Juan Villoro “El fútbol tiene anticuerpos contra la corrupción”
El periodista y escritor mexicano, reconocido recientemente con el Premio a la Excelencia en el Festival Gabo, habló durante el evento del Mundial de Catar 2022
El mundial es una fiesta que los aficionados esperamos cada cuatro años, pero esta Copa del Mundo pareciera generar muchos choques en los hinchas por la sede, por los derechos humanos, por el calendario… ¿Usted cómo lo ve?
Desde hace un tiempo la Fifa ha demostrado ser una gran organización delictiva, que acepta sobornos, que se presenta como una organización no lucrativa y hace millones de dólares, que fue investigada por el FBI recientemente con el Fifagate, investigación que, hay que decir, no fue inocente, porque a cambio de sanear a la Fifa, Estados Unidos se quedó con el siguiente mundial.
Y la Fifa ha sido cómplice de los peores gobiernos; apenas hace cuatro años, Vladimir Putin les parecía un socio perfectamente viable y hoy en día excluyen a Rusia porque es políticamente correcto, pero después de haber hecho negocios con Putin; y ahora el mundial se celebrará en un país que viola los derechos humanos, un país de misoginia establecida, que se opone a la alteridad sexual, que además prohíbe el consumo de alcohol, en temperaturas que desafían a cualquier deportista, estadios climatizados con aire acondicionado... Entonces parece una especie de pesadilla impresionante.
Hace algunos años Henry Miller escribió un libro de crónicas sobre Estados Unidos que se llamaba La pesadilla con aire acondicionado. Eso era Estados Unidos para él. Para muchos eso será Catar.
¿Entonces el fútbol lo perdona todo, así Catar sea un reconocido violador de derechos humanos?
El fútbol se trata, sin lugar a dudas, de la forma del entretenimiento mejor organizada y repartida en el planeta Tierra.
La Fifa tiene más agremiados que la ONU y además a la Fifa le hacen caso. Entonces, en un planeta que se ha organizado para el entretenimiento de esta forma, evidentemente el fútbol concentra muchísimo poder. Es un espejo de las sociedades, pero es un espejo al modo de los espejos cóncavos y convexos de las ferias, que distorsionan un tanto la realidad. Las virtudes y los defectos de las sociedades cristalizan ahí y no dependen del fútbol, dependen de la sociedad que rodea los estadios. Pero es a través del fútbol como se manifiestan también fenómenos de comercialización desaforada, incidencia política, misoginia, machismo, xenofobia, dopaje… Todas esas cosas van a cristalizar en Catar, que es un mundial que ya, de alguna manera, tiene un pecado de origen, ¿no? Y sin embargo, las aficiones no se dejan llevar por indicios de la realidad.
En México, la gente ha hipotecado sus casas, vendido sus coches, se ha peleado con su pareja para poder ir a Catar. ¿Qué hay en la mente de estos aficionados? En México, la Guardia Nacional va a llevar un destacamento, no sabemos si para proteger a los aficionados mexicanos o para proteger a Catar de los aficionados mexicanos, ¿no? Porque México tiene algunos récords cumplidos por sus espectadores. En el Mundial de Francia, en 1998, un hincha mexicano apagó orinando la flama del soldado desconocido; en el Mundial de Corea y Japón a otro aficionado se le ocurrió jalar la manija de parada de emergencia del tren bala; en el Mundial de Brasil otro se tiró por la borda de un crucero a ver si el crucero se detenía… Entonces, estos récords extraños de la afición mexicana provienen de un conglomerado de gentes que me atrevo a decir que siempre ha hecho más esfuerzo que los futbolistas.
¿El hincha vive en el mundo del autoengaño?
El grito de guerra de los mexicanos en las tribunas es “¡sí se puede!”, la demostración empírica de que generalmente no se ha podido.
Imagínense una selección que no está tratando de recuperar viejas glorias. Nosotros no tenemos ningún pasado y realmente es muy difícil que tengamos futuro. Pero sin embargo, la capacidad de autoengaño es tan grande que Catar estará llena de mexicanos siendo tan caro, teniendo todos estos defectos que tú ponías ya sobre la mesa.
Y finalmente, yo creo que a pesar de todos los desastres, me atrevo a decir que volvere
“(El fútbol) es un espejo de las sociedades, pero es un espejo al modo de los espejos cóncavos y convexos de las ferias, que distorsionan un tanto la realidad”
JUAN VILLORO Periodista y escritor mexicano
mos a encontrar que el fútbol tiene anticuerpos contra la corrupción, porque hay muchas cosas que tratan de dañarlo, pero hay algo inviolable, y uno de los grandes filósofos rebeldes del fútbol fue Diego Armando Maradona. Cuando dijo “la pelota no se mancha”, quiso decir que lo que está en juego en el campo, eso es impoluto, eso queda intacto y él lo demostró dentro del campo con gestos extraordinarios. Recuerdo uno, para no extenderme más, que ya lo hice mucho, pero fíjate, nada más qué interesante.
En el Mundial de México, en 1986, Bochini era un jugador ya bastante mayor, veterano, que fue llevado por Bilardo a esa selección para hacer grupo, que esa es una categoría en la que no reparamos lo suficiente: futbolistas que son necesarios para que el grupo se mantenga unido, que en las concentraciones alegran a los que están deprimidos, consuelan a otros, tranquilizan a los más nerviosos, que ayudan a que aquel equipo se mantenga como una unidad. Y Bochini, con su experiencia, podía hacer eso. Lo llevaron, pero no jugaba. Y en un partido ya en la zona final, lo dejaron entrar unos minutos para que sintiera la gloria de estar en el Estadio Azteca unos momentos y fuera parte de ese mundial. Entonces, Diego pidió la pelota y se la dieron como capitán, desde luego, y se acercó de inmediato a Bochini y le dijo: ‘Tenga maestro’. O sea, reconocía esa jerarquía extraordinaria de un jugador legendario que iba a jugar unos cuantos minutos.
Diego ahí tuvo esa humildad. Sabía que era el mejor jugador del mundo, pero en ese momento al otro le concedía la función de maestro. Y eso fue lo que lo que dejó Diego como un gran legado. Esa manera de jugar en donde lo que ocurre en la cancha se suspende de las reglas habituales del mundo. Y ahí entonces, en Catar, podremos ver los pases de Kevin de Bruyne, la magia de Lionel Messi y otros prodigios que nos podrán reconciliar no con la industria del fútbol, pero sí con la naturaleza del juego.