“No puedes enfrentar aquello de lo que no tienes conciencia”
Tom Tierney es uno de los filántropos más respetados del mundo ambiental. Durante años alternó su carrera como presidente de gigantes empresariales como la consultora Bain o el portal ebay con su trabajo al frente de la junta de The Nature Conservancy, una de las ONG ambientales más grandes del mundo. Semana Sostenible habló con él en el marco de los 35 años de labor de la organización en el país.
Semana Sostenible: ¿Qué tan pesimista u optimista es usted? ¿Cree que lograremos cumplir con las metas del Acuerdo de París? Tom Tierney: Soy una persona fundamentalmente optimista. Hay dos razones para que eso sea así: la primera es que mucha gente intenta hacer lo correcto la mayor parte del tiempo y, más temprano que tarde, eso termina funcionando. La segunda es que la tecnología y la capacidad humana para liderar cambios han incrementado drásticamente. Cuando comparas el precio que los paneles solares tenían hace diez años con los de hoy, ves algo impactante: nadie habría predicho entonces que la gente invertiría cientos de millones de dólares en desarrollar esta herramienta. Es cuestión de tiempo para que lo resolvamo, y eso permitirá que se expanda la energía eólica y otras energías renovables. Si pensamos en la preocupación de la población frente al clima, ves una brecha igual de grande entre hoy y hace diez años. Ahora es titular de primera página; hace un decenio no era siquiera noticia. Uno no puede resolver un problema hasta que no lo reconoce. Le pregunto a la gente, ¿qué tanta certeza tiene de que el ser humano es esponsable del cambio climático? Nadie dice cero; un 90 por ciento lo califica como preocupante. Por todo esto soy un optimista impaciente: quisiera que todo sucediera más rápidamente, pero creo que sí estamos enfrentando el problema. S. S.: Colombia es un país paradójico. Es megadiverso y al mismo tiempo enfrenta enormes retos en deforestación, mínima gestión del agua o pérdida de biodiversidad. ¿Cómo cree que deberíamos enfrentar ese dilema? T. T.: Todo comienza con una conciencia de los hechos. Piensa en la deforestación: la gente ahora la mide y habla de ella. Esto es crucial porque no puedes enfrentar aquello de lo que no tienes conciencia. Después se requieren liderazgos: gente que dé un paso y diga “vamos a hacer esto”. Y luego, construir coaliciones –como hace TNC–, porque el gobierno no puede hacerlo solo. Hay que involucrar a todos: al sector privado, a las ONG, a las comunidades. Las poblaciones locales son especialmente importantes. Por ejemplo, la deforestación está estrechamente ligada al crimen organizado, pero también a gente que busca formas alternas de vida. En un país en vía de desarrollo, se requiere voluntad pública y social para enfrentar la degradación ambiental. Solo he estado un par de días en Colombia, pero está claro que, ahora que hay un acuerdo de paz, la gente está poniendo la mirada en problemas que solían ser secundarios. Dice el proverbio que “no todos son tiempos iguales”. En el país este es uno de esos momentos desiguales de la historia en que la gente se une, reconoce sus desafíos y entiende que no puede resolverlos solos ni rápidamente. S. S.: TNC trabaja con actores muy diversos. ¿Usted cree que, a nivel internacional, se está trabajando con la suficiente diversidad de actores? T. T.: ¿Quiénes son los actores relevantes? Los gobiernos, pero no solo los nacionales (como solemos pensar), sino también los regionales y los municipales. Así mismo, es fundamental la acción privada, representada por las empresas, pero de igual manera por las fundaciones. Y las comunidades, porque, al final del día, si no benefician sus integrantes, no será sostenible. Si una solución de conservación hace a una comunidad menos próspera, no funcionará. Hay que forjar coaliciones en las que todos participen y en donde no todos piensen necesariamente igual. Los fondos de agua de TNC son una gran ilustración: se requiere que se junten las ciudades, los propietarios rurales, la gobernanza y el capital privado. S. S.: ¿Estamos viendo un cambio de paradigma de conservar ‘sin’ la gente a hacerlo ‘con’ ella? T. T.: Eso es muy importante. He estado involucrado con TNC desde hace 30 años: hace apenas 15, se pensaba que ‘conservación’ era sinónimo de ‘biodiversidad’. Veías fotos de paisajes hermosos, de aves, peces y mamíferos, pero nunca veías gente. La realidad es que no puedes escindir a las personas del lugar: usan el agua, siembran, pastorean; son parte de un gran sistema. Por eso TNC trabaja en una agenda de conservación compartida, que piensa tanto en el bienestar de la población como en el del planeta.
“En un país en vías de desarrollo, se requiere voluntad pública y social para enfrentar la degradación ambiental”.
El paradigma sí está cambiando. Las dos últimas personas en llegar a nuestra junta directiva vienen del mundo de la salud pública. ¿Por qué? Porque todo converge. S. S.: ¿Los problemas no relacionados teóricamente con la conservación, como la reducción de pobreza, juegan algún rol? T. T.: Eso lo hemos aprendido poco a poco. Te pongo un ejemplo: en un modelo de ganadería extensiva se degradan los suelos, las vacas cada vez producen menos y las familias viven cada vez peor. Pero hay otro modelo que ha demostado que, si se plantan árboles y se rotan potreros, las fincas pueden albergar más ganado, aumenta la productividad, incrementa la biodiversidad, se captura carbono y los propietarios ganan más. Es un gana-gana para el campesino, pero también lo es para el ambiente. Es un requisito: si no ganan, no lo adoptarán. Cuando conservar me cuesta más, probablemente no lo haré. Por eso, los incentivos sí importan. En TNC pensamos todo el tiempo en nuevas maneras para ayudar a que las comunidades prosperen mientras lo hace el entorno. S.S.: Hablando de actores diversos, ¿ve al sector empresarial comprometido con cumplir las metas ambientales? T. T.: No puedo hablar por todas las empresas, pero los gerentes con quienes dialogo son conscientes de que la sostenibilidad importa. Una empresa que no se comporta como un buen ciudadano corporativo, tarde o temprano tendrá un problema. En muchos lugares, un hotel o una aerolínea que no reciclan despiertan la pregunta, ¿y aquí qué está pasando? Han tenido que transformar sus prácticas, aún sabiendo que hacerlo implica costos económicos. Ese momentum verde que estamos viviendo es extraordinario, y en gran medida es impulsado por las nuevas generaciones. Los millenials no quieren trabajar en empresas que contaminan, sino en aquellas que son buenos elementos de la sociedad. He estado vinculado a la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard desde hace muchos años y he visto cómo su currículum ha cambiado a medida que el rol de los negocios en la sociedad se ha transformado. Cuando me gradué, en 1980, la idea prevalente era que las empresas viven para sus accionistas. Esa ya no es la cultura imperante. Los negocios son como ciudadanos y deben ayudar a las comunidades para que cumplan sus metas; deben ser buenos líderes. Creo firmemente que, en los próximos 20 años, las empresas que no lo sean serán penalizadas de distintas maneras: en el precio de sus acciones, en que no serán capaces de atraer talento humano, en que su marca perderá prestigio. S. S.: En muchos de los países con mayor riqueza natural, como América Latina, la dinámica política está marcada por movimientos pendulares, e incluso por el auge del populismo. ¿Qué pueden hacer sus ciudadanos? T. T.:aguantar. Hace cinco años no podíamos predecir la situación política actual, igual que hoy no podemos ver la que vendrá en otros cinco. Es imposible pronosticarla, mucho menos controlarla. Debemos lidiar con las condiciones que tenemos en cada momento histórico. En Estados Unidos, TNC tenía una estrategia climática a nivel nacional basada en impuestos al carbono; eso no iba a funcionar en esta coyuntura política. Entonces dijimos, ¿cuál es el plan B? Decidimos bajarla al nivel de los estados y ahora funciona muy bien. Uno se adapta: es la esencia de cualquier estrategia, incluyendo la de enfrentar el cambio climático. Y, aunque me entristeció mucho ver a nuestro presidente salir del Acuerdo de París, la realidad es que no ha cambiado mucho. De hecho, eso extrañamente impulsó a un sinnúmero de sectores sociales a ponerse las pilas y a actuar. Tuvo un efecto catalizador. S. S.: Por último, ¿cómo puede ayudar un acuerdo de paz a la agenda de conservación en Colombia, si tenemos en cuenta que vivimos en un país fuertemente polarizado? T. T.: Aunque suene obvio, Colombia es una joya preciosa en el ecosistem a global y es imperativo –para el país y para el resto del mundo– que le haga frente a los desafíos de conservación. El acuerdo de paz ha mitigado un problema y ha permitido enfocar la mirada en otros. Ojalá les permita redireccionar esfuerzos y recursos hacia otros problemas sociales que antes no tenían la capacidad de enfrentar. Es cierto que la polarización paraliza, pero también creo que la gente puede ponerse de acuerdo en temas fundamentales como un aire limpio, un abastecimiento adecuado de agua limpia, un ambiente sano y salud infantil para legar a las siguientes generaciones. Quizás esos son los temas que hacen falta para encontrar consensos. Soy un optimista y creo que lograrán aprovechar este momento histórico.