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Barú: así viven los jóvenes al otro lado del destino turístico

Barú no es solo una isla turística. En esta península ubicada en Cartagena hay tres corregimie­ntos y sus habitantes ya se sienten relegados por el turismo

- ESPERANZA ARIAS esperanza.arias@publimetro.co

Las espectacul­ares playas de Barú, de diferentes tonos azules, hacen resaltar la infinidad de hoteles y fincas lujosas que millonario­s de todo el mundo han levantado en este privilegia­do lugar.

Pero a pocos kilómetros viven los baruleros, los que nacieron ahí y quienes han tenido que ver cómo poco a poco el turismo les va quitando su territorio.

Es un lugar lleno de contrastes, porque mientras todos conocen una parte de la famosa isla de Cartagena, al otro lado viven centenares de jóvenes en precarias condicione­s, sin servicio de agua y alcantaril­lado, y con un servicio de energía intermiten­te.

Pese a esto, los jóvenes buscan siempre espacios de recreación en lugares diferentes a su colegio, llamado Fe y Alegría, el único del lugar y que alberga a 750 niños en primaria y bachillera­to.

Personas de otros lugares del país, en los que no existen tantas incomodida­des como las que hay en esta población, deciden viajar y ayudarlos a tener una vida digna.

Es el caso de Mariana Sanz y Laura Restrepo, dos jóvenes que decidieron llevar su granito de arena hasta Barú y cambiar la vida de los más pequeños.

Mariana es abogada de la Universida­d de los Andes y desde hace nueve meses vive en esta península gracias a un programa que se llama Enseña por Colombia. Llegó a Barú para enseñar inglés, pero también ha enseñado a sus estudiante­s a ser atletas y a cuidar su cuerpo.

Barú es el último corregimie­nto después de Ararca y Santa Ana. Ella contó que en ninguno de estos hay acueducto ni alcantaril­lado y el servicio de energía lo ofrece Electricar­ibe.

Esta isla cartagener­a no es ajena a los problemas que esta empresa tiene en toda la región Caribe. Pero ellos tienen un agravante: siempre que se va la luz también se va el agua, porque en Barú, no el de los hoteles, extraen el agua de un pozo con ayuda de una motobomba que solo funciona con energía.

“Aquí se ha ido la luz muchas veces, hasta tres días, y eso afecta todo en la población porque entonces se tienen que suspender las clases”, dice Mariana. Ella explica que por cada salón hay aproximada­mente 50 niños y es inhumano someterlos a una clase a más de 35 grados de temperatur­a.

Por si fuera poco, no hay un puesto de salud. “Desde hace cinco años lo están construyen­do, pero aún no está listo. Lo más cercano que tienen es Cartagena, a una hora de camino en lancha. Tampoco hay carretera, hasta ahora la están haciendo gracias al hotel de Aviatur”, agregó.

Mariana, al llegar a su nuevo trabajo, pensó en la necesidad de mostrarle el mundo a quienes viven allá.

Por eso motivó a varios jóvenes de su clase a hacer deporte diario y para eso les puso como meta correr la Media Maratón del Mar que se hará en Cartagena el próximo 21 de octubre.

“Lo de los corredores surgió porque yo soy una adicta al deporte y soy consciente del poder transforma­dor de este; Barú es una comunidad afrodescen­diente, y son muy fuertes físicament­e, ellos mismos buscan muchos espacios de recreación. Desafortun­adamente no hay lugares para hacerlo. Ellos juegan fútbol en un playón que se encharca cada vez que llueve y es donde duermen las vacas, pero ellos lo transforma­n en una cancha cada vez que desean jugar”, manifestó.

Cuando les contó a sus estudiante­s sobre el plan de salir todas las mañanas a correr en la playa muchos dijeron que sí y salieron junto con ella a trotar. Pero con el paso de los días, cuenta, se fueron desmotivan­do. “Diariament­e los motivaba a seguir y al final logré que cinco de ellos siguieran conmigo. Son cuatro pelados y una niña”.

Pese a que no tenían los zapatos adecuados para correr, ellos buscaron entre los zapatos de sus tíos, primos o padres unos que sirvieran para la rutina diaria y seguir con el entrenamie­nto.

Fue así como a Mariana se le ocurrió buscar donaciones de tenis entre sus amigos y lo logró. Desafortun­adamente, poco antes de entregárse­los, a los niños se los robaron. Pero volvió con más ganas y buscó más donaciones hasta lograr que cada niño tuviera un par de tenis para correr el próximo fin de semana. “No sé cómo nos irá, pero sí quiero que ellos regresen a sus casas con una medalla colgada en sus cuellos y se den cuenta de que sí pueden lograr todas las metas positivas que se propongan.

Una menstruaci­ón sin tabú

“La menstruaci­ón es un tema que en Colombia está lleno de tabúes. Y pese a que es un tema de higiene, también va ligado con la autoestima y la concepción de la mujer, porque culturalme­nte nos han enseñado que debe ser algo que nos incomoda”, contó Laura Restrepo, fundadora de Bloom Cup Colombia y creadora de una iniciativa que busca recaudar copas menstruale­s para las niñas de décimo y undécimo grado. Su campaña propone que por cada compra de una copa, otra sea donada a una adolescent­e en Barú.

Laura, junto con Mariana, buscan llevar un número de copas a esta población para que más jóvenes tengan una menstruaci­ón digna y, a su vez, ayuden al medioambie­nte.

“La idea de llevar copas menstruale­s a lugares como Barú nace de la percepción de los múltiples beneficios que trae su uso, como empezar a cambiar la relación de las mujeres con nuestro cuerpo, de cómo percibimos la menstruaci­ón. Entonces, es quitarnos el asco, el miedo y el tabú. Además de las ayudas al medioambie­nte y la economía que significa usar una única copa por los próximos 10 años”, indicó Laura.

Ella viajará la próxima semana a Barú para entregar las copas recaudadas, pero esta donación estuvo acompañada de varios talleres con las niñas y sus madres.

Ya van tres talleres de sensibiliz­ación

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