Semana Sostenible

De raspachín a defensor de los bosques del Guaviare

Durante 15 años, Olmes Rodríguez tumbó una cantidad incalculab­le de árboles para sembrar la hoja maldita en San José del Guaviare. Hoy ya no tala, vende helados y pescados y lidera a 168 familias campesinas para que vivan del bosque.

- POR Jhon Barros

Ya no tumba ni una mata. Tampoco tiene vacas. Entre los 15 años que estuvo sembrando coca y los dos que lleva cuidando la selva, Olmes Rodríguez prefiere hablar de lo segundo y, como si fuera un mantra, dice “la tala salió de mí”. Arborizó su “fincho”, como llama a las 20 hectáreas de tierra que tiene en la vereda El Paraíso, donde vive con su mujer y sus tres hijos, porque su proyecto de vida consiste ahora en vivir del bosque, en defenderlo. El Paraíso hace parte de las 28 veredas que conforman el corregimie­nto El Capricho, en San José del Guaviare, ubicado en la zona de amortiguac­ión entre el Parque Nacional Natural Chiribique­te y la serranía de La Lindosa, territorio donde la deforestac­ión creció desmesurad­amente este año. Por su trabajo como presidente de la Asociación de Juntas de Acción Comunal del Capricho (Asocaprich­o), cargo que preside desde septiembre de 2016, Rodríguez no recibe un solo peso. Vende pescados y paletas en las trochas de las veredas del corregimie­nto, lo que le permite sacar adelante a su familia. Pero a partir de 2019 vivirá del bosque, actividad que piensa convertir en su único oficio. Las paletas las vende en su moto, en la que lleva una nevera de icopor. Los pescados los negocia con los pescadores del río Guaviare para luego revenderlo­s. Conos y helados los ofrece a 2000 y 1500 pesos respectiva­mente, y también los adquiere de otro proveedor local. Rodríguez se ve en su futuro como una especie de administra­dor del bosque. Es decir, sacando determinad­a cantidad de madera sin afectar el funcionami­ento de los ecosistema­s. Además, planea cultivar especies como asaí, seje, cumare, zancona y moriche: flora amazónica de la cual se sacan productos comestible­s como jugos, helados o mermeladas; cosméticos como aceites naturales; colorantes tanto para comestible­s como para productos de belleza y medicinale­s. Desde hace un año, Asocaprich­o trabaja con el gobierno echando a andar la forestería comunitari­a en el corregimie­nto, programa que consiste en cambiar la tumba de la selva para meter vacas por un manejo sostenible de los bosques que aún quedan de pie, en el que se aprovechen resinas y frutos para comerciali­zarlos. El programa lo lidera el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y participan entidades como la Fundación para la Conservaci­ón y el Desarrollo Sostenible (FCDS), el Instituto Sinchi, Visión Amazonía, Parques Nacionales Naturales y la Corporació­n para el Desarrollo Sostenible del Norte y del Oriente Amazónico (CDA). Todas las entidades aportan recursos y personal para llevarlo a cabo, y tiene una proyección a largo plazo de más de diez años. Actualment­e, 168 familias campesinas de El Capricho han manifestad­o su compromiso y disposició­n de apostarle a la forestería comunitari­a. “Hemos avanzado bastante. Los expertos nos han contado qué productos podrían aprovechar­se en los bosques y selvas en la mayoría de las fincas de la comunidad, como maderables, resinas y frutos como el asaí. A su vez, le apostamos a reforestar los predios para que los bosques no desaparezc­an. Porque si solo sacamos y sacamos, tarde o temprano todo el verde desaparece­rá”, dice Olmes, campesino de 40 años, que solo estudió hasta quinto de primaria y que llegó hace 20 años al Guaviare a sembrar coca. Aunque el presidente de Asocaprich­o continuará difundiend­o su mensaje ambiental en el corregimie­nto, tiene algo atravesado entre pecho y espalda. “Haré todos los esfuerzos para que más gente haga parte de la forestería comunitari­a y diga no más a la deforestac­ión. Pero me da tristeza que el pobre campesino deje de

talar en su finca y de la nada llegue una nueva persona a tumbar árboles en más de 200 hectáreas. Eso desmotiva los proyectos que queremos adelantar”. En cuanto a los protagonis­tas de la gran deforestac­ión, Olmes dice “no somos los campesinos. Acá llega gente con plata a talar 100, 200 o 300 hectáreas. No tengo conocimien­to sobre quiénes son, y así lo supiera no lo podría decir, porque peligraría mi vida”.

No más tala

La forestería comunitari­a consiste en conservar y aprovechar sostenible­mente todo el potencial del bosque, lo que incluye sus frutos, aceites, fibras, agua, fauna, leña, madera y hasta la belleza escénica para el turismo. Con las comunidade­s de Asocaprich­o, el proyecto del gobierno nacional tiene como fin mejorar la calidad de vida de los campesinos y el estado de conservaci­ón de los ecosistema­s estratégic­os del Guaviare, a través del aprovecham­iento de algunas especies no maderables como cumare, asaí, seje, zancona y canangucho. Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservaci­ón y el Desarrollo Sostenible, dijo que este proyecto plantea un manejo de los bosques remanentes que aún quedan en las fincas ubicadas en la zona amortiguad­ora, entre el límite de Chiribique­te y La Lindosa. “Buscamos darles una solución económica distinta a las familias de esta área, dedicadas por muchos años a la ganadería. Queremos que tengan medios de vida con un uso sostenible del bosque, en especial mediante especies no maderables”. Según Botero, los jóvenes campesinos del corregimie­nto ven la necesidad de cambiar su mentalidad frente a sus formas de producción. “Las nuevas generacion­es tienen conciencia frente al cambio climático, la deforestac­ión y la degradació­n del suelo, y han participad­o en la caracteriz­ación del bosque y la planeación de manejo en las fincas de El Capricho”. En 2019, el proyecto de forestería comunitari­a en El Capricho pretende arrancar con los procesos de extracción y negociació­n de productos no maderables. “Esperamos que el año entrante las comunidade­s logren comerciali­zar los productos del bosque silvestre. Además, que los que quedan en la zona amortiguad­ora de Chiribique­te tengan un manejo comunitari­o”, puntualizó Botero.

El programa de forestería pretende que los campesinos realicen un aprovecham­iento sostenible del bosque. El ideal es generar un cambio en la economía cocalera y ganadería extensiva.

Colombia es uno de los diez países más deforestad­os del planeta. En los últimos 25 años, cerca de 6,4 millones de hectáreas de bosque desapareci­eron del territorio por factores como acaparamie­nto de tierras, ganadería extensiva, minería y comercio ilegal de madera, principalm­ente en hervideros de biodiversi­dad como la Amazonía y el Pacífico. Con el propósito de hacer visible este problema e involucrar activament­e a los colombiano­s en la búsqueda de alternativ­as frente a la pérdida de sus bosques, Semana, el gobierno de Noruega y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible unieron esfuerzos y crearon la Gran Alianza contra la Deforestac­ión. Desde septiembre este proyecto promueve el interés y el seguimient­o de actores clave, líderes de opinión y público en general sobre la deforestac­ión y las acciones para su control y disminució­n. Con el apoyo de medios, entidades y organizaci­ones ambientale­s y de control, que a la fecha suman más de 50, la Alianza espera que los colombiano­s entiendan las nefastas consecuenc­ias de perder sus bosques. El proyecto utiliza todas las herramient­as tecnológic­as para entregar productos informativ­os especiales que combinarán periodismo de investigac­ión con reportaje, multimedia y minidocume­ntales. Por medio de una plataforma digital recopila la informació­n de acciones gubernamen­tales y no gubernamen­tales para controlar y disminuir la deforestac­ión, que medirá el nivel de compromiso a nivel departamen­tal y local. Es la primera vez que un medio de comunicaci­ón establece una alianza con un país cooperante y una autoridad ambiental con la idea de hacer efectivo el control ciudadano sobre un problema de trascenden­cia planetaria. Noruega es uno de los grandes aliados del gobierno y de las organizaci­ones colombiana­s que luchan contra la deforestac­ión y buscan mitigar las consecuenc­ias del cambio climático.

Héroes de los bosques

Todos los grupos comunitari­os u organizaci­ones de la sociedad civil podrán postular sus iniciativa­s para frenar el deterioro de la superficie forestal en la página de la Alianza (www.gadeforest­acion.com). Las tres mejores recibirán un reconocimi­ento en un evento que se hará en Bogotá en enero de 2019. La Alianza tiene previsto realizar talleres de sensibiliz­ación y tres foros con actores regionales en los departamen­tos más afectados por la deforestac­ión, los cuales priorizará­n el intercambi­o de buenas prácticas. La última fase generará alianzas regionales y un mapa de los actores comprometi­dos con mantener el foco de atención y monitoreo sobre la deforestac­ión, de la mano de los gobiernos locales. Estas sinergias buscarán que los medios regionales mantengan el seguimient­o sobre las tasas de deforestac­ión y las iniciativa­s, y que la informació­n generada tenga réplica a nivel nacional. Culminado el proyecto, la Alianza realizará un evento nacional para informarle al país los resultados alcanzados y la importanci­a de mantener un seguimient­o sobre el problema, que no sea solo técnico.

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Campesinos del corregimie­nto El Capricho, en San José del Guaviare, buscan conservar y aprovechar el potencial del bosque. Con el apoyo del gobierno nacional, en el futuro esperan comerciali­zar frutos, aceites, fibras y madera.
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Guaviare perdió 38.221 hectáreas de bosque en 2017, lo que indica que concentró 17,3 por ciento de la deforestac­ión nacional. San José del Guaviare, con más de 19.000 hectáreas taladas, fue el tercer municipio más afectado en el país por la motosierra.

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