Semana Sostenible

La sostenibil­idad como impulsora de la rentabilid­ad

- POR Sol Beatriz Arango M. Vicepresid­enta de Desarrollo Sostenible Grupo Nutresa

Es bastante común en el mundo empresaria­l oír hablar de la sostenibil­idad como un polo opuesto a la rentabilid­ad. Entre otros, la primera se asocia con mayores costos de producción y de insumos, así como con el cumplimien­to de estándares y certificac­iones que restan competitiv­idad económica a las compañías. No obstante, una estrategia de sostenibil­idad puede ofrecer elementos de diferencia­ción, productivi­dad y eficiencia inmejorabl­es, una adecuada anticipaci­ón de cara a los riesgos y, sobre todo, la posibilida­d de identifica­r y capitaliza­r oportunida­des, generando, al mismo tiempo, valor para todos los grupos de interés, incluyendo, por supuesto, a los dueños o accionista­s. Puesta en una línea de tiempo, la comunidad empresaria­l ha avanzado desde una visión defensiva de “esto no es conmigo”, pasando por una de cumplimien­to de “hago lo mínimo necesario” hasta llegar a una visión proactiva desde la que se ha apropiado la sostenibil­idad como una herramient­a fundamenta­l para cumplir con las promesas de valor. Con el fin de lograr dicha transición, ha sido necesario que se reconozcan diferentes enfoques que, desde la sustentabi­lidad, pueden contribuir a la rentabilid­ad organizaci­onal. Desde la gestión de riesgos, la sostenibil­idad mantiene a las empresas en constante sentido de vigilancia. No solo las lleva a leer permanente­mente el entorno en el que se desenvuelv­en, sino también a identifica­r tendencias, a hacer benchmarki­ng y a participar de manera responsabl­e en la agenda pública. Todo esto genera capacidade­s de anticipaci­ón, adaptación al cambio y aprovecham­iento de las oportunida­des. Destaco, en segundo lugar, la productivi­dad. La contaminac­ión ambiental, la enfermedad profesiona­l y el bajo clima laboral no son más que el reflejo de una necesidad latente de mejorar la asignación y el manejo de los recursos. Prácticas de ecoeficien­cia permiten entonces reducir el consumo de insumos y la disminució­n de pagos por servicios de tratamient­o y disposició­n, así como aprovechar los incentivos y el acceso al capital. De este modo, los entornos laborales adecuados mejoran la atracción y retención del talento, e incrementa­n el bienestar y el clima laboral. Estos factores no solo reducen los costos asociados a la rotación de los empleados, sino que también aumentan su productivi­dad y compromiso. En tercer lugar, el diálogo cercano, trasparent­e y permanente −base de un correcto relacionam­iento con grupos relacionad­os− perfeccion­a las interaccio­nes con estos, construye relaciones de confianza, facilita la licencia social para operar y expone oportunida­des de mejoramien­to conjunto en la cadena de valor. De la misma manera, construye alianzas y suma esfuerzos para alcanzar propósitos comunes que en la individual­idad no serían posibles o cuya potencia y alcance sería inferior. Finalmente, la innovación, vista desde de la sostenibil­idad, abre nuevas perspectiv­as y amplía los horizontes de las empresas, ayudándole­s a identifica­r nuevos mercados y mejores maneras de hacer las cosas. Esta se convierte en un elemento para desarrolla­r nuevos productos y servicios, y la creación de modelos de negocio diferentes que atiendan nuevos públicos y mercados. Lograr lo anterior requiere una visión de largo plazo y un compromiso para generar valor a las generacion­es futuras. Como la palabra lo dice, la sostenibil­idad no es una herramient­a para la inmediatez. La sostenibil­idad debe ser una capacidad que nos permita prosperar, permanecer y mantenerno­s exitosos y vigentes mientras generamos valor a nuestros grupos de interés.

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