Reconstruyendo tejido socien Cazucá a través de la arquitectura emergente
No es común escuchar de proyectos de arquitectura que sirvan para empoderar comunidades, pero en el barrio Altos del Pino hay un ejemplo palpable de que sí puede ser realidad
Miguel Sambrano Gaviria y Nohora Guerrero Ortega salieron hace 25 años de Pitalito, Huila, huyendo de la violencia y en busca de mejores oportunidades de vida. Llegaron a Bogotá a vivir en alquiler y a rebuscarse el sustento vendiendo cosas en la calle, y en el caso de Miguel, haciendo trabajos de pintura y albañilería.
Como toda pareja joven tenían el sueño de tener una casa propia. Persiguiendo eso fueron a parar a Altos del Pino, en Altos de Cazucá, que es la comuna cuatro de Soacha y es el territorio que más desplazados ha recibido en América Latina. Se hicieron a un lote que adquirieron abonando una pequeña cuota y se pusieron manos a la obra para realizar su proyecto de vida.
Como han podido han ido construyendo su casa a lo largo de 20 años (como ocurre con todas las personas que han llegado a ocupar este sector) y en medio de eso han criado a tres hijos, que hoy son líderes dentro de la comunidad.
Sin pensarlo, Miguel y Nohora se convirtieron en importantes actores que velan por el mejoramiento de las condiciones de vida de su comunidad y han logrado que organizaciones como la Universidad Piloto de Colombia o la Universidad de La Salle, que tienen proyectos de arquitectura y urbanismo colectivo, vuelquen sus ojos a ellos y los ayuden a construir su sueño: un centro juvenil para que niños y jóvenes puedan educarse y desarrollar todo tipo de actividades.
“Veíamos en este lugar una oportunidad para trabajar por la comunidad, porque nuestros hijos crecieron acá. Queríamos evitar que ellos se involucraran en malas actividades. Surgió la idea de empezar a hacer un refuerzo escolar en tareas, y tratar de que los niños de los vecinos no estuvieran en la calle. Veíamos que así como los demás niños tenían esa necesidad, los nuestros también. Allí surgió ese enfoque de trabajar por la comunidad”, cuenta Miguel Sambrano.
Esta iniciativa terminó consolidándose como Proyecto Escape, una fundación mediante la que han gestionado todo tipo de recursos para que la comunidad salga adelante. Uno de sus mayores aliados en este momento es la Universidad Piloto de Colombia, en alianza con la Universidad de La Salle y otras instituciones como Urbz Colombia y Arquitectura del Oxímoron.
“Existen una serie de herramientas para hacer esta construcción, como lo son los diseños participativos. La comunidad es la que toma las decisiones y guía el proyecto, nosotros solo hacemos un acompañamiento técnico”, dice Andrés Sánchez Arias, profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Piloto y coordinador del Proyecto de Arquitectura y Urbanismo Colectivo.
Y es que a través de lo que él llama “pequeñas actividades”, que en realidad son talleres prácticos que se realizan entre profesores, estudiantes de la universidad y personas de la comunidad, lo que han hecho es generar cohesión social, al mismo tiempo que elaboraron el diseño del edificio del centro juvenil, una estructura de bambú y guadua hecha de manera sostenible, en la que también funcionará la junta de acción comunal.
“Nosotros no buscamos asistencialismo. No queremos regalarle a la gente nada porque eso es como
“Estoy convencido de que cuando el trabajo se hace con el corazón da sus frutos. Acá todo lo hemos hecho por intercambio de saberes y no por dinero, es un trabajo hecho solo con amor” Miguel Sambrano
negarles las capacidades que tienen. Ellos gestionan los recursos y nosotros desde la academia aportamos para buscar el mejoramiento de la comunidad. (…) Nosotros llevamos dos años y medio trabajando en el sector. En este momento no hay grandes proyectos de infraestructura, pero hemos hecho actividades que han generado cohesión social; en esos términos, la comunidad nos reconoce, nuestro fin no es generar en sí la construcción, sino generar tejido social”, dice el profesor Sánchez.
“Hemos sido un poquito críticos en el sentido de que acá (en Colombia) no se hace arquitectura social. Cuando tú tienes un proyecto y lo insertas en la comunidad no es lo mismo que trabajar de la mano con ella”, agrega Sánchez.
La célula restaurativa
En el lugar donde se construirá el centro juvenil, la comunidad ha levantado una estructura modular en bambú que han denominado la ‘célula restaurativa’. Esta se ha vuelto un ícono para la comunidad, es donde se desarrollan los workshops, un lugar de juego predilecto por los niños.
La apropiación del espacio ha sido tal que la comunidad diseñó una huerta urbana alrededor de esta, de donde muchas veces sacan su sustento. También han ideado un sistema para convertir los desechos orgánicos de sus cocinas en abono para las plantas.