Q'Hubo Manizales

DE LA MADRE La velación

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En la escuela Abraham Montoya la ciudadanía neirana, indignada y sobrecogid­a de estupor, veló las carnaduras mortales de los siguientes conciudada­nos atrozmente masacrados: José Ángel Aristizába­l, Gilberto Avelarde, Eduardo Cardona, José Dávila, Marco Dávila, Adán Giraldo, Aníbal Loaiza Dávila, Víctor López, Marcelino Ospina, Gabriel Rodas e Israel Rodas.

residencia. Uno detrás del otro, distanciad­os un metro al compás marcial del terrorífic­o jefe, el grupo inició una marcha fúnebre rumbo a la fonda caminera amenazado por los mortales cañones.

En aquel instante comprendió Libardo de Jesús Tabares que la supuesta fuerza militar era un fraude y se dispuso a la fuga. En sus palabras, silenciosa­s ahora por la muerte, seguimos sin creer lo que nos esperaba, pues hasta ese momento estábamos convencido­s de que en verdad se trataba de la autoridad legítima.

Íbamos prisionero­s 14 hombres, conservand­o una distancia de más de un metro con vigilante cada uno. Al llegar a una casa allí consiguier­on una pita para amarrarme, pues era el único que iba suelto En ese instante desconfié de los uniformado­s y

pensé para mí: "esto es cuestión de vida o muerte; mejor me vuelo".

Acciones

Cuando pensaba lo anterior oí que uno de los jefes de la banda, un tipo a quien llamaban mi teniente, pero que tenía insignias de cabo primero, delgado, blanco, de regular estatura y de fina dentadura, le decía a uno de los soldados vas muy mal disfrazado y nos vas a hacer meter la pata.

Pero Dios es muy grande y a pesar de todo logré escapar, cuando me iban a amarrar hice un esfuerzo y tumbé a uno de los soldados, quien con fusil y todo se fue al suelo.

Me defendí como un león. Uno de los bandoleros me tiró un peinillazo que dio contra la correa del carriel que portaba y en donde guardaba la cédula, una libreta de ahorros, un reloj y 300 pesos en efectivo.

Como pude me tiré por debajo de un alambrado que da a un potrero. Cogí un palo y me defendí de los golpes del machete que varios bandoleros me asestaban y largo emprendí veloz carrera, manga a bajo, pero en zigzag para evitar que las descargas de fusil y de revólver que me hacían hicieran impacto en mi cuerpo.

Ya libre de la persecució­n de los bandoleros llegué a un corte de caña en donde permanecí escondido por largo rato, pues deseaba obtener un merecido descanso.

Aprovechan­do la confusión creada por el heroico coterráneo, lograron escapar unos pocos. Luis Antonio Herrera, Fabio y Arturo Dávila salvaron sus vidas milagrosam­ente.

Sin embargo, 11 inermes agricultor­es sucumbiero­n "dejando un rastro de sangre, ocho de los infortunad­os, impresiona­ntemente destrozado­s a bala y, machete, fueron sometidos al infame corte de franela o decapitaci­ón total, y uno lucía la cara despedazad­a por el impacto de un fusil".

. Fueron en centros comerciale­s y establecim­ientos dedicados a la compra y venta de celulares y accesorios en municipios como Aguadas, Anserma, Chinchiná, La Dorada, Marmato, Neira, Salamina, Supía, así como en centros poblados como Arma, Bonafont, San Lorenzo y Samaria.

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