Semana Sostenible

El Pacto por la Sostenibil­idad

El Plan de Desarrollo de Duque refleja su gabinete: buenas intencione­s y un alto nivel técnico, que contrasta con su falta de narrativa.

- POR Carolina Urrutia Vásquez* *Representa­nte de las organizaci­ones ambientale­s en el Consejo Nacional de Planeación

Al Plan de Desarrollo no se le puede pedir demasiado. Los planes son, por su naturaleza, listas de mercado. Como herramient­a, buscan ser la brújula que establece el camino de un gobierno. En la realidad cumplen con ese objetivo, pero son también repositori­os de ideas en los que se ven reflejados los intereses y preocupaci­ones de las mayorías, con un marcado énfasis por los sectores que acompañaro­n al candidato en campaña. Esto sucede porque, en primer lugar, aunque el del Plan sea un proceso de construcci­ón eminenteme­nte técnico, no hay manera de blindarlo de la política. Cualquier sector que no vea sus prioridade­s en blanco y negro dentro del documento va a considerar­se invisible. En segundo lugar, porque al ser la base conceptual para la Ley del Plan de Desarrollo, todo lo que posteriorm­ente queda en el articulado de la Ley tiene que tener asidero dentro del texto. Al final, es mejor que sobre y no que falte. Este Plan de Desarrollo tiene un reto adicional: la crisis de identidad del gobierno Duque. La evidencia de los primeros cien días del actual gabinete pinta un panorama que está lejos de la certidumbr­e que el plan ni busca ni logra solucionar. Por un lado, Duque fue elegido por sectores conservado­res del uribismo y, por otro, tiene un gabinete joven de talante liberal en el sentido más amplio, no el partidista. Esta doble personalid­ad resulta en un esfuerzo, a veces visible, por armonizar metas que contienen tensiones entre ellas. La igualdad de la mujer, por ejemplo, ocupa un capítulo robusto y bien armado, mientras que el pacto por la equidad repite con frecuencia que la política social se basará en la familia en su definición más tradiciona­l, una estructura que presenta obstáculos para que la mujer cumpla plenamente con su potencial económico y social. Los hidrocarbu­ros se

“Este plan parte, esencialme­nte, del fundamento de que los colombiano­s conservan una ilimitada libertad para buscar su destino, incluyendo la indispensa­ble capacidad de equivocars­e y hacerse daño, tanto en el mecanismo del Estado como en la dirección de sus esfuerzos privados. Los órganos de planeación no pueden construir, en un país que tenga la estructura política del nuestro, cosa distinta de faros colocados cuidadosam­ente sobre experienci­as ciertas, para evitar naufragios involuntar­ios”. Alberto Lleras Camargo Evento de presentaci­ón del primer Plan de Desarrollo, 1958

presentan como la mejor opción para financiar el camino trazado hacia la equidad, mientras se reconocen las amenazas del cambio climático, causado en gran parte por las emisiones de los combustibl­es fósiles, como uno de los principale­s retos que enfrenta el país. La narrativa que introduce al plan es sólida: “La transforma­ción social que ha vivido el país en la última década requiere un empujón desde la política pública para remover obstáculos específico­s”. Se enlistan los principale­s: “El estancamie­nto de la productivi­dad, el incremento de las economías ilegales, el aumento en la corrupción, las disparidad­es regionales, la informalid­ad, los costos tributario­s y regulatori­os, los rezagos para la transforma­ción digital y la vulnerabil­idad frente a los riesgos de desastres y el cambio climático”. Resulta importante que el cambio climático, aunque no la sostenibil­idad en general, quede dentro de ese diagnóstic­o inicial. Puede haber un vacío, sin embargo, cuando no se establece como obstáculo la ausencia de capacidad del Estado para enfrentar la conflictiv­idad social y ambiental. La protesta social, componente clave de los primeros cien días del gobierno, probableme­nte incremente en la medida en que no se fortalezca esa capacidad. Esa meta tangible en el Pacto por la Sostenibil­idad y en el discurso del ministro de Ambiente, Ricardo Lozano, no es igualmente transversa­l en el Plan. Dado el origen político del presidente, la paz puede no ser ya un titular dentro de la agenda pública, pero tampoco queda por fuera y no hay motivo para creer que se hacen

trizas los acuerdos ni su cumplimien­to. El Pacto para la Construcci­ón de la Paz se refiere específica­mente a víctimas, reintegrac­ión, estabiliza­ción y reconcilia­ción; sin ser la primera prioridad, estos temas esenciales no desaparece­n. El Pacto por la Sostenibil­idad es coherente y juicioso, aunque no revolucion­ario. Su objetivo es “consolidar acciones que permitan un equilibrio entre la conservaci­ón y la producción, de forma tal que la riqueza natural del país sea apropiada como un activo estratégic­o de la nación… es transversa­l al desarrollo, por lo que potenciará las acciones del sector privado, los territorio­s, las institucio­nes y la sociedad civil para adoptar prácticas sostenible­s, bajas en carbono y resiliente­s a los desastres y al cambio climático”. Los planes y políticas diseñados por los gobiernos de Santos en materia de cambio climático y crecimient­o verde podrían verse como apuestas más valientes en materia de sostenibil­idad. Según Silvia Calderón, directora de Desarrollo Ambiental Sostenible en el Departamen­to Nacional de Planeación, esto se debe a que “este será un plan de implementa­ción, la formulació­n que se hizo durante los últimos 16 años se va a ejecutar durante este periodo”. La transversa­lidad, probableme­nte, sea el mayor logro y el que vale la pena resaltar, puesto que, como reitera el ministro Lozano, el sector ambiental acaba siendo responsabl­e de metas que dependen, en gran medida, de cada uno de los sectores. Calderón aclara que “el Pacto por la Sostenibil­idad no es el capítulo ambiental. Se logró que esta apuesta incluya compromiso­s concretos con los cuales cada sector estuvo de acuerdo. Ellos mismos los elaboraron”. Así es efectivame­nte para los temas de lucha contra la deforestac­ión y para la transición energética. Como el resto del plan, la primera lectura del Pacto por la Sostenibil­idad deja una sensación de tranquilid­ad, aunque no de entusiasmo. Su visión incrementa­lista se ajusta a la realidad política del país. Contrasta, sin embargo, con los mensajes de urgencia de agrupacion­es de científico­s como el Grupo Interguber­namental de Expertos sobre Cambio Climático y la Plataforma Interguber­namental sobre Biodiversi­dad y Servicios Ecosistémi­cos (IPCC e IPBES por sus siglas en inglés), que hacen llamados urgentes en la modificaci­ón en nuestro uso de los recursos naturales. Solo el tiempo dirá cuál era el nivel de urgencia real.

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