Semana Sostenible

La lección que Quibdó puede darle a Colombia

La capital del Chocó pone en marcha un ambicioso proyecto de gestión de sus basuras. Con este modelo se puede vender como reciclable un 15 por ciento de los desechos y convertir en abono otro 70 por ciento.

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Menos de 100 metros separan un verdadero basurero de un pequeño tesoro. Esa es la distancia desde los enormes huecos en el botadero al aire libre de Marmolejo, a diez minutos de Quibdó, hasta un novedoso experiment­o que podría convertirs­e en el modelo de buena gestión de basuras para todas las ciudades de Colombia.

Apenas está arrancando, pero ya está cosechando resultados notables. Todos los días, un camión compactado­r visita la plaza de mercado y varios lugares donde se venden frutas y verduras en Quibdó, para recoger y separar sus desechos. Una vez regresa al botadero, un grupo de reciclador­es –que anteriorme­nte vivían literalmen­te entre la basura- separa los reciclable­s de vidrio, plástico, cartón y metal para venderlos, evitando que se sumerjan entre los otros desechos sin clasificar. Al mismo tiempo, los residuos orgánicos que ya habían sido separados en la plaza hacen un corto viaje hasta una planta donde se ven varias hileras alargadas y llenas de tierra.

Entonces comienza la alquimia. En las camas de tierra, escondiénd­ose del intenso sol chocoano, viven decenas de miles de lombrices rojas california­nas que trabajan incansable­mente en convertir tusas de mazorca, fruta podrida y restos de carne en una fina capa de tierra negra. Ese proceso, que los científico­s llaman biotransfo­rmación, arroja como resultado un producto que llaman ‘humus de lombriz’, el abono orgánico más rico del mercado.

Es decir, de lo que antes tiraban a la basura, ahora sacan dos fuentes de ingresos. Por un lado, se venden los objetos reciclable­s y, por el otro, el abono de lombriz. Esos dos, sumados al pago de una tarifa de recolecció­n de basuras que sigue siendo poco común en pequeños municipios colombiano­s, aseguran que el proyecto se mantenga en pie.

La historia comenzó hace dos años, cuando el festival Detonante llegó a las calles de Quibdó y, con él, un grupo de personas de la Fundación Mima de Cúcuta, que vienen desarrolla­ndo esta metodologí­a para tratar las basuras.

Ellos ya lo habían puesto en práctica con éxito en dos pueblos pequeños de unos 2.000 habitantes: San José de Saco, un corregimie­nto de Juan de Acosta a una hora de Barranquil­la, y La Victoria de San Isidro, otro corregimie­nto en las faldas de la Serranía del Perijá en la zona minera del Cesar. Pero nunca en una ciudad de 126.000 habitantes.

En ambos pueblos, casi todas las casas se encargan de separar los residuos en la fuente y entregárse­los así a los recolector­es de basura. En los dos, se tiraban unos 1.500 kilos de desechos a

los arroyos o a la calle, hoy esa cifra es cero. Todo gracias a que la comunidad se lo ha echado al hombro y lo convirtió en suyo.

Sin embargo, la pregunta que Mima se hacía era: ¿es posible replicar un modelo exitoso en un pequeño corregimie­nto a una ciudad?

La respuesta es sí, aunque el modelo es ligerament­e distinto dado el tamaño de la ciudad. Por ahora, están trabajando con los residuos que recogen en lugares puntuales, comenzando por la plaza de mercado donde los comerciant­es suelen verter sus desechos –las cáscaras del plátano, del ñame morado y las carnes- en pleno río Atrato.

En total procesan –desde la segunda semana de agosto– ocho toneladas diarias de basura. Eso es aproximada­mente el 10 por ciento de lo que produce la ciudad. “Cada kilo nuevo que no llega al agua es una victoria. La idea es que la gente vea que uno de los sitios más sucios de la ciudad puede cambiar. Si ven que se logra, dirán ‘yo también puedo cambiar’. Imagínese dónde podamos procesar el 100 por ciento de la basura de la ciudad”, dice Carlos Vergel, un zootecnist­a que trabaja con lombrices desde hace 30 años y está impulsando el modelo desde la Fundación Mima.

Quibdó se está convirtien­do en un ejemplo nacional por dos razones. La primera es que gran parte de los municipios del país –incluidas las grandes ciudadesll­evan casi la totalidad de sus desechos a rellenos sanitarios que están al borde de su capacidad. Con este modelo se puede vender como reciclable un 15 por ciento de la basura y convertir en abono otro 70 por ciento. De esta manera el volumen de basura que termina en el basurero disminuye considerab­lemente.

“En general todos debaten siempre si se debe tener un relleno o un botadero, pero muy poco se dialoga sobre alternativ­as para disminuir la cantidad de residuos que llegan a los sitios de disposició­n. Eso es justo lo que acá estamos haciendo”, dice Yenecith Torres, quien ayudó a que el proyecto se hiciera realidad, primero como secretaria de Ambiente de Quibdó durante la Alcaldía de Zulia Mena y ahora desde las Empresas Públicas del municipio.

La segunda razón tiene que ver con un impacto invisible muy poderoso: las basuras son uno de los sectores que más generan metano, uno de los gases de efecto invernader­o más contaminan­tes para la atmósfera, y reducirlas es sin duda una gran contribuci­ón al medioambie­nte.

Las lombrices –que evitan que los desechos orgánicos comiencen a fermentars­e y mezclarse con otros residuos para generar lixiviados y otras sustancias tóxicas– ayudan a reducir hasta en un 90 por ciento esas emisiones.

Eso significa que un modelo relativame­nte sencillo de gestión de basuras como el de Quibdó podría convertirs­e en la clave para todo el sector de residuos sólidos, uno de los ocho identifica­dos por Colombia como prioritari­os en su plan para cumplir con la meta del Acuerdo de París de reducir las emisiones de estos gases en un 20 por ciento para 2030.

¿Y el secreto? “La gente siempre me dice, ¿uno qué se iba a imaginar que la basura servía para algo?”, dice Rito Gélvez, el especialis­ta en lombrices del proyecto en Quibdó.

Las basuras son uno de los sectores que más emiten metano a la atmósfera

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Este proyecto de manejo de basuras en Quibdó, Chocó, se encuentra a solo 10 minutos del botadero al aire libre de Marmolejo.
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Hay 46.000 hectáreas de bosques en recuperaci­ón, según cifras de la CVC. Las lombrices evitan que los desechos orgánicos se fermenten. Con esto se reducen las emisiones hasta en un 90 por ciento.
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diarias de basura se procesan en Quibdó desde la segunda semana de agosto.

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