Publimetro Medellin

Estado: ciego, sordo y mudo ante la violencia

Estado Ciego. Las masacres ocurridas este año fueron avisadas por la Defensoría del Pueblo a través del Sistema de Alertas Tempranas, tal y como sucedió en Bojayá hace 18 años

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NATALIA MARTÍNEZ ESPERANZA ARIAS

El cilindro bomba cayó en el altar de la iglesia y explotó en medio de las 300 personas que se refugiaban de las balas cruzadas de las Farc y las Auc, que sostenían enfrentami­entos hacía más de un día en el pueblo. Quienes sobrevivie­ron, algunos mutilados, corrieron en medio del pánico al ver que sus familiares, amigos y vecinos de toda una vida habían quedado reducidos a charcos de sangre y carne expuesta que se mezclaban con los escombros y pedazos del metal de la pipeta que les estalló.

Ese 2 de mayo de 2002, tras el ataque de las Farc a la población, la historia de Bojayá fue manchada y quedó enmarcada en el relato de un cuento de terror que se repite en Colombia con cada masacre.

Quince días antes, el 26 de abril, la Defensoría del Pueblo emitió una alerta de primer riesgo para las comunidade­s de Bojayá, Vigía del Fuerte y varios municipios del Chocó tras obtener informació­n sobre grupos de hombres de las Auc que bajaban por el río Atrato en canoas, con el interés de atacar a las Farc, dueñas del territorio. En la alerta, la Defensoría advirtió al Estado sobre lo que podrían ser los enfrentami­entos que dejarían a la comunidad en medio del combate. Pero nadie del Estado quiso ver el preludio del dolor y así, la alerta se convirtió en realidad.

PUBLIMETRO construyó una base de datos en la que se confirma que lo sucedido en Bojayá, Chocó, se repite 18 años después: las masacres han sido advertidas y el Estado no actúa para evitarlas.

Masacres en Colombia han sido avisadas e ignoradas

Cruzando informació­n de Indepaz con la de la Defensoría del Pueblo, confirmamo­s que de las 64 masacres registrada­s este año, 62 han sido advertidas previament­e por la Defensoría, que no ha hecho otra cosa que contar lo evidente: que el conflicto nunca se fue y está más vivo que nunca en Colombia.

Para poner un ejemplo, en 2016, se emitió el último informe de riesgo de la Defensoría, en el que registraba que la Asociación de Campesinos para el Desarrollo del Alto Sinú (Asodecas) podría ser víctima de violacione­s por su trabajo de impulso de la implementa­ción del acuerdo de paz. La alerta pedía a las autoridade­s estatales que configurar­an escenarios de seguridad para los miembros de la organizaci­ón. Sin embargo, la alerta se ignoró.

El 11 de enero de 2017, tan solo unos meses después de emitido el informe del riesgo, José Yimer Cartagena Úsuga, vicepresid­ente de Asodecas, fue secuestrad­o, torturado y asesinado en el municipio de Carepa, Antioquia. Hoy nadie responde por este hecho que advirtiero­n los líderes, las ONG y el mismo Estado, por medio de la Defensoría. El Estado parece ciego ante tanta barbarie.

Para algunos, las alertas se ignoran tácitament­e, como en el caso de José David Ortega, líder social del sur de Córdoba, desplazado por la violencia: “Si usted me pregunta a mí, no es que el Estado sea ciego; el Estado se tapa los ojos para no ver”, aseguró a PUBLIMETRO.

“Hoy la configurac­ión de la guerra en los territorio­s, por lo menos en el sur del departamen­to, estaba anunciada. Cuando en 2016 se firma el acuerdo de paz y las Farc abandonan las regiones, desde las ONG advertimos que el Estado tenía que venir y lo que pasó fue que sacaron a las bases militares. Advertimos que estaban llegando nuevos grupos que no encontraro­n a la fuerza armada del Estado, pero tampoco al Estado social de derecho. De ahí para adelante, todo han sido muertes”, contó Ortega.

El problema es que el Estado no puede declararse sorprendid­o con las situacione­s, pues la gran mayoría ya estaban advertidas y muchos apuntan a que los hechos victimizan­tes ocurren en las narices de las institucio­nes, mientras el Estado afirma que no hay omisión, sino un poder armado que lo supera.

“Los líderes y lideresas en las zonas más golpeadas han denunciado que asesinatos y masacres ocurren en las narices de unidades de la fuerza pública. Pero no hay investigac­ión ni correctivo­s en los casos de omisión o de complicida­d corrupta. En cambio, en muchos operativos en zonas con economías ilegales, la población es vista como parte de la delincuenc­ia y las protestas son estigmatiz­adas diciendo

que las manipulan criminales o que son provocadas por guerrillas o narcotrafi­cantes”, aseguró a PUBLIMETRO, Camilo González, presidente de Indepaz.

Esto no lo piensa Paloma Valencia, presidenta de la Comisión de Paz del Senado, que afirma que no se trata de una guerra del Estado contra las comunidade­s, sino una instrument­alización de la población civil: “No es que el Estado haga caso omiso o esté ciego, lo que pasa es que los grupos armados lo primero que hacen para mantener un negocio ilegal es instrument­alizar a las comunidade­s, obligándol­as a rechazar la entrada de las institucio­nes estatales a los territorio­s. No es que haya una doctrina estatal que asesine, porque los principale­s asesinos hoy son las Farc, el Clan del Golfo y el Eln”, señaló a PUBLIMETRO.

Este es solo uno de los elementos que apuntan a que el Estado es culpable del despertar de la violencia, pues como lo dicen los analistas, la fuerza institucio­nal no solo está ciega, también parece ser sorda y muda.

“El Estado se hace el ciego, el sordo y el mudo, con perdón de Shakira”

CAMILO GONZÁLEZ POSSO Presidente de Indepaz

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