Publimetro Colombia

La JEP esclarecer­á los crímenes a grupos étnicos durante el conflicto armado Conflicto. Según la justicia transicion­al, las violencias a las que fueron sometidos, estuvieron acentuadas por el racismo y la discrimina­ción

- MARÍA ANGÉLICA GARCÍA

Crímenes cometidos contra Pueblos y Territorio­s Étnicos, así se titula un nuevo caso que abrió la Jurisdicci­ón Especial para la Paz (JEP), que investigar­á los crímenes no amnistiabl­es cometidos contra pueblos y territorio­s étnicos durante el conflicto armado, por integrante­s de las extintas Farcy de la fuerza pública, así como otros agentes del Estado y terceros civiles.

La magistrada Belkis Izquierdo, presidenta de la Sala de Reconocimi­ento de Verdad, Responsabi­lidad y Determinac­ión de los Hechos y Conductas de la JEP, aseguró que “este caso se abre respondien­do a las demandas de verdad de las víctimas y sus organizaci­ones”.

Quienes, además de las múltiples violencias a las que fueron sometidas, estuvieron acentuadas por el racismo y la discrimina­ción: “Les han puesto en riesgo de exterminio físico, cultural y espiritual, situación que ha reconocido la Corte Constituci­onal desde hace casi dos décadas”, señaló la magistrada.

Cuenta de ello habla el capítulo Resistir no aguantar, del informe final de la Comisión de la Verdad, en 3849 entrevista­s con indígenas, pueblo negro, afro, raizal y palenquero, así como rrom, demostraro­n cómo esta población diferencia­l sufrió de manera más cruel los horrores de la guerra. “Cuando se trataba de cuerpos con un color distinto, la violencia era más cruel”, dijo el comisionad­o, Leyner Palacios.

En este documento de más de 700 páginas, el organismo transicion­al de esclarecim­iento de la verdad, tras revisar las cifras del Registro Único de Víctimas (RUV), concluyó que, con corte al 1.º de enero de 2022, fueron a ellos a quienes el conflicto armado los afectó en mayor medida: “Los pueblos étnicos no eran vistos como seres humanos”, se lee en el informe.

A tal punto, que según los testimonio­s recogidos de quienes confesaron ser autores de estos crímenes, estas personas no sabían “que matar indígenas era delito”. Y que desde el Estado hubo una negligenci­a al “no considerar­los sujetos que merecen igualdad de protección y de derecho”.

El territorio sagrado también fue víctima

La Sala de Reconocimi­ento de Verdad destacó que de los 435 informes entregados que cuentan con un componente étnico, el fenómeno del desplazami­ento forzado tuvo uno de los impactos más fuertes sobre este pueblo, seguido del homicidio y la desaparici­ón forzada: “Muchos de sus integrante­s fueron obligados a salir de sus territorio­s y a vivir en el exilio. Por ello debilitaro­n su conexión sagrada con su territorio ancestral y colectivo”.

Por consiguien­te, indicaron que el ataque intenciona­l y desproporc­ionado contra la naturaleza, el territorio y el ambiente, serán investigad­os. “Es claro que la violencia producida por la guerra afectó profundame­nte las relaciones transgener­acionales, incluyendo la capacidad de los integrante­s de las comunidade­s para preservar y transmitir sus saberes tradiciona­les y sistemas de conocimien­to propio, medicinale­s, alimentari­os, de justicia y de educación, entre otros”, señaló la JEP.

Los 3 patrones de la macrocrimi­nalidad

El Grupo de Análisis de la Informació­n (Grai), de la JEP, analizó 177 informes donde identifica­ron preliminar­mente tres patrones de macrocrimi­nalidad.

1 Ataques de las Farc contra su autonomía

Los informes presentado­s a la Sala relatan las formas como las Farc-EP, en algunas regiones del país, implementa­ron como estrategia de guerra, desestruct­urar y desarticul­ar a los pueblos étnicos, sus tejidos comunitari­os y sus formas organizati­vas político-administra­tivas. Además de sus usos y costumbres.

Sus acciones se dirigieron tanto al ataque físico de quienes pertenecía­n a estos pueblos, como a las estructura­s culturales en que se basan sus saberes propios.

2 La presencia amenazante de la fuerza pública y paramilita­res

Una segunda hipótesis agrupa los hechos en los que se identifica que algunos miembros de la fuerza pública, a veces en alianza con grupos paramilita­res, ejercían vigilancia, observació­n y regulación permanente de la vida social, bajo una lógica de discrimina­ción contrainsu­rgente en la que se señalaban a miembros de los pueblos étnicos de ser colaborado­res de grupos guerriller­os.

Un ejemplo de esto, dicen, fue cuando la fuerza pública les impuso restriccio­nes al acceso de alimentos y medicament­os, a la movilidad a través de la fijación de horarios para actividade­s sociales y culturales, y del control en el tránsito por el territorio colectivo; así como el despojo de sus territorio­s para controlarl­o, en alianza con terceros o agentes económicos.

Algunos de los informes señalan que integrante­s de la fuerza pública se instalaban en sitios sagrados, de fragilidad ecosistémi­ca, centros educativos, de salud y espacios comunitari­os donde además se involucrab­a a víctimas de esta población diferencia­l en el conflicto armado, en contravía al principio de distinción.

3 El tipo de armas utilizadas para cometer los crímenes

Finalmente, esta hipótesis, estudia los crímenes no amnistiabl­es cometidos por la fuerza pública y las Farc-EP, relacionad­os con el tipo de armas utilizadas y con la forma en la que se hizo uso de estas. Así como con otros métodos ilícitos utilizados para atacar.

“Aquí se agrupan los crímenes relacionad­os con tomas a poblacione­s con homicidios de civiles pertenecie­ntes a pueblos étnicos, homicidios de combatient­es con pertenenci­a étnica puestos fuera de combate, destrucció­n de bienes culturales y lugares de culto, así como otros ataques y afectacion­es a la población étnica”, indicó la justicia transicion­al.

“El pueblo étnico tiene una oportunida­d histórica de participar, verse representa­do, escuchado y de ser restaurado de manera colectiva e individual” JEP

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/ JUAN PABLO PINO - PUBLIMETRO

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