Cúcuta Una vida formal A través de Coomulpinort, los antiguos vendedores informales de combustible se asociaron para fomalizar su trabajo. ace una década, el problema fronterizo entre Colombia y Venezuela no era la migración sino la venta ilegal de combustible. El contrabando estaba desbordado y las estaciones de servicio no tenían mayor relevancia en gran parte de Norte de Santander. En esa época, Cúcuta tenía, en cada calle, un punto de venta de combustibles (gasolina y diésel) en las populares ‘pimpinas’ y no había Ejército ni Policía que controlara una frontera tan porosa. La solución era convertir toda esa informalidad en algo formal, pero antes había que hacer un censo. En 2009, Ecopetrol y la Cámara de Comercio de Cúcuta identificaron 1.200 ‘pimpineros’ en el departamento y las capacitaciones aparecieron como la primera estrategia para contrarrestar esa cifra. Un grupo de ellos, que creyó en la legalidad, se capacitó en el Sena y fundó la Cooperativa Multiactiva de Pimpineros del Norte (Coomulpinort). Entre esos socios fundadores estaba Cándido Durán, residente en la zona rural de Cúcuta. En ese momento, el camino de Durán se cruzó con el de Mario Arévalo, actual gerente de Coomulpinort, quien había sido director de la cárcel La Picota, de Bogotá, antes de irse a Canadá durante dos años. Cuando volvió, le pidieron hacerse cargo de un proyecto que, según decían, no iba para ningún lado. Diez años después, esta cooperativa es la novena empresa más importante de Norte de Santander, entre las 300 que existen. Con ella, se inició la importación legal de combustible con el gobierno de Venezuela cuando las relaciones todavía eran normales. Una vez estalló la crisis en el país vecino, la coope- “Nos correteaba la Policía, nos perseguía, no era una vida digna. Nos cansamos de eso y vimos una oportunidad en la cooperativa”, recuerda. 80