mando del país fue el último de libertades para las mujeres afganas, que ahora se esconden para no ser castigadas por el régimen. Una risa en público podría costarle la vida a una de ellas.

Las fotografía­s de hombres tapando con pintura las fotografía­s de mujeres en locales comerciale­s de Kabul ya empezaron a dar la vuelta al mundo. La llegada del los talibanes al poder en Afganistán supone no solo una derrota para Estados Unidos y sus aliados, sino especialme­nte para las mujeres afganas, que a partir de ahora deberán someterse a las estrictas normas que imponen los radicales islamistas, algunas de

ellas lindantes en el absurdo. Es posible que no puedan volver a estudiar, trabajar ni ser atendidas por médicos varones. Tampoco a reírse muy fuerte o tomar un taxi.

El primer día de Kabul bajo el nuevo régimen transcurri­ó con relativa calma, salvo en el aeropuerto. Milicianos talibanes patrullaba­n la capital sin que fuera posible ver mujeres en las calles. Dawood Raufi, un vecino, dijo a la agencia EFE que agradecía que no hubiera habido derramamie­nto de sangre en la toma de la ciudad y que hasta ahora los talibanes han sido amables con los ciudadanos. Esa misma impresión no la comparten las mujeres, que evitaron salir de sus casas por temor a la brutal opresión y castigos que impusieron entre 1996 y 2001 los radicales.

Sin empleadas de oficinas ni universita­rias, la ciudad parecía un escenario de pesadilla, habitada casi únicamente por hombres. “Espero que los talibanes permitan que las mujeres trabajen, asistan a la universida­d y no les impongan el burka”, dijo a EFE Hamida, una mujer de 40 años, que salió de casa para ir al hospital, cubierta con un

velo negro que dejaba ver solo sus ojos.

Los talibanes han intentado mostrar a la comunidad internacio­nal una actitud más reposada, asegurando que no dañarán a nadie, que no se vengarán y que los han perdonado a todos. Difícil de creer viniendo de un grupo que asesinó sin contemplac­iones durante años, incluso atacando a niños, como cuando destruyero­n una escuela en Pakistán, en 2014, matando a más de 130 estudiante­s.

Y si bien han afirmado que mantendrán los derechos alcanzados por las mujeres en las últimas dos décadas, pocas creen. “Todavía no puedo creer que esto haya sucedido. Por favor, recen por nosotros. Se los vuelvo a pedir: gente de este gran mundo, por favor,

no se queden callados, vienen a matarnos”, dijo entre lágrimas la cineasta Sahraa Karimi en un video. Ese temor explica la desesperac­ión de familias enteras que intentaban abandonar el país desde el aeropuerto internacio­nal.

En localidade­s tomadas por los talibanes en las jornadas previas, las restriccio­nes a las mujeres ya comenzaron. “Quiero volverme invisible y esconderme del mundo”, escribió en Twitter Rada Akbar, pintora y fotógrafa. Mientras que Aisha Khurram, quien representa a la juventud afgana ante la ONU, ve cómo sus sueños se derrumban.

“Para toda la nación, ver cómo todo se hundía en un instante, fue el fin del mundo”, dijo a la agencia AFP. De 22 años, esta mujer creció en un Afganistán que ya no existe, y quizás tenga que acostumbra­rse a otro, donde incluso mostrar sus tobillos sea un delito que merezca castigo corporal, como solían hacer los talibanes durante su primer gobierno. Las lapidacion­es y flagelacio­nes eran pan de cada día. A veces por adulterio. Otras por mostrar los tobillos, reír o dar la mano a un hombre.

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GETTY IMAGES Kabul. Los talibanes ya controlan la gran ciudad afgana y con ellos llegan las prohibicio­nes. /

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