Publimetro Medellin

“Es mejor que los jóvenes quieran empuñar un micrófono y no un arma” REYKON

El reconocido artista urbano habló con PUBLIMETRO sobre su vida, sus primeros años, su adolescenc­ia y cómo la música le cambió la vida

- ARIADNE AGAMEZ ariadne.agamez@publimetro.co

Andrés Felipe Robledo es conocido como Reykon, ‘el líder’, el cantante de reguetón colombiano que ya cumple 10 años de carrera profesiona­l y que recienteme­nte lanzó un video protagoniz­ado por una de las mujeres más reconocida­s en los últimos años, Ariadna Gutiérrez.

En este 2018 Reykon ha retomado su carrera luego de una pausa. Volvió con varios sencillos como Mala, Macarena, Mermelada y con el más reciente, Domingo, un trabajo en colaboraci­ón con Cosculluel­a.

¿Cómo fue su infancia y qué considera marcó esos primeros años de su vida?

La verdad, los que conocen un poco de mí saben que yo vengo de un barrio muy humilde, de una familia de muy escasos recursos, pero eso sí, muy bien criadito. Nunca me faltó un plato de comida, pero no sabría decirte si a mis papás les faltó o de lo duro que les tocó a ellos.

Sabemos que desde muy niño empezó a trabajar…

Fui un ‘pelao’ que trabajó desde que tenía 10 años. Mi primer trabajo fue siendo cadi (ayudante de un jugador de golf), en el Club Campestre. Entonces así fue como pude llevar dinero a la casa. Le entregaba la platica a mi mamá y ese fue mi comportami­ento todo el tiempo. Me gustaba trabajar y, entre esas cosas, me encontré con la calle.

¿Qué pasó en su vida en ese momento?

Me encontré con amistades no tan buenas, con muchas cosas y muchos riesgos que ocurren ahí. Fueron muchas cosas pesadas en la vida, pero luego de sobrepasar­las llegó la música y otro camino empezó.

De esa experienci­a, ¿cuál es la mayor enseñanza que tiene?

Disfrutar y vivir. Tengo tantos amigos que hoy no están y otros que están en cárceles… me llevó a aprender que lo que estábamos haciendo estaba mal. Si te digo que casi todos no están, es porque no íbamos por un camino muy correcto, pero es ver que a mí la vida me pudo cambiar porque empecé a hacer las cosas bien, entonces la enseñanza es esa. En los barrios hay menos oportunida­des, pero la gente tiene que saber que sí las hay.

Muchos jóvenes de los barrios se sienten amarrados a ese tipo de vida porque no encuentran alternativ­as. Cuando usted estaba en ese camino, ¿cuál fue la luz que le ayudó a cambiar su rumbo?

Mi mamá, orando todo el tiempo. Yo siempre le echo la culpa a mi mamá, porque siempre prendía velitas para que estuviera bien, para que no nos pasara nada y el señor nos sacó. Yo le entrego todo a Dios, no le entrego el mérito a otra persona o a otro ser.

¿Cuándo llegó la música a su vida?

Eso fue hace como 10 años, porque antes en el barrio uno solo soñaba con ser un futbolista y era el mismo sueño de casi todos los ‘pelaos’ que crecieron allá. Obviamente, no era tan bueno, o si no estaría jugando fútbol (risas). En realidad fue con unos amigos que me dijeron que hacían música, a mí me gustaba mucho el rap desde niño, de los raperos de Estados Unidos, porque yo crecí escuchando esa música. Yo decía: ‘¿Será que uno sí puede con eso?’ Entonces, empezamos a hacer musiquita, pero de decirlo a hacerlo es mucho por lo que uno tiene que pasar.

La música que hacíamos era malísima, teníamos talento, pero no teníamos ni idea, lo que sí teníamos era ganas. Le dimos y le dimos; muchas puertas se cerraron, tuvimos varios espaldaraz­os, pero de 100 puertas se abre una, la que se tiene que abrir.

¿Ese grupo de amigos se logró mantener, o qué pasó con ellos?

Empezamos cuatro, luego quedamos un dúo y al final yo. Es que, la verdad, esto desanima mucho, muchas veces uno piensa que por ese camino no es, que uno está equivocado. Muchas veces se piensa de dónde se va a sacar plata. En mi caso, yo trabajaba por lo que podía, seguir siendo músico sin estar a costillas del papá o la mamá. Yo seguía aportando a mi casa. Es que mientras yo tuviera todo en orden, seguía haciendo mi musiquita. Pero uno sí siente mucho temor. A los amigos que se fueron ‘quitando’, llamémoslo así, yo los entendía, porque en ese momento la música no daba nada y así se quita el que sea.

¿Cuál fue el momento en el que ya logró el impulso para consolidar­se como artista?

Mi mamá tuvo un accidente y ella era una entradita en la casa porque era peluquera. Entonces cuando pasó eso, en medio de su discapacid­ad, yo dije: ‘Ya no más’, porque el poquito tiempo que tenía para hacer la música me tocaba utilizarlo en otras cosas. Recuerdo que un DJ que se llama Cheston me dijo: ‘Hagamos una última canción’. Yo le dije: ‘No, parce, es que ya le intentamos muchísimo a esto, mira a mi mamá, esto se complicó’. Él insistió, me dijo: ‘Grabémosla y ya’. Hicimos una canción que se llamó La

santa y ahí se partió la historia en dos; yo que pensaba que era la última, pero fue la primera de una carrera.

Cuando mira atrás, ¿quisiera cambiar algo de su vida?

No. Todo lo que me pasó hace lo que hoy en día está acá. En todos esos fracasos, en esos malos ratos aprende uno más. Cuando pierdes eso te lleva a hacer muchos análisis de ti mismo. No es que haya sido una vida de muchas pérdidas, pero sí una en la que se cometieron muchísimos errores y todo eso hace a la persona que está hoy aquí.

¿Alguna vez se sintió al borde la muerte?

No.

¿Qué opina de la muerte?

Que llegue cuando tenga que llegar (risas).

¿Cuál es ese sueño que tiene hoy en día?

Tengo unas metas muy claras, quiero premiacion­es, quiero cantar en escenarios muy grandes y todo esto. De todo corazón lo digo, de 100 escalones ya llevamos uno menos, la gente conoce mi música, se la han gozado, pero hay que seguir dándole.

Las experienci­as de vida que tuvo en su adolescenc­ia son la misma realidad que viven muchos jóvenes en los barrios de Medellín, con la diferencia de que muchos ahora sueñan con ser artistas de la música urbana, ¿cree que eso es positivo?

Es que la música saca a los ‘pelaos’ de las calles. Cuando nosotros crecimos en los barrios no teníamos más ejemplos que los que se veían ahí. Ahora los ‘pelaos’, que aunque mucho los critican porque se mantienen pegados al celular, al menos ahí pueden ver personajes como nosotros, que los podemos inspirar y motivar a hacer cosas buenas en la vida. Y cuando dicen que quieren ser cantantes de reguetón, es mejor que estén empuñando un micrófono y no un arma.

Pero muchas de las críticas están en las letras…

Sí, nosotros no cantamos muy poético, pero en esos términos tan directos lo que estamos haciendo no es nada más que música. Porque si le van a echar la culpa al reguetón por las violacione­s o los asesinatos o ese tipo de cosas, eso viene desde hace mucho, antes que el reguetón existiera. Yo prefiero que los pelaos quieran ser como nosotros, la verdad.

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