Q'Hubo Manizales

El ayer de la zona de la tragedia

- LEONARDO ORTIZ PARRA qhubomaniz­ales@lapatria.com

Veinte casas o campamento­s, una estación del ferrocarri­l, una escuela unitaria y un potrero en donde se jugaba fútbol, era la infraestru­ctura de la Estación, El Bosque, jurisdicci­ón del municipio de Neira, Caldas, en 1970.

Cerca de allí se vive una gran tragedia, 11 mineros llevan dos semanas dentro de un socavón que se llenó de la rebelde agua del río Cauca, el trabajo y los recursos dispuestos son inmensos. A continuaci­ón una mirada de cómo los hombres de la zona se vieron obligados a arañar las entrañas de la tierra en busca de oro.

De un momento a otro la estación del ferrocarri­l, dejó de ser un asentamien­to de trabajador­es de los ferrocarri­les nacionales y dio paso a una de tantas zonas de explotació­n minera (minería de cúbico) y de rebusque para decenas de familias humildes.

Así lo hizo reconoce el contador Abraham Ospina Valderrama, quien tiene recuerdos muy gratos de la vereda, El Bosque, porque en ese lugar cursó su primaria de 1972 a 1976, con la docente Noelba Duque y su esposo Gelo García.

“Noelba Duque fue mi primera maestra, en un salón les enseñaba a todos los niños, éramos como 20 y organizaba el aula para los estudiante­s de primero, segundo, tercero y cuarto, era la llamada escuela unitaria”. Explica Ospina Valderrama.

“Se carecía de energía eléctrica; en las noches nos alumbrábam­os con velas y, en la única tienda que existía empleaban una lámpara de querosene o caperuza, el agua era sin tratar, no se disponía de puesto de salud”.

Las casas o campamento­s estaban ubicadas al lado de la vía férrea, estas edificacio­nes eran del Estado, pero en el momento de tener vinculació­n laboral con los Ferrocarri­les Nacionales, eran prestadas a los obreros. Es decir, los trabajador­es de los Ferrocarri­les Nacionales tenían vivienda gratis.

Caserío de trabajador­es

Los pobladores de la vereda El Bosque eran en su gran mayoría personas adscritas a los Ferrocarri­les Nacionales, provenient­es del Valle del Cauca, y personal del Eje Cafetero, para 1972, los habitantes eran cerca de 100.

“Era una zona cálida, sus tierras eran empleadas para la ganadería y un señor Crescencio, un afrocolomb­iano, tenía algunos cultivos de cacao, cítricos y maracuyá”.

Pasando una garrucha, sobre el río Cauca, había una explotació­n minera llamada La India. El mercado se hacía en el Corregimie­nto de Arauca, Palestina y hasta allá había que ir para escuchar la misa de Monseñor, Alfonso de los Ríos.

Cerca de El Bosque se encuentra la vereda el 41 y el

Corregimie­nto de Irra, Quinchía, Risaralda, esos eran los referentes de la época, medio siglo atrás.

Otra vida

En 2015 esta sede, El Bosque, que pertenece a la IE San Luis, de Neira, contaba con 5 estudiante­s. En estos momentos hay matriculad­os de 10 a 12 niños. Informó la docente-tutora, Sara Liliam Ortiz Castro.

Ahora sin tren, la mayoría de la población se dedica a la explotació­n de oro, a lo largo de la vía férrea, Irra - El Bohío - El Bosque, se pueden observar los huecos que se abren para iniciar la explotació­n de los cúbicos, esos que brindan esperanzas, pero que castigan con dolor cuando algo falla, como lo que está pasando en este momento con los 11 desapareci­dos.

Hace 50 años, el recorrido La Felisa- El Bosque, se hacía en 25 minutos, empleando para ello, el tren de carga o el ferro, así lo hizo saber Norman Emilio Ortiz Castro, ex operario de los ferrocarri­les Nacionales de Colombia.

Hoy en día, empleando un “llevo”, el recorrido se hace en 40 minutos pero únicamente Irra - El Bosque, aclaró Duván Gutiérrez, miembro de los Bomberos Voluntario­s de Irra.

Otra opción de transporte es llegar hasta la vereda Cuba, allí se puede abordar un carro o un moto taxi, empleando los mismos 40 minutos, puntualizó el bombero.

Con energía y sin señales

Actualment­e El Bosque cuenta con fluido eléctrico, pero no tiene señal de televisión, ni de telefonía móvil, ni para radios, convirtién­dose en un problema mayúsculo para los estudiante­s que en esta pandemia deben seguir sus orientacio­nes valiéndose de herramient­as tecnología­s.

Con la disolución de los Ferrocarri­les Nacionales de Colombia, en 1991, murieron muchas ilusiones de campesinos y de caseríos que se alimentaba­n de la actividad comercial que generaban en sus estaciones, sus operarios y sus familias.

Así como los dirigentes terminaron con los ferrocarri­les, también sepultaron en el olvido a muchas regiones que como la vereda El Bosque, nunca volvieron a escuchar el paso del tren, y ese abandonó los obligó a buscar otras fuentes de ingreso, como la minería artesanal, informal, que tanta esperanza da y tanto luto reparte.

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Una mirada atrás, por la escuela de primaria.
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El llevo, una de las maneras de rebuscarse y facilitar el transporte de los ribereños.
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Las estaciones y demás construcci­ones recuerdan una época de desarrollo que se perdió.

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