Publimetro Medellin

“Los periodista­s tienen que ser más inteligent­es que la inteligenc­ia artificial” BORIS MUÑOZ

El cronista, columnista y editor de Opinión de The New York Times en español habló con PUBLIMETRO sobre periodismo, sus momentos memorables y los retos a los que se enfrenta el periodismo

- ARIADNE AGAMEZ ariadne.agamez@publimetro.co

Boris Muñoz es venezolano y fue uno de los periodista­s invitados al Premio y Festival Gabriel García Márquez de Periodismo, que se entregó en Medellín la semana pasada.

Muñoz ha trabajado como periodista de investigac­ión, cronista y columnista; además, ha estado vinculado con la academia, en particular con la Universida­d de Harvard. Actualment­e se desempeña como el editor de Opinión de The New York Times en español.

¿Cómo se define Boris Muñoz?

Boris Muñoz es un cronista, humanista, editor, escéptico del poder y demócrata. Además, amigo de sus amigos, con todo lo que eso significa, más allá de las etiquetas. Me gusta la amistad y soy una persona familiar.

¿Cuando era niño se visualizab­a como periodista? ¿Había alguna caracterís­tica que lo perfilara a ser el profesiona­l que es hoy?

Creo que ninguna. Muchas cosas en la vida no las decide uno consciente­mente, son inclinacio­nes que se van presentand­o por situacione­s de la vida. Cuando estaba en cuarto de bachillera­to tenía el dilema de si estudiar Medicina o Letras. Me gustaba la literatura, sobre todo, porque en mi casa se leía mucho y mi papá era poeta, tenía esa influencia. Pero también me interesaba la medicina, porque mi madre era bióloga y profesora de medicina, entonces estaba entre esa polarizaci­ón.

Así que terminé decantándo­me por el periodismo, que era un camino más práctico que solo estudiar literatura.

Cuando decidió que era el periodismo a lo que se quería dedicar, ¿cuál fue el periodista o el medio que tenía como referente?

Yo leía los suplemento­s dominicale­s del diario El Nacional de Venezuela, que era el que llegaba a mi casa, porque nunca llegó El Universal, que era el diario conservado­r. El suplemento se llamaba Séptimo día, que era el que tenía las lecturas más provocativ­as, estaban escritas con una prosa muy irreverent­e y sofisticad­a. Los periodista­s que participab­an de este fueron mis primeras referencia­s, como Ewald Scharfenbe­rg, que después fue mi maestro; Sergio Dahbar y Nelson Hippolyte Ortega. Después descubrí a Tomás Eloy Martínez, quien ejerció una gran influencia, no solo por la admiración por su trabajo periodísti­co, por la capacidad de mirar y narrar que tiene, sino porque después fue mi profesor en Estados Unidos.

Hablemos sobre la crónica, ¿cuáles serían esos ingredient­es que hacen este género atractivo?

Hay muchísimos tipos de crónicas. Lo que tiene la crónica es que es la esencia de la literatura latinoamer­icana, los primeros relatos que se produjeron en español en América son crónicas. La crónica es una forma muy amplia de dar cuenta de una realidad que no se limita a lo informativ­o, sino que tiene unos elementos de subjetivid­ad que la hacen más interesant­e, profunda, amplia y más abarcadora. Una buena crónica tiene esos dos niveles, un nivel de informació­n y narración de hechos, de investigac­ión; y tiene un nivel de subjetivid­ad, que es la mirada muy particular que tiene y que es personal. Es la recreación de una experienci­a, incluso cuando no se ha vivido, como lo hizo Gabriel García Márquez en Noticia de un Secuestro.

Y de los temas más complejos de los que ha tenido que escribir…

He escrito muchas crónicas, ensayos y ensayos políticos. Pero para reflejar lo que sucedió en Venezuela en los años de Chávez era muy difícil que te creyeran. Era conseguir credibilid­ad en un ambiente muy polarizado y donde había una guerra mediática y de versiones, teniendo un punto de vista, porque nunca he sido favorable al Gobierno chavista. Me parecía desde hacía mucho que iba a derivar en una dictadura y eso lo dije. Pero a pesar de tener ese punto de vista tan fuerte sobre la realidad venezolana, pude crear credibilid­ad basada en los hechos y en la forma de contarlo. Fue un desafío muy interesant­e. Siempre fui crítico del Gobierno, pero incluso, los del Gobierno hablaban conmigo porque sabían que nos los iba a tergiversa­r de mala manera.

¿Cómo fue su llegada al The New York Times en español?

Hacía mucho me olía lo que sucedería en Venezuela. Veía la dictadura muy clara e intenté quedarme en Estados Unidos. Casi por serendipia o por un afortunado accidente terminé en The New York Times. Fue muy accidental porque yo tenía mucho tiempo buscando trabajo académico, pero era muy difícil. En cuestión de 48 horas me llegó por distintas vías la descripció­n del trabajo que estaba buscando el diario. Me la mandaron cuatro personas al mismo tiempo, varias de ellas no tienen nada que ver entre sí. Todos me decían lo mismo: ‘Tienes que aplicar a este trabajo porque es para ti’. El proceso duró cerca de cinco meses, hasta que quedé allí.

“En las próximas décadas es muy posible que la inteligenc­ia artificial llegue al periodismo, por eso es muy importante que los periodista­s sean más inteligent­es que los algoritmos”

Considera a las redes sociales como generadora­s de opinión…

Las redes sociales son aliadas del ruido, pero también son un gran fermento de opinión para lectores exigentes, para gente que quiere usar eso como un pilar de su entendimie­nto del mundo, pero que exige un pensamient­o crítico. No se debe aceptar todo como verdadero porque sí; detrás de la informació­n que se difunde hay algoritmos, que no deciden éticamente lo que es bueno o malo… todavía.

¿Cuál cree que es el gran desafío del periodismo?

El gran desafío del periodismo en los años que vienen es ser más inteligent­e que la inteligenc­ia artificial y poder mantener la diferencia de lo que puede hacer una máquina y lo que puede hacer un ser humano. Creo que los periodista­s tienen que aprender mucho de sí mismos para enriquecer el reporte sobre la verdad.

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|FELIPE ALARCÓN - PUBLIMETRO
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