La sostenibilidad como impulsora de la rentabilidad
Es bastante común en el mundo empresarial oír hablar de la sostenibilidad como un polo opuesto a la rentabilidad. Entre otros, la primera se asocia con mayores costos de producción y de insumos, así como con el cumplimiento de estándares y certificaciones que restan competitividad económica a las compañías. No obstante, una estrategia de sostenibilidad puede ofrecer elementos de diferenciación, productividad y eficiencia inmejorables, una adecuada anticipación de cara a los riesgos y, sobre todo, la posibilidad de identificar y capitalizar oportunidades, generando, al mismo tiempo, valor para todos los grupos de interés, incluyendo, por supuesto, a los dueños o accionistas. Puesta en una línea de tiempo, la comunidad empresarial ha avanzado desde una visión defensiva de “esto no es conmigo”, pasando por una de cumplimiento de “hago lo mínimo necesario” hasta llegar a una visión proactiva desde la que se ha apropiado la sostenibilidad como una herramienta fundamental para cumplir con las promesas de valor. Con el fin de lograr dicha transición, ha sido necesario que se reconozcan diferentes enfoques que, desde la sustentabilidad, pueden contribuir a la rentabilidad organizacional. Desde la gestión de riesgos, la sostenibilidad mantiene a las empresas en constante sentido de vigilancia. No solo las lleva a leer permanentemente el entorno en el que se desenvuelven, sino también a identificar tendencias, a hacer benchmarking y a participar de manera responsable en la agenda pública. Todo esto genera capacidades de anticipación, adaptación al cambio y aprovechamiento de las oportunidades. Destaco, en segundo lugar, la productividad. La contaminación ambiental, la enfermedad profesional y el bajo clima laboral no son más que el reflejo de una necesidad latente de mejorar la asignación y el manejo de los recursos. Prácticas de ecoeficiencia permiten entonces reducir el consumo de insumos y la disminución de pagos por servicios de tratamiento y disposición, así como aprovechar los incentivos y el acceso al capital. De este modo, los entornos laborales adecuados mejoran la atracción y retención del talento, e incrementan el bienestar y el clima laboral. Estos factores no solo reducen los costos asociados a la rotación de los empleados, sino que también aumentan su productividad y compromiso. En tercer lugar, el diálogo cercano, trasparente y permanente −base de un correcto relacionamiento con grupos relacionados− perfecciona las interacciones con estos, construye relaciones de confianza, facilita la licencia social para operar y expone oportunidades de mejoramiento conjunto en la cadena de valor. De la misma manera, construye alianzas y suma esfuerzos para alcanzar propósitos comunes que en la individualidad no serían posibles o cuya potencia y alcance sería inferior. Finalmente, la innovación, vista desde de la sostenibilidad, abre nuevas perspectivas y amplía los horizontes de las empresas, ayudándoles a identificar nuevos mercados y mejores maneras de hacer las cosas. Esta se convierte en un elemento para desarrollar nuevos productos y servicios, y la creación de modelos de negocio diferentes que atiendan nuevos públicos y mercados. Lograr lo anterior requiere una visión de largo plazo y un compromiso para generar valor a las generaciones futuras. Como la palabra lo dice, la sostenibilidad no es una herramienta para la inmediatez. La sostenibilidad debe ser una capacidad que nos permita prosperar, permanecer y mantenernos exitosos y vigentes mientras generamos valor a nuestros grupos de interés.