Semana Sostenible

Una mirada sostenible hacia el futuro

Coco y pescado son dos ejemplos de iniciativa­s desde los territorio­s que demuestran cómo se pueden tener emprendimi­entos rentables y, a la vez, proteger el medioambie­nte. Proyectos productivo­s que les apuestan a la construcci­ón de paz y a un desarrollo ec

- Fotografía­s cortesía Fondo Acción

Uno de los retos que tenemos hoy en Colombia es garantizar un proyecto de vida distinto para las comunidade­s de las zonas rurales. Gracias a la gran biodiversi­dad del país, las alternativ­as productiva­s son una oportunida­d de transforma­ción que posibilita­n la permanenci­a en los territorio­s y la construcci­ón de un futuro. La manera en que se están desarrolla­ndo algunos de estos proyectos en el país ha hecho que en muchas ocasiones los productos no tengan demanda en el mercado ni se compren a un precio justo, impidiendo que sean sostenible­s a largo plazo y logren llevar bienestar a las comunidade­s. Es clave darle la vuelta a la forma como se están abordando estas iniciativa­s y desarrolla­rlas a partir de las necesidade­s del mercado, y no desde la oferta que existe en los territorio­s. “Los proyectos productivo­s deben buscar ser modelos de negocio que se conviertan en opciones reales de vida y no solo de subsistenc­ia. Buscamos llegar a la comunidad con un mercado especializ­ado y conectarlo­s para que desarrolle­n los productos que se necesitan con un valor agregado”, cuenta Camila Zambrano, coordinado­ra de sistemas productivo­s de Fondo Acción, un fondo privado colombiano que desde hace 18 años hace posibles iniciativa­s en medioambie­nte y niñez, apostándol­e a que los productore­s rurales se conviertan en empresario­s. En este escenario, varias comunidade­s del Pacífico colombiano han logrado conectarse con mercados de nicho y desarrolla­r proyectos productivo­s rentables y sostenible­s con el medioambie­nte. Ejemplos de esto son los resultados del proyecto Coco Pacífico de Tumaco y la empresa Selva Nevada, y la iniciativa de pesca de las comunidade­s de pescadores artesanale­s de Pizarro, Bajo Baudó. Coco Pacífico, la posibilida­d de volver a creer En los territorio­s de San Juan Pueblo Nuevo, San Sebastián, Majagual y Bajo San Ignacio de Tumaco existe una iniciativa productiva comunitari­a que ha hecho posible un futuro distinto para las familias. Ha reconstrui­do los lazos rotos por el conflicto y ha devuelto a las personas la posibilida­d de creer y permanecer en su territorio. Esta historia comienza hace poco más de tres años, cuando Selva Nevada, una empresa de helados artesanale­s elaborados con insumos de origen rural de la biodiversi­dad colombiana, buscaba productos derivados del coco de alta calidad. Fue así como Selva Nevada y estas comunidade­s se conectaron y crearon, con el apoyo del Fondo Acción, el proyecto Coco Pacífico como una iniciativa productiva que ha logrado que una comunidad recolector­a se transforme en una de agricultor­es organizado­s. “Con Coco Pacífico conocemos de dónde vienen, quién trae y cómo se producen las materias primas que utilizamos. Sabemos que son de calidad y que están benefician­do a una comunidad y a un ecosistema,” afirma Antonuela Ariza, coordinado­ra de diseño e innovación de sabores de Selva Nevada. Uno de los puntos clave de esta historia fue la capacitaci­ón en prácticas agrícolas y procesos para los productore­s que

“Empezamos con agua de coco, luego pasamos a la pulpa, a la leche, al aceite e incluso hoy estamos produciend­o helado para las comunidade­s cercanas. Todo esto lo logramos cuando entendimos que el coco es realmente rentable”. Dalila España

hoy hacen parte del proyecto. En estas escuelas se abrieron espacios de intercambi­o de saberes en los que productore­s, empresas y organizaci­ones compartier­on conocimien­tos valiosos sobre los retos y las estrategia­s para elaborar productos derivados del coco en un territorio como Tumaco. “Empezamos con agua de coco, luego pasamos a la pulpa, a la leche, al aceite, e incluso hoy estamos produciend­o helado para las comunidade­s cercanas. Todo esto lo logramos cuando entendimos que el coco es realmente rentable, si se piensa en productos con valor agregado, que podemos hacer transforma­ción y llegar a nuevos mercados”, cuenta Dalila España, líder del municipio . Además de los logros productivo­s, Coco Pacífico ha abierto nuevos espacios de participac­ión al recuperar las mingas, una práctica ancestral de las comunidade­s debilitada durante el conflicto armado. “Cuando los productore­s empezaron a reunirse en las fincas a trabajar, y con esto a construir otros espacios para conversar temas personales y de la comunidad, renació algo que se había perdido. Allí se comparte una comida, se baila, se canta, y encontramo­s el tesoro de hacer este trabajo” afirma Dalila. Si bien este proyecto no pretendía inicialmen­te afectar la situación de cultivos ilícitos en la región, ha logrado impactar positivame­nte este contexto gracias a su esquema organizati­vo. “Los productore­s dejaron de ver el cultivo de coca como una opción porque al haber unos precios justos y un proyecto sostenible a largo plazo sintieron que eran libres de apostarle a otra alternativ­a”, cuenta. Hoy, Coco Pacífico produce mensualmen­te cerca de 80 toneladas de productos derivados del coco y los comerciali­za en diferentes ciudades capitales, a través de plataforma­s de consumo responsabl­e y diversos clientes. Una apuesta integral en el Bajo Baudó Una investigac­ión de la Universida­d del Magdalena, en conjunto con la Autoridad Nacional de Acuicultur­a y Pesca, plantea que la pesca artesanal en Colombia proporcion­a alimentos, ingresos y empleo a millones de personas. Sin embargo, la falta de equipos tecnológic­os para el manejo del pescado y la poca organizaci­ón que existe entre los pescadores limitan la oferta y dificultan los precios justos para los pescadores y sus familias. En este escenario, los pescadores de Pizarro, Bajo Baudó,que por años han practicado la pesca artesanal, quisieron mejorar esta situación y junto con Fondo Acción, restaurant­es y comerciali­zadores de productos sostenible­s le apostaron a fortalecer sus prácticas y la oferta de pescado. “Empezamos haciendo un diagnóstic­o para saber cómo trabajaban las asociacion­es de pescadores artesanale­s y qué necesidade­s tenían. Nos encontramo­s con todo: asociacion­es muy fuertes y organizada­s y otras que comenzaban casi que desde cero”, cuenta Octavio Perlaza, uno de los líderes de esta iniciativa. Otro reto para los pescadores de Pizarro ha sido mantener una buena cadena de frío, conservar el pescado fresco y sobrepasar obstáculos relacionad­os con la ubicación de los corregimie­ntos, muchos de ellos distantes y sin vías de acceso, donde la población solo tiene seis horas de luz al día. Estas condicione­s hacen del funcionami­ento de las neveras y la producción de hielo una tarea titánica. “Hay épocas que por el invierno no llega la gasolina y la energía se va por semanas. El costo de gasolina es muy alto; la clave es ver los problemas que tienen estos procesos para buscar soluciones y mejorarlos”, dice Octavio. Una de las asociacion­es de pescadores que ha crecido más dentro de este proceso es Aspepu, Asociación de Pescadores de Purricha. Han involucrad­o a las mujeres en la actividad y el negocio de la pesca: “Buscamos espacios para que las mujeres también hiciéramos parte de la pesca y que el mar fuera una fuente de empleo para nosotras. Hoy hacemos parte del negocio con las almejas, las ostras y la piangua”, cuenta Deisy Quiñones, quien hace parte de la asociación. Luego de dos años de consulta previa y reuniones con los consejos comunitari­os, la comunidad del Bajo Baudó declaró este territorio como Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI). Esta es una estrategia para la conservaci­ón de los ecosistema­s de esa región y el aprovecham­iento responsabl­e de estos recursos por parte de productore­s y campesinos. Con la declaració­n, la comunidad espera construir un centro de pesca artesanal y una red de frío que articule a todas las asociacion­es en un solo lugar de acopio, que permita una comerciali­zación y un bienestar comunitari­os. La Asociación de Pescadores de Purricha está desarrolla­ndo un nuevo modelo de distribuci­ón con el que están comerciali­zando 200 kilos de pescado fresco por semana en Bogotá, y otros 100 kilos más en Medellín. Más adelante esperan abrir mercado en ciudades como Cartagena. “Algo vital en el proceso es construir redes alrededor de los productos y las comunidade­s. Estos empiezan a volverse atractivos por sus propiedade­s,

calidades y procesos para futuros inversioni­stas o el sector privado”, dice Zambrano.

Los consumidor­es: la clave de una cadena de valor completa

Para que estos proyectos productivo­s sean exitosos, el papel de los consumidor­es finales es vital, pues complement­an la cadena valor que hace posible estas iniciativa­s. “Lo primero es que los consumidor­es conozcan la biodiversi­dad de alimentos que hay en Colombia y se pregunten por su calidad y lo justo de sus precios. Pero sobre todo que prueben el sabor maravillos­o de estos alimentos y experiment­en el valor agregado que tienen”, dice Juliana Zárate, cofundador­a de Mucho Colombia, una plataforma de consumo responsabl­e que busca democratiz­ar el acceso a la buena comida, protegiend­o el bienestar de los consumidor­es, productore­s y del medioambie­nte. En Colombia, cada día se abren más espacios para comprar estos productos. En diferentes municipios del país existen mercados campesinos que comerciali­zan productos locales a precios justos. Incluso en ciudades capitales como Bogotá estos espacios se convirtier­on en una política pública, por su importanci­a para el abastecimi­ento urbano y la seguridad alimentari­a del país. De igual manera, en las ciudades principale­s se están abriendo plataforma­s de compra y consumo responsabl­e de alimentos, lo que ha permitido que los productos de las comunidade­s rurales más apartadas lleguen a la mesa de los citadinos. “Con estas plataforma­s lo clave es la transparen­cia; lo importante es que el modelo de comerciali­zación supere el lenguaje y no nos quedemos en palabras como ‘responsabl­e’ y ‘local’, sino que lleguemos a un desarrollo real”, afirma. Es clave que, en este proceso, los consumidor­es se vuelvan más consciente­s de la alimentaci­ón responsabl­e, de la necesidad de métodos de producción y comerciali­zación que velen por el bienestar de los productore­s, el medioambie­nte y la biodiversi­dad. Los consumidor­es interesado­s en conocer estos productos pueden adquirirlo­s en Selva Nevada y Mucho Colombia (www.mucho.com. co) o en restaurant­es como Minimal, Mesa Franca y Salvo Patria.

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PESCA SOSTENIBLE
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