Bridgerton
Que la protagonista sea Nicola Coughlan y protagonice escenas románticas es revolucionario en un sistema cultural que encasilla a las personas gordas
La tercera temporada de Bridgerton ha dado lo usual: vestuario exquisito, música clásica con los hits contemporáneos del momento, amor... y sexo. Sobre todo con su personaje principal, en esta ocasión, Penélope Featherington, que ha sido celebrada porque jamás se ha hablado de su talla en la serie y su transformación le da la independencia y carácter para decidir qué quiere en la vida. Y de paso, que Colin Bridgerton, que la tenía en la friendzone, se enamorase de ella en una escena final que dejó a todo el mundo con ganas de más.
Pero lo que ha hecho Shonda Rhimes, no solo en temas de raza (más hablando de la Inglaterra de la Regencia), o en temas de erotismo (desde escenas explícitas hasta la sutileza poderosa de un Regé Jean- Page lamiendo una cuchara) en una serie histórica ha sido revolucionario si se habla de una serie enfocada en el conseguir pareja como ascenso social y en un medio tan opresivo como entonces: atendiendo también a las opresiones aún reflejadas en la cultura del siglo XXI, Penélope, interpretada por Nicola Coughlan, ha emocionado a muchas mujeres que ven cómo una mujer de talla grande es victoriosa en el amor y en la sociedad.
Y por esta razón, mostramos en qué ha triunfado Bridgerton, al darnos de protagonista a una mujer de talla grande única en su tipo.
1. La representación cultural de las personas gordas ha sido absolutamente ofensiva y encasillada
Desde la historia de Fatty Arbuckle, malogrado actor de Hollywood acusado de violar y asesinar a una joven actriz en los años 20 (pueden leer la historia completa en Hollywood Babilonia, libro en el que se inspiró la película Babylon) , todo lo que comprende a los actores gordos en Hollywood ha sido rodeado de sordidez, de personajes como alivios cómicos, o hechos para que se les niegue el amor y el éxito social reflejado en sus producciones.
El gordo y el flaco o Curly, de Los tres chiflados, dieron paso a cómicos como John Belushi o a Chris Farley, exitosos en los años ochenta y noventa (y muertos, coincidencialmente, por sobredosis de drogas). Que sí, conseguían todo eso, pero a través de la humillación o de crearse un personaje alejado de los cánones tradicionales. Ni se diga de las mujeres, que tanto en ficción como en pantalla grande seguían el mismo patrón con cánones e historias gordofóbicos: por años se dijo que Mama Cass, del grupo musical The Mamas y The Papas, murió porque se asfixió comiendo un sándwich, por ejemplo (esto lo desmintió recientemente su hija).
Y hay que ver lo que era Rosie O’ Donnell en los años noventa: siempre relegada a los papeles de mujer ‘fea’ y con carácter, como le pasó en Un equipo muy especial, donde hacía amistad con el personaje de Madonna, siendo ella la que llevaba la parte ‘masculina’ de la relación.
Por otro lado, si bien Melissa McCarthy ha triunfado con sus comedias, no deja de caer en el cliché en muchas cosas, pero se ve más que todo con su papel en Damas en guerra, papel que le valió su primera nominación al Óscar, en una escena poscréditos con su esposo en donde come un sándwich encima de él.
Y por supuesto, también
“Penélope Featherington está cambiando la conversación sobre la representación de las tallas grandes, el amor y el sexo, en una industria que necesita más de ello”
caben los alegatos de su contemporánea Rebel Wilson, quien apenas cambió su físico, dijo que la dejaron de contratar porque, precisamente, hizo una carrera basada en el papel de gorda salvaje, desaliñada y chistosa, como en la mencionada película, en toda la trilogía de Pitch Perfect o en Grimsby, donde era la pareja de un hooligan vulgar, interpretado por Sascha BaronCohen, entre otras producciones.
Ahora, se creería que en plena época de revisionismo
LA CIFRA 8
tiene la tercera temporada de Bridgerton, de los que ya están disponibles, cuatro, en Netflix cultural todo ha cambiado, pero esta representación sigue: si bien la Martha de Bebé Reno es una persona real, era inevitable ver que caía en otro cliché opuesto al anterior: el del gordo acosador sin vida alguna (como le pasa a Craig Feldspar, el eterno enamorado de Lois en Malcolm en el medio) y que con mujeres ha tenido su peak con Kathy Bates en Misery, generando un debate de por qué la representación de las mujeres gordas no pueden ser dignas de amor como todos.
2. Hollywood tiene un problema con lo que considera ‘gordo’
Lo bello de esta temporada de Bridgerton es que jamás se enfocan en el peso de Penélope. Nunca se menciona. Y aún así, tiene las atenciones de Lord Debling (Sam Philips), que es el primero que, a diferencia de Colin, no se fija en el aspecto de ella para verla tal