LAS CIFRAS
se nos abrieron las puertas acá”, recuerda apretando las manos a su pecho.
Nurys ha pintado un dibujo que nos muestra con orgullo en la puerta principal de su huerta, de la que ha cosechado no solo frutos vegetales, sino también lo que considera frutos espirituales. En la pintura plasmó a su familia y ella sostiene feliz una canastilla llena de frutas y vegetales en medio de un camino árido que ahora es un oasis en medio del desierto, y que representa su futuro.
Lo que antes era un peladero sin vida vegetal, como afirman sus residentes, con la ayuda de las huertas hasta ha cambiado el microclima de estas viviendas en las que muchos comenzaron a sembrar árboles frutales y limoneros en las terrazas.
“Ahora vendemos lo cosechado hasta a domicilio, con un costo menor, porque somos de aquí y tenemos que compartir y así enseñarle a la comunidad a que aprenda lo que estamos haciendo con la siembra, que en Venezuela es muy distinta a la siembra que se hace aquí”, cuenta.
“Quisimos hacer una apuesta diferente en torno a la seguridad alimentaria y lo que buscamos es que las comunidades aprendan a propersonas están asentadas en La Esperanza, en Uribia ducir para el autoconsumo. Sin asistencialismo ni paternalismo, sino enseñar a pescar. Les entregamos los insumos, semillas, abono, jaulas para pollos y demás, todo esto acompañado de talleres de formación”, explicó Juan David Palechor, especialista en seguridad alimentaria del Programa Respuesta de Emergencia en Colombia (Eric) de Usaid y Acdi/Voca.
Este programa comenzó con éxito en el departamento de Arauca, donde las condiciones climáticas son diferentes y la atención estaba dirigida a la población migrante y a población residente que fuera receptora del proceso. Pero al llegar a La Guajira a replicar este proceso, estos sembradores se familias han sido beneficiadas con las huertas del programa Eric encontraron con un terreno desolado y casi estéril, donde había llegado una gran cantidad de población migrante que se había asentado en esta zona y que corresponde a un poco más de la mitad del casco urbano de Uribia. “Es un área extremadamente grande, de aproximadamente 104 hectáreas, con más de 9300 personas asentadas, que fueron llegando en periodo de tres años y medio”, afirma García.
En su mayoría son población de la etnia wayúu retornada, por lo que el proyecto tuvo que realizarse con un enfoque diferencial. “Este es el asentamiento de la sección antiguo aeropuerto La Esperanza, que era antes un antiguo relleno sanitario y allí estaba la estructu