Inversión Social Privada
Que la inversión privada supere las condiciones de subdesarrollo cobra particular importancia cuando se hace sobre los principios de responsabilidad ciudadana. En primer lugar, la inversión privada responsable permite el encadenamiento adecuado y justo con proveedores locales, la priorización, la generación de capacidades, la apropiada gestión de los riesgos en materia de derechos humanos y la transparencia en la forma en que actúa. Por otro lado, el ejercicio de ciudadanía corporativa busca que la inversión privada se ejerza en el marco de un diálogo tripartito entre el sector privado, el gobierno (nacional y local) y la sociedad (incluyendo el mercado), para lograr una espiral de crecimiento estable que, al final, sirva para que la empresa cumpla los objetivos que se planteó desde un principio.
Si bien la inversión responsable tiene tantas aristas como modelos de gestión y resultaría imposible crear un estándar único a los criterios que debe seguir, el ejercicio de ciudadanía de la empresa está asociado con el nivel de integración con los problemas que más aquejan a un territorio y a su sociedad. En ambos casos, sin embargo, obra la voluntad de la compañía en interesarse (y comprometerse) con acciones que van más allá del mínimo requerido por la ley, para fijar su horizonte de acción a largo plazo, incluso, más allá de la generación presente.
El diseño del Monitor de Inversión Social Privada (MISP) que hemos desarrollado en alianza con el Departamento de Prosperidad Social y Merco, tiene la fortuna de abordar de manera cuantitativa no solo hasta dónde se expresa financieramente el compromiso de las compañías (más allá de lo obligatorio), sino también el grado de sinapsis entre lo público y privado en dicha inversión. La creación de un estándar, un benchmark que permita a todas las compañías medirse con las que tienen mayor reconocimiento, ofrecerá un incentivo positivo para gestionar la contribución del sector privado con el desarrollo.