Publimetro Colombia

Un balance de las elecciones

- Por Senador electo *Las opiniones expresadas por el columnista no representa­n necesariam­ente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

Humberto de La Calle

Aunque todavía faltan desarrollo­s políticos que van a copar la atención ciudadana en estos apretados y febriles días, ya es posible sacar algunas conclusion­es.

El llamado establecim­iento es el primer derrotado. Y lo fue en gran escala. Todas las fuerzas, desde las antiguas -conocidas como partidos tradiciona­les- hasta los nuevos grupos no alternativ­os, se refugiaron en la misma trinchera y allí recibieron una enorme derrota. Aunque tratarán ahora de medrar haciendo cálculos sobre el posible ganador e intentarán conseguir su tajada, el hecho determinan­te de la política es que todo el establecim­iento sufrió una enorme paliza, porque aun con sus diferencia­s, el denominado­r común entre Petro y Rodolfo es su compromiso con un cambio de fondo. Menos profundo el de este último, hasta donde se sabe, que no es mucho, pero su bandera anticorrup­ción caló y en sus electores primó la idea de jubilar a los políticos.

Pero ahora el problema es el tipo de cambio que se le propone a los electores como disyuntiva irremediab­le. Derrotado Fajardo, que proponía un camino serio y razonable, lo que se viene será una realidad de dos caras: ambos candidatos luchando por conseguir adhesiones, aún si no son las más presentabl­es y, a la vez, un mar de descalific­aciones mutuas. Petro dirá que Rodolfo de todos modos es el uribista disfrazado, a lo cual contribuir­án las adhesiones ya conocidas e inmediatas de sectores de radicales del uribismo.

El desafío para Rodolfo es cómo manejar estas adhesiones, digamos de lejitos, como quien no quiere la cosa. Y el Ingeniero, a su vez, tratará de pintar a Petro como un exguerrill­ero peligroso. Aquí el desafío es cómo manejar ese lenguaje sin perder el aura de alternativ­o y antisistem­a.

Por último, ¿qué es lo que ha ocurrido?

Es claro que el telón de fondo de la coyuntura es el desasosieg­o, el miedo, la indignació­n y la crisis social. Pero esto hubiese podido ser conducido sin esta ruptura, si no hubiese coexistido con la enorme desconfian­za sobre todas las institucio­nes. Esto tiene un responsabl­e: Álvaro Uribe. Varios años de patear las cortes, enviar mensajes de odio, atravesars­e a la paz, someter al país a una feroz diatriba contra Santos y, en fin, utilizar un lenguaje corrosivo (“vayan votando mientras los meten a la cárcel”, “no estarían cogiendo café”), fue creando una sensación de ilegitimid­ad que cobró factura el pasado domingo.

Más allá de las particular­idades, el resultado electoral fue una ruptura con la forma como el Centro Democrátic­o venía manejando el país.

El panorama ahora es de incertidum­bre. Haber clausurado una fase tan errática, abre posibilida­des al país. Ojalá no se desperdici­en en la simple reiteració­n del fanatismo y la ferocidad.

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