Pisada de maloca
Cuando una comunidad indígena de la Amazonía abre una maloca, niños, mujeres y hombres se involucran en una celebración que se extiende hasta el amanecer. Un acercamiento festivo a los Miraña-bora.
En junio de 2016, la comunidad Miraña-bora celebró esta pisada de maloca a orillas del río Caquetá, en el Remanso, territorio PANI –como llaman en su lengua al Dios de Centro y sus Nietos–. Los preparativos comienzan una semana antes de la fiesta. La comida es el lenguaje esencial de esta celebración. Por un lado está la pesca, práctica tradicional y fuente principal de alimentación para estos grupos. Usan redes para atrapar los peces cerca de la orilla del río o los agarran a mano limpia: cachorro, piraña, cachama y bagre son las especies predominantes. A diferencia de los otros niños de la comunidad, Vicente [1], una
especie de Huckleberry Finn miraña de 9 años, va al río completamente solo, prefiere la pesca a la escuela y es un experto en las técnicas para atrapar pirañas. En cuanto a la cacería, los hombres de la comunidad parten hacia el otro lado del río, donde pueden pasar hasta dos días sin regresar a casa, a veces con las manos vacías, otras con armadillos, guacamayas, pajuiles, monos, dantas y gusanos mojojoy. Estos alimentos y los aportados por invitados de otras comunidades ocuparán el lugar central durante la pisada de maloca. Los preparativos también incluyen, de manera simultánea, la preparación del mambe y el ambil.
Surgido bajo el suelo, un dios salió de la tierra y abrió el espacio para el nacimiento de la coca, como encargo a los hombres, y el ají, consagrado a las mujeres. La invitación a la pisada de maloca se realiza enviando el pensamiento, representado en el ambil, y la palabra a través de la coca, la que es cultivada en la chagra por un encargado. En esta ocasión el responsable fue Miller [2], reconocido por preparar el mejor mambe de la comunidad. Las anfitrionas esperan al interior de la maloca. Los hombres locales –niños, adultos y ancianos– avanzan hacia la maloca en fila india llevando la caza al hombro. Van pintados con tinta tomada del árbol wituk y preparada especialmente para esta ocasión [3]. Las maneras de preservar y preparar los animales cazados incluyen el muqueado, técnica que consiste en secar la carne a fuego lento durante varios días, como en el caso de este mono [4]. Los invitados de otras comunidades desembarcan en sus canoas y también entran en fila a la maloca. Una vez ahí, el golpe sobre el suelo de tierra lleva el ritmo de los bailes y los cantos en lengua miraña y bora [5]. Una hilera de hombres baila frente a un grupo de mujeres, giran alrededor de la maloca y se responden los cantos alentados por la música. Cada hombre lleva su caza al hombro [6], cada mujer los mira reservando la caguana para el cazador y la presa que prefieran. Ellas escogen. En este caso, muchas querían quedarse con la tortuga, muy pocas tenían suficiente caguana para pagarla. Este ritual, mezcla de transacción y baile, es quizá el momento culminante de la pisada de maloca [7]. La fiesta no termina hasta que las pimpinas de caguana estén completamente vacías. Esta celebración se extendió hasta las 9 de la mañana, tras casi 19 horas de comida, cantos y bailes. La maloca más grande de la comunidad ya está ligada espiritualmente al territorio. La concentración de sus ancestros está en los amarres, las figuras que permanecen allí, las formas del tejido que protege de la lluvia y que los conecta con Dios, y las puertas de oriente a occidente, dispuestas al sol para el cuidado de la comunidad.