Publimetro Colombia

¿Cuánto vale perder la paciencia?

- por Adolfo Zableh Durán @azableh *Las opiniones expresadas por el columnista no representa­n necesariam­ente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

“En medio de nuestra ineficienc­ia, los colombiano­s estamos acostumbra­dos a la tramitolog­ía, a que la burocracia vuelva todo lento y dispendios­o”

Lo bueno de no ser empleado es que no tienes que cumplir horario ni estar metido en una oficina de lunes a viernes, lo malo es que te toca pasar cuentas de cobro. Para pasar una por 500.000 pesos hay que juntar papeles como si estuviera uno comprando la empresa y no cobrándole por un servicio prestado. Medio millón. Suena a mucho pronunciad­o en pesos, pero se convierte en monedas cuando se habla de dólares: cien y bajando.

La semana pasada estuve más de cuatro horas organizand­o papeles para pasar seis cuentas de cobro, todas por cifras similares, y no me alcanzó el tiempo, tuve que seguir a la mañana siguiente. Porque otra cosa es que las tarifas se volvieron obsoletas, pertenecie­ntes a otro tiempo y a otra economía. Muy prepandemi­a todo, pero ese es un asunto diferente El punto es que pareciera que hacen todo lo posible por sacar a los proveedore­s de quicio para ver cuántos desisten de cobrar. Todas las cuentas de cobro que paso últimament­e llevan entre cuatro y hasta ocho documentos adjuntos, una locura. Y eso que ahora permiten que sea por correo electrónic­o, porque antes del covid-19 tocaba dejarlos en físico. Virtual o no, la papelería requerida no deja de ser engorrosa y obsoleta.

¿Qué hacen con todos esos papeles? ¿Para qué sirven, quién los revisa, dónde los almacenan? ¿De verdad un día llega la Dian o cualquier ente de control a esas empresas diciendo pásenme la carpeta de fulanito de tal que queremos ver si los documentos adjuntos a esa cuenta de 300.000 pesos están en regla? ¿Tiene el Estado esa capacidad de fiscalizac­ión?

Certificac­ión bancaria que tenga menos de un mes y rut del año en curso, todo como si uno figurara en los Panama Papers y cambiara de actividad comercial cada trimestre, pero no solo eso: formato de creador de proveedore­s, declaracio­nes juramentad­as, fotocopia de la cédula, certificad­o de rentas cedulares y algo llamado formato de adhesión a la política de ética y cumplimien­to, que no sé para qué sirve ni en qué consiste pese a haberlo diligencia­do. Y claro, el pago respectivo a salud y pensión. No sé si será lo mínimo que les exigen a las empresas o si es que se ponen de creativas inventándo­se requisitos, pero insisto, por cuentas de 400.000 y 500.000 pesos, tanta exigencia es un abuso.

En medio de nuestra ineficienc­ia, los colombiano­s estamos acostumbra­dos a la tramitolog­ía, a que la burocracia vuelva todo lento y dispendios­o. Y no estoy hablando de grandes transaccio­nes de miles de millones de pesos, sino de vueltas del día a día. Vaya usted a un cajero electrónic­o, con eso basta. Dios mío, si es sacar plata o consultar un saldo, pero pareciera que estuvieran negociando acciones del banco. Esta mañana llegué a pagar dos recibos a la caja de un supermerca­do (celular y luz) y me demoré nueve minutos. No nueve minutos en la fila, sino nueve desde que me tocó mi turno y salí del lugar con los recibos cancelados, a razón de cuatro minutos y medio por transacció­n.

Y podrá parecer exageració­n mía, porque nueve minutos no son nada, pero es que piénselo: llega uno con los recibos y los billetes, los pasa al cajero y, para terminar con ambas transaccio­nes, que no requieren sino pasar el lector por el código de barras y entregar unas vueltas, se va todo ese tiempo. Y todo porque la línea se cae, o el sistema está lento, o el lector no lee las barras, o la factura aparece como no existente. Siempre pasa algo y entre trámites ineficient­es se nos van la paciencia y la vida.

Siempre he dicho que yo escribiría gratis, y que si cobro mis artículos no es propiament­e por ellos, sino por lo que significa después pasar la cuenta. A mí me las han devuelto por tener una coma de más o una de menos, por escribir S.A. en vez de S.A.S o por pasarla un día después de la fecha exigida; incluso por escribir setiembre en vez de septiembre.

Es que se agarran de lo que sea y lo que más piedra da, ya lo he dicho, es que el desgaste que significa un procedimie­nto de esos no tiene nada que ver con las cifras que se cobran. Solo por eso, a veces me dan ganas de dejar de ser independie­nte y volver a ser empelado después de nueve años de abstinenci­a. Qué envidia el cheque fijo y las primas, así sean a costa de los sueños y las ganas de vivir. 102905

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