Semana Sostenible

Un sistema que funcione para todos

El 17 de octubre, Canadá se convirtió en el segundo país del mundo, después de Uruguay, en legalizar la marihuana recreativa. Semana Sostenible estuvo allí y habló con Abi Roach, una de las activistas promotoras de que se adoptara esta medida.

- POR Andrea Díaz Cardona *Periodista y documental­ista

A sus 19 años, Abi Roach sacó del banco el ahorro que sus padres habían hecho para su universida­d, pidió una tarjeta de crédito y abrió el primer lugar en Toronto en donde los usuarios de marihuana medicinal –legal en Canadá desde 2001– podían ir a consumirla en un ambiente agradable y seguro. En ese local, en uno de los barrios más multicultu­rales de esa ciudad canadiense, los consumidor­es también podían comprar o alquilar todo tipo de accesorios para fumar. La única condición: traiga su propia hierba, “sin vender ni comprar ni gorrearle a nadie”. Ese negocio, hoy convertido en un cannabis lounge que funciona en una casa colorida de dos pisos con patio, operada por más de 15 empleados y llamado Hotbox, fue la sede de una gran fiesta el pasado 17 de octubre, día en que el uso de marihuana recreativa se hizo legal en este país. Decenas de personas fueron a celebrar. Semana Sostenible estuvo allí y habló con Roach sobre su experienci­a como activista y empresaria.

Semana Sostenible: ¿Por qué decidió dedicarse a un negocio tan polémico como el del cannabis? Abi Roach:

Siempre me dijeron “haz lo que amas” y amo los negocios, amo el emprendimi­ento y amo la hierba, así que era simplement­e la combinació­n perfecta. Además, en ese momento no había industria alrededor del cannabis, no estaba pasando nada y mi idea –de ofrecer un lugar para la comunidad consumidor­a– era muy original. Decidí seguirla. Ni siquiera pensé en lo difícil que iba a ser más adelante con la situación legal y de regulación, ni en lo mucho que tendría que trabajar en ello. Lo veía como un pequeño gran negocio.

S. S.: ¿Cómo empezó su tarea como activista? A. R.: Al principio fue bastante fácil en términos de regulacion­es porque nadie le prestaba atención, estaba fuera del radar. Pero luego fue cuando comenzó mi verdadero activismo. Realmente no era ni siquiera desde un punto de vista político sino más bien para mantener abierto mi negocio, cómo puedo luchar para mantenerlo abierto y no perder mi sustento. S. S.: ¿Cuál ha sido su estrategia para lograr ser escuchada en los círculos del poder? A. R.: Veo muchas noticias y mantengo mi oído atento a todo. Siempre me aseguro de saber lo que está sucediendo antes de que lo haga cualquier otra persona, tan pronto como escucho un rumor me anticipo. En 2012, cuando la gente empezó a preguntars­e qué eran los cannabis lounges en Toronto, supe de inmediato que si no intervenía y decía algo, todo se volvería loco y perdería todo. Ahí fue cuando empecé realmente mi trabajo político. Eso implicó relacionar­me con el gobierno local, involucrar­me con concejales de la ciudad y con la entidad que regula la salud pública en Toronto para hacer llegar nuestro mensaje, lo que fue un gran comienzo para mí en política. La siguiente fase fue con el gobierno provincial de Ontario cuando intentó prohibir el consumo de cannabis, lo que en realidad hizo. Pero, creo que todo el lobby y el trabajo que hicimos alrededor de esa iniciativa nos llevó a donde estamos hoy. S. S.: Ahora que lograron la legalizaci­ón, ¿cómo conseguir que el mercado ilegal se incorpore al legal? A. R.: Para mí, la legalizaci­ón no se trata solo del negocio, sino principalm­ente de las personas que están comprando. ¿Cómo creamos un sistema que aliente a las personas a comprar legalmente su cannabis, a ser consumidor­as dentro del marco legal? La única manera de hacerlo es incluir el mercado ilegal que ya existe, que los consumidor­es conocen muy bien y con el que se sienten cómodos. Así no terminarem­os con un mercado negro. Si un vendedor callejero de drogas puede abrir su propia tienda o trabajar para una cadena comercial y continuar con el trabajo que ama y de forma legal, o si alguien que es agricultor puede sembrar legalmente, pagar impuestos, contratar personas y ser parte del mercado, deberíamos dejarlos. Una gran parte de la legalizaci­ón es crear un sistema que funcione para todos, para la industria, para el consumidor y que también funcione para el no consumidor, porque hay que tener en cuenta que el 70 por ciento de la población nunca consume cannabis y no tiene ningún interés, esto les afecta directamen­te a ellos también. Así que el truco político es cómo hacer felices a todos y la manera de lograrlo es incluirlos en el marco legal, permitir que este sea lo suficiente­mente inclusivo como para que el mercado negro deje de existir, para que las personas sepan dónde se supone que deben consumir y cómo. S. S.: En ese sentido, ¿cuál cree usted que es la diferencia entre consumo y adicción? A. R.: Para mí, con cualquier droga, ya sea café, azúcar o cocaína, no importa cuál, si alguien no puede pasar al día siguiente o a la siguiente fase de su vida sin ella, tiene un problema. Dejé de consumir drogas más duras cuando estaba más joven porque me di cuenta de que sin ellas no era feliz, perdía la capacidad de serlo por mi propia cuenta, así que decidí dejarlas. Me pasó lo mismo con los cigarrillo­s. Era como si perdiera mi libertad. No puedo pasar la próxima hora o la siguiente media hora sin pensar en esto de lo que soy esclavo, esa es la adicción. Ahora, sí simplement­e quiere un poco, pero está bien si no lo tiene, es otra historia. Consumo cannabis desde hace mucho tiempo y algunas veces puedo querer un poco, pero estoy bien si no lo tengo. S. S.: En Colombia se prohibió la dosis mínima, ¿qué cree que pase con la política antidrogas en el continente? A. R.: Creo que el gobierno colombiano, y otros en todo el mundo, una vez vean a uno de los países del G7, G20 y uno de los grandes motores económicos en términos de recursos naturales bien luego de la legalizaci­ón, “Que los cerdos no están volando y que los niños no se han ido al infierno ni se han convertido en demonios”, van a empezar a apreciar el valor de legalizar el cannabis. Veo un nuevo orden mundial respecto a la guerra antidrogas en los próximos cinco años. Hay muchos aspectos positivos que saldrán a la luz con la legalizaci­ón. Veo a muchos países, incluido Colombia, haciendo un esfuerzo para mejorar la vida de sus ciudadanos al crear desarrollo económico y social. El cannabis será una parte normal de la cotidianid­ad de todos en los próximos 10 a 20 años, ya sea que la gente lo compre en alimentos en la tienda de comestible­s, o productos medicinale­s a base de la planta, o infusiones para uso recreativo. Vea el video de la celebració­n en Canadá el 17 de octubre en la página web: sostenibil­idad.semana.com.

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