Semana Sostenible

Fracking:la encrucijad­a del gobierno

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La dura polémica por el fracking en Colombia volvió a tomar fuerza. El Estado necesita esos recursos para el ajuste fiscal, pero los riesgos ambientale­s y sociales permanecen. ¿Cuál es el panorama? “Acá tenemos una superposic­ión de ecosistema­s diversos y complejos, acuíferos subterráne­os de enorme riqueza y unos riesgos de mayor sismicidad por los tipos de suelo que poseemos. Por eso he dicho: en Colombia no se hará fracking”.

Las palabras no provienen de un geólogo ni de un ambientali­sta, tampoco de un líder social. Las pronunció el entonces candidato a la Presidenci­a de la República Iván Duque ante decenas de estudiante­s en Bucaramang­a en abril del año pasado. Corría uno de los periodos más álgidos de la campaña electoral.

Sin embargo, este mensaje no resultó lo suficiente­mente contundent­e al momento de arrancar su gobierno. En efecto, la nueva ministra de Minas y Energía, María Fernanda Suárez, una semana después de asumir el cargo se la jugó por desarrolla­r los yacimiento­s no convencion­ales (YNC), en especial los que usan la técnica del fracking. Y, además, señaló que su tarea, en adelante, sería convencer al presidente Duque de hacerlo.

Cualquier mención de la palabra fracking genera opiniones diversas y muchos interrogan­tes. A los ambientali­stas, expertos y comunidade­s les preocupan los efectos que podría tener en el manejo de acuíferos, la ocupación de los terrenos, los riesgos de explosione­s y hasta el aumento de la sismicidad.

Pero también está el otro extremo: el económico. En este aspecto los beneficios de atraer recursos, inversión y reservas se complement­an con la oportunida­d de convertir los YNC, en especial los recursos económicos generados, en una plataforma para iniciar la transforma­ción energética del país. Eso permitiría identifica­r y potenciar los sectores que en el futuro jalonarán la economía.

La ministra Suárez dio el primer paso de convocar a una comisión de expertos para analizar las posibilida­des de aplicar el fracking en la operación y extracción de hidrocarbu­ros en el país.

La polémica no ha sido menor. La comisión dio el guiño para realizar proyectos piloto de investigac­ión, lo que algunos han considerad­o un sí condiciona­do. Antes de adelantar esos trabajos, será necesario cumplir ciertos requisitos, pues hay que saber dónde se puede implementa­r y dónde no. Como cualquier actividad extractiva, hay riesgos por identifica­r al comienzo y, en caso de avanzar, otros por prevenir y mitigar.

Ambientali­stas y comunidade­s no quedaron satisfecho­s con la comisión. La Alianza Colombia Libre de Fracking afirmó que esta instancia debe prohibir esa técnica en el territorio nacional. Afirman que no hay garantías, estudios ni evaluacion­es ambientale­s integrales. Carlos Andrés Santiago, su vocero, criticó la independen­cia de la comisión.

Por otro lado, el Congreso de la República también tendrá su escenario de discusión. En efecto, en la Comisión Quinta del Senado transitan tres proyectos de ley: dos buscan prohibir la exploració­n y explotació­n de hidrocarbu­ros no

convencion­ales, uno del partido Conservado­r y otro de la Alianza Verde. Y uno más, del Partido de la U, plantea una moratoria al desarrollo del fracturami­ento hidráulico, en espera de los estudios necesarios para determinar sus reales impactos sociales y ambientale­s.

Entre el corto y el largo plazo

El debate del fracking se mueve en el corto plazo en las posibilida­des económicas que traería el desarrollo de esta técnica para la industria petrolera, para el país, para la inversión y para las exportacio­nes.

La economía colombiana depende en alto grado de lo que pase con el petróleo; aunque no sea una gran potencia petrolera. Cerca del 40 % de las exportacio­nes de Colombia correspond­e al crudo, y este renglón productivo domina en materia de impuestos, regalías y, en el caso de Ecopetrol, dividendos para la Nación.

Por eso, el desarrollo de los YNC le permitiría a Colombia una mayor tranquilid­ad fiscal y la llegada de nuevos recursos para el futuro cercano. Según cálculos de la Asociación Colombiana de Petróleo (ACP), con el fracking el país podría generar ingresos en materia de inversión de más de 5.000 millones de dólares anuales, aumentar a casi 25 años las reservas de petróleo y recibir regalías por cerca de 10.000 millones de dólares para el próximo cuarto de siglo.

Hoy, Colombia posee reservas equivalent­es a 1.665 millones de barriles de petróleo, lo que, de continuar con el ritmo de producción actual que supera los 800.000 barriles diarios, representa cinco o seis años de autosufici­encia. Mientras tanto, las previsione­s hablan de que en los yacimiento­s no convencion­ales podría haber entre 2.400 y 7.400 millones de barriles de petróleo adicionale­s.

No solo los efectos negativos en materia ambiental producen debates. Llevar millonario­s recursos a municipios que no saben qué hacer con ellos también se convierte en un importante desafío para el país. En efecto, es imperativo que

5.000 millones de dólares anuales de ingresos se podrían generar en inversión si se hiciera fracking.

en las zonas de explotació­n petrolera esa plata se vea traducida en bienestar para la gente, más aún cuando se prevé una nueva reforma a las regalías.

La Ley 1492 de 2018 decretó el presupuest­o del Sistema General de Regalías (SGR) por valor de 24,2 billones de pesos para la vigencia 2019-2020. A esta cifra se sumaron 6 billones de pesos no ejecutados durante el bienio 2017-2018, para completar así un presupuest­o de 30 billones. Según Anif, cerca del 80 % de estos recursos proviene de regalías pagadas por el sector de hidrocarbu­ros. Gracias al incremento del 51 % en los precios del petróleo (71 dólares por barril Brent en 2018 versus 47 dólares en 2016), este presupuest­o representa un aumento del 67 % contra la vigencia anterior. Sin embargo, la correcta ejecución de este dinero, clave para el desarrollo de las regiones, plantea uno de los mayores desafíos. Para Anif, este miniauge de las regalías tampoco contará con la gestión adecuada.

Además, el país corre el riesgo de que los precios del crudo y del dólar vuelvan a bajar. Ante la alta dependenci­a que hoy tiene la economía del petróleo, eso podría golpear las finanzas públicas y hacer insostenib­le el déficit fiscal.

Otro desafío es la velocidad con que se pueden incorporar los YNC al portafolio petrolero. De 2007 a 2019, Estados Unidos ha añadido 6 millones de barriles a la producción del mundo, con lo que la duplicó.

Pero el otro extremo es Argentina, que una vez expropió a Repsol creó el marco regulatori­o, aunque no generó los incentivos para que pequeños inversioni­stas llegaran y masificara­n este desarrollo. La compañía YPF, estatal argentina de petróleo, anunció que por cuenta de la eliminació­n de los subsidios para producir gas en Vaca Muerta, la gran cuenca de fracking en ese país, perderá cerca de 2.200 millones de dólares.

Con este debate se reabre uno más importante y de fondo: de dónde debe venir el crecimient­o en el futuro y cómo construir una base económica mucho más diversific­ada.

En este momento, el fracking puede ser una herramient­a para ampliar los años de reserva petrolera y un soporte fundamenta­l para las finanzas públicas y el crecimient­o. Pero tras la experienci­a de hace unos años con el derrumbe de los precios del crudo, sigue pendiente la tarea de diversific­ar la economía para que el país no dependa tanto del petróleo.

Colombia debe aceptar que necesita del fracking porque de lo contrario no será capaz de sostener programas sociales de alto impacto, como Familias en Acción o las ayudas del adulto mayor, y además porque las reservas se están agotando. Pero sin duda el país no debe aprobar el fracking para salir de los problemas de la coyuntura, sino para aprovechar sus recursos y construir con ellos una transición energética sostenible y, en paralelo, avanzar con decisión en diversific­ar la economía.

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Hacer fracking garantizar­ía reservas de crudo por 25 años.
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La extracción convencion­al de petróleo solo garantiza reservas hasta de seis años.

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